Recuerdo que durante mi infancia, me encontraba, casi de manera permanente, “auditivamente sitiado” por el tocadiscos de mi padre y el folklore de Mercedes Sosa; este clima musical, emanaba de un paradigma ideológico concebido desde la izquierda, producto del exilio político de mi madre desde la Argentina y de la combatividad de mi padre y sus compañeros, en trincheras pintadas de rojo, de ideales y de lucha.
Debido a este antecedente, adquirí desde temprana edad, una visión muy romántica de esta ideología, lo que me fue llevando gradualmente a distinguirla por sobre las otras, como base ineludible y estructural de una idea auténtica de justicia, que acababa siempre asociando, de alguna u otra forma, a la figura simbólica, contestataria e insurrecta de la “Meche”, en un entorno pleno de bohemia e intelectuales, que me maravillaba y asombraba.
Era la América Latina de principios de los ochenta, llena de dictaduras militares, caldo de cultivo de la guerra fría, revolucionaria, confrontada, políticamente activa y en ciernes de ser devastada económicamente por un modelo económico que comenzaba a implantarse; La América Latina de Las Malvinas, de Sendero Luminoso, Videla, Stroessner, Pinochet, de la guerra fratricida en Centroamérica y la “dictadura perfecta” mexicana.
Una América Latina que volteaba a ver con admiración a la Cuba planificada bajo y para la esfera soviética, ubicándola como un modelo a seguir dentro de lo caótico del contexto regional; una América Latina, que ubicaba a Fidel Castro como un referente irrenunciable del ídolo; una América Latina, en donde el “mal” y el “bien” tenían caras muy visibles y los “blancos y los negros” carecían de matices.
En ese contexto, la izquierda tenía muy claro su rol y función de contrapeso, sobre todo, en contra de las ultraderechas militarizadas y del peligro, que estás representaban para el subcontinente. Los enemigos eran visibles y reales, por ende, su papel, acción y discurso, tenían que ser igual o más reactivos, para poder triunfar e imponer su ideología al interior del colectivo social.
Sin embargo, una vez que se logro el triunfo ante las dictaduras, con la restauración social de los sistemas políticos democráticos en casi la totalidad de los países latinoamericanos, las élites de izquierda, presentaron dos grandes carencias estructurales que no les permitieron alcanzar el poder.
Por un lado, se exhibió una incapacidad de este grupo de renovar su estructura ideológica-discursiva ante los nuevos tiempos políticos y demandas; por el otro, fueron incapaces de poder hacerle frente al nuevo arquetipo económico global impuesto sobre la región, careciendo de la habilidad y del conocimiento técnico para poder proponer un modelo alterno que pudiera suplantarlo.
Esta falta de adecuación-confrontación al nuevo paradigma político-económico, fue aprovechado en mayor medida por las derechas democratizadas, que aprovechándose de la obsolescencia visible en la estructura de los sistemas de partidos de izquierda, aprovecharon el bono democrático del voto popular, posicionándose con un discurso mucho más atractivo en términos electorales.
El triunfo de la derecha, nos llevó a prácticamente 20 años de desarrollo perdido en la región (1980-2000) con la imposición de un sistema neoliberal, que tuvo como uno de sus objetivos específicos, debilitar al máximo la capacidad operativa de esta ideología. Tuvimos que esperar hasta la alborada del nuevo siglo, para que se empezara a dar el “renacimiento” de la izquierda latinoamericana, ante la ventana de oportunidad que representó el hartazgo generado por el retroceso económico y social que sufrió todo el continente.
Desde 1998, diez países en América Latina, que aglutinan dos terceras partes de la población total de la zona, han tenido gobiernos con tendencia de izquierda o de centro-izquierda (Argentina, Brasil, Ecuador, Chile, Perú, Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Uruguay). Este fenómeno, ha representado sin lugar a dudas, un salto hacia adelante en términos de adeptos y un momentum histórico único para esta corriente.
Es un hecho que la izquierda latinoamericana tuvo en su destierro, casi dos decenios para renovarse y proponer nuevas ofertas al electorado; también, como lo hemos descrito, no fue la capacidad de este sector lo que provocó que la sociedad votara por esta corriente, sino el hartazgo que esta presentó, ante un fenómeno de desgaste, provocado, por los malos gobiernos de una derecha omnipresente.
En el recuento de los daños, se percibe, al igual que con las derechas, una enorme deuda de esta corriente ideológica que ha desaprovechado su estadío en el poder. Salvo en el caso de Brasil, Chile y Uruguay, en donde se ha logrado dar un socialismo moderno, que ha permitido disminuir las desigualdades sociales y ha promovido la ciudadanía social y politizada, el resto de las naciones mencionadas, presentan, al igual que en el pasado, ningún tipo de avance e incluso retrocesos.
Hoy en día, es triste la realidad de esta doctrina política en Venezuela, Bolivia, Cuba, Argentina, Ecuador, Perú y Nicaragua, ante su poca eficacia social y económica. Más triste aún, son los casos de México y Colombia, en donde ni siquiera han logrado obtener el poder, ante la fragmentación, canibalización y disolución de los partidos políticos con esta ideología, incluyendo sus propuestas.
