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Cuestionario urbano – Enrique Rangel
Este País | Regina Reyes-Heroles | 03.01.2011 | 5 Comentarios

En­ri­que “Qui­que” Ran­gel

¿Cuál es su lu­gar fa­vo­ri­to de la ciu­dad?
Mi ca­sa en la Con­de­sa, por­que es mi es­pa­cio, por­que aquí ten­go los dis­cos y la mú­si­ca que he de­ci­di­do que me acom­pa­ñen; los li­bros con los que he con­vi­vi­do y con los que quie­ro con­vi­vir. Pe­ro ade­más ten­go la suer­te de vi­vir en una zo­na don­de pue­do sa­lir y re­sol­ver los pro­ble­mas co­ti­dia­nos, co­mo ha­cer pa­gos o ir al ban­co, sin ne­ce­si­dad de su­bir­me a un co­che. Y en ca­so de que ten­ga que des­pla­zar­me, to­do es­tá a dis­tan­cia de un pa­seo en bi­ci­cle­ta, que es el me­dio de trans­por­te que más uti­li­zo y el que dis­fru­to.

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Foto tomada de Flickr/CC/JuanBarrios
¿Cuál es su lu­gar abo­rre­ci­do?
Una vez que me su­bo a mi co­che, de­trás del vo­lan­te, cual­quier lu­gar don­de pue­da es­tar se con­vier­te en el lu­gar más hos­til.

Gra­cias a mi tra­ba­jo he te­ni­do la opor­tu­ni­dad de ir a mu­chas ciu­da­des y no he te­ni­do ne­ce­si­dad —qui­zá só­lo en Los Án­ge­les— de ma­ne­jar. Pe­ro creo que si tu­vie­ra que ma­ne­jar en Bo­go­tá o Bue­nos Ai­res, no se­ría na­da com­pa­ra­do con po­ner­se atrás de un vo­lan­te en la Ciu­dad de Mé­xi­co. Hay una cues­tión de te­rri­to­ria­li­dad, de ha­cer el es­pa­cio pro­pio, que se ma­ni­fies­ta al es­tar en un au­to. Por al­gu­na ra­zón el co­che se con­vier­te en un es­pa­cio vi­tal, en un ar­ma, una de­fen­sa de ese otro que te va a ga­nar el es­pa­cio ha­cia don­de tú tie­nes que avan­zar.

¿Qué ve cuan­do pien­sa en la pa­la­bra ciu­dad?
Ma­pas, lí­neas rec­tas y án­gu­los rec­tos.

¿A qué hue­le su ciu­dad?
A pol­vo y a esmog, aun­que a ve­ces hue­le a ve­ge­ta­ción mo­ja­da.

¿Cuál es el so­ni­do de su ciu­dad?
Es un ru­mor cons­tan­te, un rui­do cons­tan­te; una dis­cu­sión.

¿Por qué par­te de la ciu­dad ca­mi­na?
Cer­ca de mi ca­sa, pe­ro siem­pre he pre­fe­ri­do la bi­ci­cle­ta —aun­que es más di­fí­cil ser ci­clis­ta que pea­tón. És­ta es una ciu­dad don­de man­dan los au­tos y los pea­to­nes se re­fu­gian y se de­fien­den de ellos, pe­ro exis­te la con­ven­ción so­cial de que la ban­que­ta es pa­ra los pea­to­nes y la ca­lle pa­ra los au­tos. ¿Y la bi­ci­cle­ta?

¿Qué co­sas le cam­bia­ría a la ciu­dad en que vi­ve?
Eso, que hu­bie­ra un es­pa­cio pa­ra la bi­ci­cle­ta. Ade­más, da­ría prio­ri­dad al trans­por­te co­lec­ti­vo an­tes que al in­di­vi­dual. Ha­bría que reor­ga­ni­zar­lo, re­di­se­ñar­lo, rein­ven­tar­lo; vol­ver a ha­cer­lo des­de ce­ro.

¿Qué mul­ti­pli­ca­ría?
Los cen­tros de con­vi­ven­cia de ca­da co­mu­ni­dad, de ca­da ba­rrio. Pe­ro evi­ta­ría que fue­ran cen­tros co­mer­cia­les con la con­cep­ción de mall. Más bien bi­blio­te­cas o par­ques. Mul­ti­pli­ca­ría el con­cep­to del pa­seo, de sa­lir de tu ca­sa y es­tar en el cen­tro de tu co­mu­ni­dad con­vi­vien­do con tus ve­ci­nos. Hay que pen­sar que la vi­da no só­lo exis­te en tus cua­tro pa­re­des y que tu ca­sa no es la de­fen­sa de tus ve­ci­nos, si­no la po­si­bi­li­dad de ac­ce­der a un es­pa­cio com­par­ti­do con ellos. Pien­so en las te­rra­zas de las ca­sas de Mi­na­ti­tlán, don­de vi­ví en mi in­fan­cia; ahí la gen­te sa­lía a ver qué pa­sa­ba con sus ve­ci­nos, a es­tar en sus te­rra­zas y la ca­lle. Eso tam­bién lo vi en Mon­te­rrey, cuan­do iba a vi­si­tar a la fa­mi­lia de mi pa­pá; se sen­tían esas ga­nas de es­tar afue­ra al ter­mi­nar el tra­ba­jo y el día, no ha­bía ne­ce­si­dad de pro­te­ger­te.

