De nuevo, Vicente Fox está hablando de un pacto con el narcotráfico. Bueno, él no usó esa palabra en su discurso reciente en el Cato Institute, en Washington, y niega que su propuesta sea un pacto. Sin embargo, parece que está hablando de un pacto, y muchos medios mexicanos lo etiquetaron como tal. Lo que sí dijo fue, “Negociar no es la palabra correcta. Sí se puede buscar un cese al fuego.” Luego comparó el reto de los zapatistas en el principio de su sexenio con el desafío actual del crimen organizado, y propuso que los líderes mexicanos estén dispuestos a “hablar con un criminal”, como su administración hizo con el Subcomandante Marcos.
No es la primera vez en que Fox habla así. Hace unos meses, el ex-presidente dio un discurso en el cual propuso convocar “a los grupos violentos a una tregua [y]…valorar la conveniencia de una ley de amnistía.” Y unos días después, publicó una columna bastante rara en la cual negó haber sugerido un pacto, pero volvió a enfatizar la necesidad de una tregua, mientras, por una razón que solamente sabe él, citó al criminólogo famoso Albert Einstein en tres ocasiones.
Es una serie de mensajes confundidos, sin duda. ¿Cómo se logra un cese de fuego sin que haya una negociación? ¿Y cómo puede comparar a los zapatistas, rebeldes ideológicos y aislados, con los grupos de crimen organizado, que operan en todo México en pos de ganancias? ¿Y si habla de una amnistía abierta para criminales como una manera de bajar la violencia, cómo puede negar que tiene los elementos básicos de un pacto? En fin, la de Fox es una visión muy borrosa.
De todas formas, vale la pena repasar los problemas de un pacto. Además de todos los problemas de la política doméstica (un pacto daría un arma bastante potente a los partidos opositores), de la geopolítica (México tendría un reto aún más grande en cambiar la percepción internacional sobre el país si entra en un pacto), y del moral (si los narcos pueden tener un pacto, entonces por qué los robacoches no?), hay otro razón para rechazar cualquier búsqueda de pacto o tregua: no serviría para bajar la violencia.
Se dice que el apogeo del narcopacto fue durante la época priísta, durante los sexenios de Carlos Salinas, Miguel de la Madrid, y Ernesto Zedillo. Desde luego, no generaba una paz absoluta, ya que sobraban episodios violentos en aquella época también, aunque con una frecuencia mucho menor que la de hoy. Pero aun si aceptamos la hipotesis de una paz lograda a través de un pacto hace 20 años, eso no significa que lo mismo es posible hoy en día. El problema es que el narcotráfico ha cambiado. Antes, la industria se dividía en dos o tres grandes organizaciones: las del Golfo y del Pacífico (cuyo sede se iba cambiando de Guadalajara a Juárez, y luego a Sinaloa). Luego de la división entre Amado Carrillo y los Arellano Félix, se agregaba el Cártel de Tijuana al escenario como un grupo independiente. Con tan pocos actores relevantes, mantener una paz era relativamente fácil.
Pero los grandes grupos que dominaban el tráfico de cocaína y otras drogas se han fracturado. Además de los tres grupos anteriormente nombrados, han surgido decenas de nuevos: La Línea, Gente Nueva, Los Zetas, La Resistencia, La Mano con Ojos, Los Caballeros Templarios, etcétera. Cualquiera de ellos sería capaz de detonar un espiral de violencia y quebrar un pacto de no-violencia, lo cual lo hace casi imposible de mantener. Como prueba, nada más véase las varias ocasiones recientes en que los principales narcos mexicanos, con el apoyo del gobierno, han intentado concretar otro pacto para dividir el territorio y bajar la violencia. En cada ocasión, el pacto duró apenas unos meses antes del regreso de los balazos. No obstante, Fox cree que una tregua arreglada por el gobierno es una opción viable.
En su discurso más reciente, Fox también pronunció:
“Aquí en Estados Unidos no hay negociación con los criminales, pero hay una tolerancia increíble porque los que trafican la droga, cobran el dinero y venden las armas, aquí están. ¿Por qué no los acaban?”
Creo que ahí se revela la confusión, y también una parte de la solución. Como dice Fox, en Estados Unidos no existen pactos entre el gobierno y los narcos, pero tampoco es preciso decir que existe una tolerancia para los que trafican. Con una demanda tan enorme para las drogas, no existen los recursos para acabar con la industria, así que unos cuantos narcos –o más bien, unos muchos narcos– siempre van a existir. Pero no es que se toleran; todo vendedor de drogas, desde el chiquillo que vende mota en su dormitorio universitario hasta los que trafican grandes cantidades de cocaína y heroína de Sudamérica, puede caer detenido en cualquier momento.
Ante este contexto, existe un entendimiento entre los narcos y los cuerpos policíacos que los criminales que se pasan de la raya serán los primeros en caer. Es decir, el grupo que empieza a matar de manera desmedida, o atacar policías, se convierte en la prioridad del gobierno, que implica la destrucción del grupo en cuestión. Los vendedores de droga que evitan tales agresiones tienen mucha más posibilidad de evitar la cárcel. Esta dinámica crea grupos más defensivos, y además genera una cierta estabilidad dentro de la industria del narcotráfico en Estados Unidos. El resultado es un acuerdo tácito entre todos los actores sobre lo que sí se “permite” y lo que no.
Me pregunto si esto es lo que quiere Fox. Sin duda, eso hace falta en México. Los grupos que generan los actos de violencia más espantosos siguen de pie. Células individuales caen –la mayoría de los presuntos responsables por el ataque en el Casino Royale, por ejemplo, se encuentran tras rejas– pero los grandes grupos no. Para los grandes capos, el incentivo de evitar actos muy agresivos no existe.
Eso es lo que tiene que cambiar. Para que exista ese acuerdo informal y mutuo entre los criminales y el gobierno, éste último necesita un sistema de justicia capaz de imponer castigos cuando una pandilla se pasa de la raya. Es decir, hoy en día, la raya ni existe.