Ya es un rito semianual: hace unos días, igual que en los dos otoños pasados, Chapo Guzmán salió en una lista de la revista Forbes de las personas más poderosas del mundo, en el lugar 55. (En la otra parte del rito, cada primavera Forbes lo ubica dentro de la gente más adinerada del mundo.)
La revista estadounidense ofrece una metodología para explicar su selección, en que identifican los cuatro factores para determinar el poder de cada individuo: la cantidad de gente viviendo bajo su sombra, los recursos financieros que maneja, el número de ámbitos en los cuales tiene influencia, y lo agresivo que es en el uso de su poder. Supongo que Forbes publica su metodología para darle a este ejercicio arbitrario un aspecto científico, pero la verdad es que no lo tiene. En el caso de Guzmán, su inclusión es, como siempre, una idiotez sin fundamento.
Como evidencia, nada más véase los nombres que no aparecen en la lista, o que salen por debajo del Guzmán. Uno que llama la atención es Leon Panetta, el secretario de defensa estadounidense, quien no aparece en ninguna parte de la lista de Forbes. Panetta maneja una burocracia con más de 3 millones de empleados, que tiene un presupuesto de más de 500 mil millones de dólares. Si bien no es capaz de lanzar guerras (ese derecho queda reservado a Barack Obama y el Congreso), Panetta es el jefe de las fuerzas armadas más potentes del mundo. ¿Bajo qué criterio se puede argumentar que Guzmán tiene más poder que Panetta?
¿O que tal Tim Cook, el mandamás de Apple? Es una de las compañías más exitosas e innovadoras del planeta, y si la historia es una guía confiable, lo más probable es que durante su gestión, Cook llevará al mercado un producto o dos que cambiará la forma en que vivimos. Guzmán en cambio simplemente va a seguir abasteciendo la demanda de los consumidores de cocaína y las demás drogas, lo mismo que ha hecho desde hace décadas. ¿Es cierto que un narcotraficante aislado en la Sierra Madre Occidental puede mover el mundo más que Cook?
También es interesante que según Forbes, Guzmán está en el lugar 1,140 de los hombres más ricos, pero lo ubican dentro de los primeros 60 en cuanto al poder. (Por cierto, el aproximado de su fortuna de mil millones de dólares también carece de sustento.) ¿Cómo se puede explicar esa brecha enorme? ¿Por qué es mucho más su poder que su fortuna? Me imagino que los editores de Forbes dirían que es porque Guzmán tiene un millar de sicarios bajo sus ordenes y es muy agresivo, pero eso es un razonamiento muy pobre.
La verdad es que, comparado con otras personas de recursos similares, ser narcotraficante no incrementa su fuerza; la disminuye. Cualquier jefe de estado controla más hombres armados que el Chapo; hay más que 500 mil soldados y marineros por debajo del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero –otro nombre que no sale en la lista de los poderosos– pero con la diferencia que ellos sí tienen la capacidad de participar en operativos de la ONU, defender su territorio nacional, e influir la geopolítica del mundo. Otros hombres extremadamente ricos típicamente tienen acceso a los funcionarios de más alto nivel, y pueden influir sobre las políticas que se implementan en su país.
Guzmán no puede hacer nada de eso, o por lo menos no de manera abierta y directa. Una gran parte de su existencia es esconderse para sobrevivir. Además, su influencia empresarial está limitada al mundo de las drogas, que no es una industria tan transcendente para que él supere, por ejemplo, a Paul Allen, co-fundador de Microsoft, quien tampoco está dentro los más poderosos.
En fin, Guzmán no es más poderoso por ser fugitivo, sino lo contrario. Estas listas no son para tomar muy en serio, pero la tendencia de exagerar el tamaño de nuestros enemigos es bastante lamentable.