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Micro y macro delincuencia I
Este País | Alfredo Orellana Moyao* | 21.12.2010 | 2 Comentarios

En el ensayo siguiente, Orellana Moyao hace una precisa, perspicaz y necesaria disección del delito en México. El autor aborda la delincuencia desde dos dimensiones: micro y macro, y plantea que se trata de dos problemas con dos soluciones distintas. Ofrecemos la primera parte del texto. La segunda entrega aparecerá en nuestro próximo número.

crimenhambre

Foto tomada de Flickr/Creative Commons – sinestesiadg

Mé­xi­co tie­ne un tri­ple es­ce­na­rio pa­ra la im­ple­men­ta­ción de la re­for­ma de la jus­ti­cia pe­nal, a sa­ber:

  1. Una crí­ti­ca si­tua­ción de nar­co­trá­fi­co y una de­lin­cuen­cia or­ga­ni­za­da en fran­co com­ba­te con el go­bier­no;
  2. Una cri­sis de se­gu­ri­dad pú­bli­ca no ne­ce­sa­ria­men­te vin­cu­la­da a la de­lin­cuen­cia or­ga­ni­za­da pe­ro fo­men­ta­da por la ima­gen de las au­to­ri­da­des, que se mues­tran pas­ma­das y ale­tar­ga­das en su reac­ción, y
  3. Una com­ple­ja ecua­ción ju­rí­di­ca fe­de­ral que mul­ti­pli­ca el de­sa­fío por 33 ór­de­nes ju­rí­di­cos y ca­si 2,500 ór­de­nes mu­ni­ci­pa­les.

El tra­ba­jo de es­tos tiem­pos con­sis­te en cons­truir una so­lu­ción sos­te­ni­da en un tri­pié de­ci­sio­nal que res­pon­da con con­tun­den­cia, ar­mo­nía y pre­vi­sión es­tra­té­gi­ca a ca­da ru­bro en cues­tión.

¿Pe­ro el nar­co­trá­fi­co y la de­lin­cuen­cia or­ga­ni­za­da de­ben ser tra­ta­dos con el mis­mo pro­ce­so, los mis­mos prin­ci­pios y las mis­mas re­glas que el hur­to, las le­sio­nes, el frau­de y otros de­li­tos que se co­me­ten en la co­ti­dia­nei­dad de la vi­da ci­vil?

Me pa­re­ce que la rea­li­dad nos anun­cia es­truen­do­sa­men­te que de­be­mos dis­tin­guir en­tre la ma­cro de­lin­cuen­cia y la mi­cro de­lin­cuen­cia, pa­ra re­sol­ver y dis­tri­buir des­pués las ta­reas, atri­bu­cio­nes y com­pe­ten­cias de las au­to­ri­da­des que de­ben afron­tar a ca­da una de ellas.

Ma­cro de­lin­cuen­cia

La de­lin­cuen­cia or­ga­ni­za­da es un asun­to ve­rí­di­ca­men­te cor­po­ra­ti­vo ba­sa­do en afi­lia­cio­nes ma­si­vas, or­ques­ta­do en gru­pos com­pe­ti­ti­vos en­tre sí y con el Es­ta­do, con pre­ten­sio­nes de per­ma­nen­cia y que os­ten­ta la ima­gen de una em­pre­sa al­ta­men­te ren­ta­ble y lu­cra­ti­va con un mer­ca­do am­plio y cau­ti­vo que la sos­tie­ne y la ha­ce ca­paz de ofre­cer em­pleo, in­gre­sos y has­ta es­ta­tus a los jó­ve­nes. Pe­ro ade­más, pro­vee de fon­dos a mu­chas em­pre­sas y per­so­nas que —con o sin co­no­ci­mien­to— ha­llan en es­ta enor­me or­ga­ni­za­ción a un clien­te al­ta­men­te sol­ven­te den­tro de los mer­ca­dos lí­ci­tos de la eco­no­mía for­mal.

