La búsqueda para el candidato republicano ideal sigue. A Mitt Romney, se le sigue viendo como un liberal deshonesto y disfrazado de derechista. Michele Bachmann no puede deshacerse de su reputación de loca ni de los temores de que nunca podría ganarle a Obama. Ahora, la nueva esperanza conservadora es Rick Perry, el gobernador de Texas desde hace más de diez años. A penas unas semanas después de declarar sus ambiciones, y a cuatro meses del arranque del proceso electoral, Perry ya encabeza las encuestas de los aspirantes republicanos.
Perry tiene unas posiciones bastante extremas (más sobre eso en un momento), pero hay que reconocer que en algunos temas, el gobernador se ha mostrado como un político innovador y agradable. Por ejemplo, se opone a una muralla fronteriza como medida de frenar la migración, lo cual lo separa de los duros de su partido. En 2001, cuando su partido republicano era mucho menos extremo en muchos aspectos, Perry propuso un plan de salud pública binacional, para atender a los residentes en los dos lados de la frontera. Sus políticas educativas también han sido alabadas por expertos en el tema. Su gran ventaja, según el ex-presidente demócrata Bill Clinton, es que es un “galán pícaro”.
Comparada con Bachmann, la otra preferida del Tea Party, Perry parece ser un candidato más viable para la elección general, y es por eso que él ha despertado las esperanzas de los opositores a Obama.
Sin embargo, Perry tiene una larga y creciente lista de ideas y comentarios que deberían preocupar a los votantes republicanos. El que más llama la atención es su creencia, ya reafirmada varias veces, que el sistema de pensiones públicas establecido hace más que 70 años es un esquema Ponzi, es decir, un gran fraude. También implicó que una nueva inyección de liquidez en el mercado por parte de Ben Bernanke, una táctica común ante una recesión, sería un crimen casi equivalente a la traición.
Y para colmo, firmó la orden de ejecución en 2004 de un hombre que todas las evidencias sugieren era inocente. Desde que salió a la luz la historia trágica de Cameron Todd Willingham –a quien se le culpó por el incendio que mató a sus tres hijos, aunque no existía ningún fundamento científico para concluir que Willingham lo había prendido– Perry ha negado cualquier intento de esclarecer el caso. Cuando se le preguntó sobre la posibilidad de ejecutar un hombre inocente en un debate republicano hace unas semanas, contestó: “Nunca he luchado con eso”.
Sus comentarios sobre la inseguridad en México se caracterizan por una combinación de histeria e ignorancia. En noviembre de 2010, pidió que Obama mandara militares del EU a México (aunque aclaró que se tendría que hacer con la aprobación del gobierno mexicano). En agosto del mismo año, comparó la situación en la frontera al inicio de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más sangriento de la historia humana, donde murieron más de 60 millones de personas en seis años.
Los modelos de la ciencia política han demostrado que el factor más determinante en las elecciones presidenciales es la economía. Bajo esa lógica, Obama debería estar en un lío muy grave. El desempleo sigue en un nivel altísimo, la recuperación ha sido muy leve, una nueva recesión es cada vez más probable, los mercados siguen preocupados por la deuda, etcétera. Es por eso que hace unas semanas, la aprobación del desempeño de Obama cayó hasta 38 por ciento según la firma Gallup, un nivel donde la historia sugiere que una victoria es muy poco probable.
Sin embargo, en una carrera hipotética contra todos sus rivales, Obama le gana a cada uno. Contra Perry, las encuestras preliminares hacen a Obama el favorito claro, y su ventaja solamente crecerá mientras el electorado se entere de las posiciones extremas del tejano.
Siempre hay una cierta tensión en las elecciones primarias entre la fidelidad a las causas más importantes para los activistas por un lado, y la posibilidad de ganar una elección general ante un grupo de votantes mucho más moderados, por el otro. Eso es una parte perpetua de las elecciones presidenciales en la Unión Americana. Pero el partido republicano se desplaza cada vez más hacia la derecha extrema, generando una tensión exagerada entre los dos objetivos mencionados arriba. Esta dinámica dificulta las victorias en las elecciones generales, porque los candidatos que más agradan a la base activista suelen provocar algo de miedo entre el electorado general.
Seguramente hay una corriente republicana que quedó encantado con la comparación entre el sistema de pensiones de seguro social y un fraude masivo. (El aplauso grotesco para Perry por las 234 personas ejecutados en Texas durante su mandato demuestra que también le agrada a muchos republicanos la mano durísima y mal aplicada. Qué lástima.) Sin embargo, es de los programas que más quieren los ciudadanos americanos. Por más probable que parezca su nominación, esa declaración sola es capaz de hundir la candidatura de Perry. Si llega a ser el adversario de Obama, los operadores del presidente tendrán una labor bastante fácil: nada más producirán spot tras spot con la cara de Perry, diciendo “seguro social” y “esquema Ponzi”.
A pesar de todos los problemas de la administración actual, eso podría ser suficiente para que Obama vuelva por cuatro años más. Con Perry de abanderado republicano, lo más probable es que la elección del año que entra sea una que rompa los modelos.