Eugenio Toussaint, in memoriam
Hace catorce años, en 1997, unos científicos entusiastas del Instituto de Tecnología de Massachussets (mit) publicaron un artículo a partir de las investigaciones que realizaban en ese entonces. Se trata de “El último libro” (“The Last Book”), en el que se habla de un volumen de cientos de páginas electrónicas donde se podría cargar cualquier título.
“El problema, desde luego, con los libros tradicionales, es que no son cambiables. El objetivo del proyecto libro-electrónico es construir una versión convincente del libro, actualizada para el uso moderno”, describían en su ensayo.1
La idea era elegir el libro a leer a través de varios botones y controles en el lomo; posteriormente, el texto se cargaba en las doscientas o trescientas páginas electrónicas. Posiblemente después de algunas pruebas y de imaginar cómo funcionaría, así como de calcular cuánto costaría fabricar y comprar un aparato con cientos de hojas, el invento fue evolucionando: diez años después ya estaba en el mercado el Sony Reader y un año más tarde le haría la competencia el Kindle de Amazon.
“El último libro”, entonces, no consistía en cientos de páginas, sino más bien en una página electrónica a la cual se le podría dar la vuelta virtualmente para que la siguiente apareciera en la misma pantalla; en el pequeño dispositivo cabrían desde doscientos libros —y cada vez más, según su capacidad de almacenamiento.
El debate, desde hace unos dos años, se ha centrado en si este aparato reemplazaría a su contraparte impresa o no. Por un lado se argumenta que el tacto y el olor de un libro impreso son únicos y, por el otro, se defiende el hecho de poder cargar con la librería completa en la bolsa o el portafolios. Es un debate similar al de la continuidad del álbum musical físico con la llegada de los reproductores de mp3.
Tal vez, decían algunos, cuando se popularizara el papel electrónico a color las masas serían seducidas.
En ese sentido, este mes de marzo es crucial: ha salido al mercado el Hanvon Color e-Reader, primer e-book que utiliza papel electrónico a color.
La novedad del producto chino no es tanto el que utilice papel electrónico a color, sino que lo pueda tener a un precio razonable —quinientos dólares—, comparado con el que tenía dicha tecnología hace unos años —miles de dólares.
Quizás este primer e-book colorido está abriendo una brecha que más adelante otros gozarán. En este mismo espacio, pero en agosto de 2008, escribí sobre “El nuevo alfabeto o el matrimonio Kindle-iPod” y cómo ello podía derivar en un nuevo alfabeto. Explicaba que se debían reunir ciertos atributos de cada aparato para crear un e-book con capacidad para presentar libros multimedia (con audio, video, imagen y texto incluidos).
Para abril de 2009, retomé el tema en esta columna, sobre todo a partir del videojuego de PlayStation 3, Valkyria Chronicles, como ejemplo visual de cómo podría ser escrita y leída la literatura electrónica utilizando el que yo había llamado “alfabeto electrónico”.
En marzo del año pasado la compañía Apple lanzó al mercado el iPad, que parecía algo muy cercano a lo que yo esperaba, con el detalle de que su pantalla era de led —emitía luz propia— y le faltaba un requisito esencial del Kindle: la tinta electrónica reflejante, es decir que no emite luz sino que, como una hoja de papel impresa, la refleja —algo que hace que, una vez que la página se ha cargado en la pantalla, el consumo de energía sea nulo.
El iPad más bien inició la ruta de las llamadas Tablet pc’s, una suerte de computadoras/interfases que aún están en un territorio de riesgo: pueden ser olvidadas para siempre o convertirse en un bien indispensable. Si se mantiene como un objeto práctico sólo para un sector de la población está condenado a desaparecer, pero si se logra posicionar como un aparato multiusos que requieran las masas —como el celular—, entonces se quedará por unos buenos años en el mercado.
El iPad fue un nuevo invento de Apple, y no un producto del matrimonio Kindle-iPod, a partir del cual más bien se concibió a un hijo chino, el nuevo dispositivo de Hanvon.
Pero si el iPad salió al mercado estadounidense hace justo un año, ¿qué interés puede tener este nuevo aparato? El mal presagio para la compañía china es que, ante el común de los consumidores, es posible que no haya ninguna ventaja: quienes gustan del iPad no están interesados en comprarlo para leer libros, y quienes sí compran dispositivos para leer libros electrónicos encontrarán este invento un tanto absurdo, pues es un producto a color para el cual el noventa por ciento o más del contenido estará en blanco y negro. En ese contexto, entre un Kindle de menos de doscientos dólares y un Hanvon de quinientos dólares, la opción parece obvia.
Es una noticia increíblemente buena que haya surgido por fin un libro electrónico a color; sólo falta la infraestructura para aprovecharlo. El gigante en el rubro, Amazon, debe estar tomándose su tiempo pavimentando un terreno para que cuando lance su color-Kindle, el mercado literario electrónico sea a color y multimedia.
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1 J. Jacobson, B. Comiskey, C. Turner, J. Albert y P. Tsao, “The Last Book”, ibm Systems Journal, 36(3), 1997.
Donde se puede comprar el Hanvon Color e-Reader?