Son gru­pos cor­po­ra­ti­vos que tie­nen em­plea­dos, tra­ba­ja­do­res, di­rec­ti­vos, es­pe­cia­lis­tas, ven­de­do­res, abo­ga­dos, con­ta­do­res, mé­di­cos, pro­vee­do­res y clien­tes, al­ma­ce­nes y trans­por­tes, co­mo cual­quier otra cor­po­ra­ción de ne­go­cios, con to­do el po­der que da el di­ne­ro en efec­ti­vo y cir­cu­lan­te y ca­pa­ces de de­fen­der sus in­te­re­ses no só­lo con las ar­mas si­no también con po­lí­ti­ca en el sen­ti­do más am­plio de la pa­la­bra. Es tan vi­si­ble el po­der que esos gru­pos ejer­cen hoy día en Mé­xi­co que creo que no ha­ce fal­ta abun­dar en de­ta­lles.

Es cla­ro que cuan­do adop­tan ac­cio­nes hos­ti­les, ge­ne­ran un ata­que or­ga­ni­za­do en con­tra de la ley, el or­den y la paz en su con­jun­to y ame­na­zan el pre­sen­te y el fu­tu­ro de to­dos.

Mi­cro de­lin­cuen­cia

El de­li­to en­tre ciu­da­da­nos sur­ge en re­la­ción pro­por­cio­nal a la po­bre­za, su­ma­da a la ele­va­ción de pa­tro­nes y ex­pec­ta­ti­vas de con­su­mo co­mo va­li­da­ción per­so­nal y so­cial. To­do in­di­ca que el con­su­mis­mo (co­mo va­lor) es la con­di­ción ne­ce­sa­ria pa­ra que la po­bre­za sea fac­tor de de­lin­cuen­cia, pues­to que ella en sí mis­ma no lo es ni lo ha si­do en Mé­xi­co. A lo an­te­rior se su­man tam­bién el de­sem­pleo, la de­si­gual­dad y des­de lue­go la muy la­men­ta­ble ca­li­dad de la edu­ca­ción. Mé­xi­co vi­ve hoy su peor anal­fa­be­tis­mo cí­vi­co, muy ries­go­so pa­ra la se­gu­ri­dad y la paz.

La res­pues­ta gu­ber­na­men­tal tí­pi­ca an­te los pro­ble­mas de la con­vi­ven­cia so­cial es la crea­ción de le­yes con pe­nas y cas­ti­gos. Pe­ro a ma­yor can­ti­dad de con­duc­tas pe­na­das por la ley, ma­yor es la po­si­bi­li­dad de que un ciu­da­da­no se vuel­va “de­lin­cuen­te”, vo­lun­ta­ria o in­vo­lun­ta­ria­men­te. Los ac­ci­den­tes más gra­ves, por ejem­plo, son ac­ci­den­tes al fin pe­ro sue­len ser puer­ta abier­ta pa­ra la ac­ción pe­nal en la ma­yo­ría de los ca­sos.

La muer­te ac­ci­den­tal de un ser que­ri­do por cul­pa de otro, las le­sio­nes, el hur­to, el da­ño en la pro­pie­dad, en­tre otras co­sas, son con­flic­tos co­ti­dia­nos que han si­do re­gis­tra­dos en to­da la his­to­ria de la hu­ma­ni­dad. El de­re­cho pe­nal ha in­ter­ve­ni­do en ello por tres ra­zo­nes fun­da­men­ta­les:

  1. Pa­ra des­te­rrar la ven­gan­za pri­va­da co­mo me­ca­nis­mo de sa­tis­fac­ción y de re­pa­ra­ción mo­ral al do­lor su­fri­do;
  2. Pa­ra re­fle­jar en la ley la re­pro­ba­ción éti­ca de cier­tas con­duc­tas que me­re­cen cas­ti­go por sí mis­mas, in­de­pen­dien­te­men­te del arre­glo que pue­da ha­ber en­tre las par­tes;
  3. Pa­ra re­cluir y se­pa­rar de la co­mu­ni­dad a los in­di­vi­duos an­ti­so­cia­les que pue­den re­pe­tir los da­ños que han cau­sa­do; es de­cir, ex­cluir a los cri­mi­na­les de la vi­da co­ti­dia­na, ya sea pa­ra con­fi­nar­los o pa­ra re­di­mir­los se­gún sea la ver­sión del de­re­cho pu­ni­ti­vo de ca­da so­cie­dad en los di­fe­ren­tes epi­so­dios de la his­to­ria.

