Durante la última década en Estados Unidos, una de las fuentes de histeria más persistentes respecto a América Latina ha sido la posibilidad de que los grupos criminales de México se vinculen con Al Qaeda u otros grupos terroristas.
Mi ejemplo favorito de esta tendencia lamentable viene de Michael Braun, ex funcionario de la DEA, quien dijo en 2010 que, en algún momento no tan lejano, “líderes de al Qaeda van a poder usar el teléfono para marcar a los líderes de Sinaloa…nos va a dar en la madre.”
La noticia de que un presunto agente Iraní quiso contratar un grupo de Zetas para volar un restaurante de comida italiana en Washington junto con las embajadas de Israel y Arabia Saudita, todo parte de un atentado contra la vida del embajador de Arabia Saudita, seguramente va a alentar estos temores. La reacción de Rick Perry, el candidato republicano para la presidencia es ilustrativa; al contemplar la sorpresa de que los iraníes quisieron realizar un ataque terrorista en Washington, llegó a la conclusión de que la frontera sureña necesita más tropas. Es una lógica indudablemente torcida, pero por lo menos podemos darle gracias a Dios que Perry no le pidió a Obama que mandara militares a México, como ha hecho en el pasado.
Aún no se sabe mucho sobre los porqués del atentado contra el embajador, pero la torpeza que lo caracterizó sugiere que un grupo dentro del gobierno iraní lo armó para dejar un rival con los platos rotos, y que no fue un plan verdadero. En todo caso, fue un fracaso total. Pero más allá que la estupidez operacional, esta noticia debería tranquilizarnos, no asustarnos.
El hecho fundamental es que las autoridades se enteraron del complot a través del mundo de los narcos. Los detalles sobre el informante no han salido a la luz, pero los reportes lo identifican como una “fuente confidencial” de la DEA, que implica que no es un agente federal sino un miembro de un grupo delincuente que provee información a las autoridades. Es decir, fue un Zeta quien enteró a las autoridades.
Este suceso ofrece más evidencia de que hay algo que ya sabíamos: las metas de los narcos mexicanos y los terroristas islámicos no son las mismas. Los primeros típicamente quieren evitar la mirada del gobierno americano para poder ganar la mayor cantidad de dinero posible durante el mayor periodo de tiempo posible; los segundos hacen todo lo posible para provocar a los gobiernos occidentales y atraer la atención de todo el mundo.
Para los grupos mexicanos, colaborar con los terroristas va en contra de sus intereses y pone en riesgo sus objetivos más fundamentales. Si un grupo de Zetas hubiera ayudado a llevar a cabo un ataque tan espectacular, la existencia de la organización y sus líderes se habría puesto en riesgo como nunca antes. Por lo tanto, la lógica de auto-preservación argumenta en contra de tal colaboración.
Cabe mencionar que la creciente falta de coherencia dentro de los grupos del narco –en casi todos los grupos más poderosos, se han abierto brechas internas en los últimos tres años– mina el sistema normativo que, de cierta forma, ha guiado el comportamiento del mundo criminal en México. Por lo mismo, ahora vemos crímenes que anteriormente no pasaban, porque los mismos criminales no los dejaban pasar. Antes, no se mataba a los familiares de los enemigos; ahora sí. Hace 20 años, los narcos ni secuestraban ni extorsionaban; ahora sí.
Este fenómeno, a la vez, incrementa la posibilidad de que un grupo se aleje completamente de las normas que anteriormente dominaban, y que actué de una forma irracional. Vimos un ejemplo de eso en el caso del llamado Comandante Kilo, presunto responsable para las fosas en San Fernando, Tamaulipas, quien desobedeció órdenes para bajar la violencia en su zona. Fue sin duda una decisión irracional.
Sin embargo, si bien la inestabilidad en el mundo criminal ha generado horrores como los de San Fernando, los narcos mexicanos no son terroristas internacionales. Nexos entre los iraníes o agentes de Hezbollah y grupos como los Zetas son teóricamente posibles, pero toda la lógica va en contra de tal relación. Mientras siga así, hay muy poca probabilidad de que la pesadilla de Braun mencionada arriba vuelva una realidad.
Mejor preocupémonos por las pesadillas que sí están sucediendo. Desafortunadamente, éstas sobran.