¿A qué le te­me de su ciu­dad?
Ha­ce cua­tro años apren­dí a te­mer­le a las inun­da­cio­nes. Se inun­dó mi ca­sa, el agua su­bió unos vein­te cen­tí­me­tros. Al fi­nal, es­ta­mos vi­vien­do so­bre un la­go.

¿En qué ciu­dad le gus­ta­ría vi­vir?
No me ima­gi­no vi­vien­do en otra ciu­dad que no sea és­ta, pe­ro po­dría vi­vir en Bue­nos Ai­res o en To­kio. És­ta es una ciu­dad ha­bi­ta­ble, el per­fec­to equi­li­brio en­tre la ur­be y el pue­blo, en­tre los es­pa­cios pri­va­dos y los pú­bli­cos.

Su ciu­dad en tres pa­la­bras.
Gris, caó­ti­ca y en­tra­ña­ble.

Su ciu­dad en tres co­lo­res.
Ver­de, gris y ne­gro.

Su ciu­dad en tres lu­ga­res.
El pa­tio de mi ca­sa, el Pe­ri­fé­ri­co y la Con­de­sa.

Su ciu­dad en tres crea­cio­nes.
Las To­rres de Sa­té­li­te, “Chi­lan­ga ban­da” de Jai­me Ló­pez y Ciu­dad Uni­ver­si­ta­ria.

Su ciu­dad en tres per­so­na­jes.
Só­lo pue­do men­cio­nar dos, son dos vi­sio­nes que me ayu­da­ron a apren­der a dis­fru­tar­la: Mel­quia­des He­rre­ra, ar­tis­ta con­cep­tual —si ca­be la de­fi­ni­ción— y teó­ri­co del ar­te ali­men­ta­do de la cul­tu­ra po­pu­lar en ge­ne­ral, y de la ur­ba­na y chi­lan­ga en par­ti­cu­lar. El otro es Jor­ge Ibar­güen­goi­tia, en su ver­sión de cro­nis­ta y ar­ti­cu­lis­ta del an­ti­guo Ex­cél­sior. A ca­si cua­ren­ta años, al­gu­nos de sus es­cri­tos so­bre pro­ble­mas pre­ci­sos si­guen for­man­do par­te de mi vi­da en la ciu­dad.

Su ciu­dad en un re­cuer­do.
Mi pri­mer en­cuen­tro con es­ta ciu­dad fue a mis cin­co años. Ve­nía con mi fa­mi­lia —de pa­so de Mi­na­ti­tlán a Mi­choa­cán— a ver a la fa­mi­lia de mi ma­má y pa­sa­mos un día aquí, en un ho­tel en Re­pú­bli­ca del Sal­va­dor. Re­cuer­do ca­mi­nar por esa ca­lle y lle­gar al Zó­ca­lo, que siem­pre im­po­ne, to­do ilu­mi­na­do —co­mo pe­lí­cu­la de los años 70— con esas enor­mes cam­pa­nas y no­che­bue­nas. Des­pués fui­mos a to­mar­nos fo­tos con el San­ta Claus de la Ala­me­da.

Si su ciu­dad fue­ra un ani­mal, ¿cuál se­ría?
Dar­le ras­gos fí­si­cos a la ciu­dad me cues­ta tra­ba­jo por­que es un mons­truo con más ór­ga­nos de los que creo que tie­ne un ser vi­vo. No es una ciu­dad an­tro­po­mor­fa, no es ni un ma­mí­fe­ro y tam­po­co tie­ne cua­tro ex­tre­mi­da­des y una ca­be­za. No pue­do dar­le esa for­ma, ten­dría que ser una Me­du­sa o una bac­te­ria enor­me, un mi­croor­ga­nis­mo vi­vo que pue­de tam­bién ser una ba­bo­sa. Y no­so­tros so­mos co­mo pa­rá­si­tos de esa bes­tia, so­mos y la he­mos crea­do.

5 Respuestas para “Cuestionario urbano – Enrique Rangel”
  1. […] Para leer la entrevista a Enrique Rangel da click aquí.  […]

  2. andrea dice:

    Gracias Quique!!
    De lejos, pude sentir mi Ciudad/su mùsica, su gente, su comida, su aroma, sus rincones…
    Caòtica y entrañable, sin duda.
    Un abrazo a toda la «chilanga banda»!!
    😀

  3. @Guapologa dice:

    Interesantes respuestas, mezcla de admiración, afianzamiento al DF y, al mismo tiempo, algo de miedo, quizás…

  4. Piojojoi! dice:

    Serían más amigables las ciudades si se pudieran comportar como pequeñas comunidades, dónde pudieras ir a tu trabajo, a casa, a comprar y a caminar con la familia en el mismo entorno. Las ciudades que se extienden entre concreto, puentes y autos son hostiles para las personas y todo mundo vive a la defensiva pasando horas tras el volante y viajando grandes distancias.
    ha llegado el tiempo darle lugar a los espacios sin cemento 😉

  5. […] This post was mentioned on Twitter by Andrés Lajous, María María. María María said: RT @andreslajous: Quique @cafetacvba: Ésta es una cd. donde mandan los autos y peatones se refugian y defienden de ellos http://j.mp/hNiyTI […]

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