La mi­cro de­lin­cuen­cia no es una cor­po­ra­ción. Pa­re­ce que se tra­ta de con­duc­tas in­di­vi­dua­les ca­si ais­la­das, epi­so­dios de­sa­for­tu­na­dos que sur­gen en el día a día de la co­ha­bi­ta­ción ma­si­va en po­bla­cio­nes y ciu­da­des.

¿Cuál es la fron­te­ra en­tre una y otra for­mas de la de­lin­cuen­cia? ¿Qué ha­ce mi­cro o ma­cro a un de­li­to? Se­gu­ra­men­te, el ta­ma­ño de la ame­na­za pú­bli­ca que re­pre­sen­ta res­pec­to de la po­bla­ción en ge­ne­ral y del Es­ta­do co­mo su su­pre­ma au­to­ri­dad te­rri­to­rial.
Es de­cir, si una per­so­na le­sio­na o pri­va de la vi­da a otra en un ac­ci­den­te de au­to, ¿es por ello un cri­mi­nal? Aun más, si el conductor iba ebrio y en con­di­cio­nes de to­tal im­pru­den­cia, ¿es eso una con­duc­ta cri­mi­nal? ¿Así lo que­re­mos co­mo so­cie­dad de­mo­crá­ti­ca? ¿O se­ría po­si­ble ima­gi­nar una obli­ga­ción con­tun­den­te de cu­brir y re­pa­rar los da­ños al ofen­di­do o a sus deu­dos sin ne­ce­si­dad de prisión?

Pa­ra eso sir­ven los jui­cios ora­les y con­tro­ver­sia­les: pa­ra al­can­zar la me­jor po­si­bi­li­dad de res­ti­tu­ción o re­pa­ra­ción al ofen­di­do por par­te del que co­me­tió la ofen­sa, in­clu­so con al­gún cas­ti­go eco­nó­mi­co o al­gu­na con­se­cuen­cia (co­mo el ce­se o la pér­di­da de la li­cen­cia de con­du­cir), su­ma­do al re­gis­tro de un an­te­ce­den­te en el ex­pe­dien­te per­so­nal, que irá en­ca­re­cien­do y agra­van­do even­tos si­mi­la­res y fu­tu­ros pa­ra el ofen­sor.

Es­to sig­ni­fi­ca que en la jus­ti­cia con­tro­ver­sial y oral de­be­mos —y po­de­mos— li­be­rar­nos de la vie­ja con­sig­na he­re­da­da del ca­to­li­cis­mo tra­di­cio­nal de que “to­do de­li­to de­be ser cas­ti­ga­do”. Más bien la jus­ti­cia nos per­mi­ti­rá acu­ñar una nue­va ex­pre­sión: “To­da ofen­sa me­re­ce re­pa­ra­ción y sa­tis­fac­ción in­de­pen­dien­te­men­te de que pro­ce­da un cas­ti­go o no”.

La mi­cro de­lin­cuen­cia de­man­da mi­cro so­lu­cio­nes en lo co­ti­dia­no, que re­suel­ven las pe­que­ñas co­sas que con­fi­gu­ran la per­cep­ción so­cial de la paz o del con­flic­to.

La ma­cro de­lin­cuen­cia es un asun­to na­cio­nal. El ofen­di­do es el Es­ta­do y no una per­so­na.

*Coordinador de asesores de la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal.

2 Respuestas para “Micro y macro delincuencia I”
  1. Muchas gracias por el saludo Antonio.
    Espero que el material sea útil, al menos para contribuir a un debate sobre el rumbo y el modo de avanzar hacia él.
    Alfredo Orellana.

  2. Antonio Romero Lajud dice:

    Ojalá este artículo les llegara a servidores públicos que tienen la encomienda de planear integral y multidisciplinariamente la estrategia en materia de Seguridad Pública, dado que partirían desde el inicio del camino con rumbo y no pegando aquí y remendando allá, porque actualmente parece que avanzan un paso y retroceden tres, esa es la percepción ciudadana. Aunque no tengo el gusto de conocer al autor saludos desde Jalapa, Veracruz.

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