Si realizáramos un ejercicio matemático, nos daríamos cuenta que los buenos gobiernos de la izquierda latinoamericana, solo se han dado en tres de los diez casos que hemos mencionado, si hacemos la comparación, a la luz del dato duro más importante, que es el de reducir la brecha de la desigualdad social y la pobreza. Una pobre efectividad.
Esta situación se ha debido a que los gobernantes de esas naciones, han mostrado una grave inoperancia y falta de madurez política para poder regir los destinos de sus países. Cuando esto sucede, el camino fácil siempre será revivir, bajo un falso esquema de beneficio basado en lo mediato, los viejos fantasmas del pasado; el populismo demagógico y sus correlatos tradicionales, el nacionalismo, el estatismo y el autoritarismo.
Por su peso histórico, hoy más que nunca la izquierda tiene la oportunidad de renovarse y de modernizarse, bajo las propias circunstancias internas de cada región y país, fungiendo como una opción real de contrapeso respecto a sus contrapartes ideológicas; esto será básico, incluso para la propia supervivencia de la democracia y sus instituciones. De lo contrario y de seguir negándose al avance en sus ámbitos internos de acción, parecerá que la izquierda latinoamericana, siempre irá a contracorriente y en un afán de nostalgia sin sentido, en búsqueda de la trova perdida.
Me parece plausible el balance que hace el autor acerca de la izquierda en los países latinoamericanos, sin embargo creo que el título del artículo no es acorde con el contenido.
Martín:
Sin duda el contrapeso político en los nuevos esquemas institucionales emergen como una condición sine qua non para evitar los excesos que pudieran derivar en estructuras autoritarias (ya sea dese la parte de la derecha o la izquierda) o en regímenes atomizados con la inherente parálisis gubernamental que generan. El equilibrio en todo caso es vital, y el rol de las izquierdas es fundamental sobre todo destacando la necesidad de reformar su discurso y afinar sus métodos de reproducción política, y ejercicio del poder. Esté último punto, como afirmas atinadamente, es un gran reto que en países como el nuestro se ve aún lejano. ¡Bien por la semilla que arrojas! Sin duda es un principio loable para los que aún pensamos que el corazón late a la izquierda. Un abrazo!
En la reducción final que haces de las izquierdas eficientes que sí han logrado reduicir la desigualdad, están dos elementos que explícitamente no describes: la democracia y el mercado. Satanizados por la izquierda tradicional, estos dos conceptos han sido tanto el vehiculo para llegar democráticamente al poder, como para comenzar a distribuir y tumbar brechas con políticas públicas serias y consistentes. ¿Qué viene después en esos países (Chile, Uruguay y Brasil); quién sabe, no hay la arrogancia setentera de adivinar el futuro, sólo construyen sociedades más maduras que seguramente encontrarán la Trova perdida o darán un nuevo significado a su potencia lírica. De Argentina…qué pena, pero eso es harina de otro costal, como México. Tienen en común enfermedades análogas, pero de nombre distinto que nada tienen que ver con la teoría económica: el pesado corporativismo del PRI y el Peronismo. Eso sí no sé cómo se cura. Felicidades por el artículo.
Querido Martìn: tu visiòn es realista y a su vez nostàlgica. Nostalgias de un ayer con sueños, utopìas y dolores que hemos sabido vivir y soportar.
Quizàs el devenir històrico te dè la razòn; yo lo dudo no porque no la tengas sino porque los tiempos se han globalizado en otra corriente màs crìtica: la corriente del conformismo y de la institucionalizaciòn de la mediocridad.
Mientras haya nostàlgicos habrà esperanza.
Nuestra voluntad y empeño por sì solos no bastan; hace falta hincarse y orar para obtener Sabidurìa e Inteligencia ( las mismas que pidiò el rey Salomòn ).
Un gran abrazo y sè fiel a tus sueños,
Harry
Catedràtico de la carrera: Profesorado en Ciencias Polìticas en el Colegio Superior Roque Sàenz Peña, Cosquìn, Còrdoba, Argentina
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¿Por qué es un problema la lectura? (30.869)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.
Este artículo te lleva de la mano, en mostrarte la evolución que ha tenido la izquierda latinoamericana en los últimos 30 años.
Excelente artículo.
Me parece plausible el balance que hace el autor acerca de la izquierda en los países latinoamericanos, sin embargo creo que el título del artículo no es acorde con el contenido.
Martín:
Sin duda el contrapeso político en los nuevos esquemas institucionales emergen como una condición sine qua non para evitar los excesos que pudieran derivar en estructuras autoritarias (ya sea dese la parte de la derecha o la izquierda) o en regímenes atomizados con la inherente parálisis gubernamental que generan. El equilibrio en todo caso es vital, y el rol de las izquierdas es fundamental sobre todo destacando la necesidad de reformar su discurso y afinar sus métodos de reproducción política, y ejercicio del poder. Esté último punto, como afirmas atinadamente, es un gran reto que en países como el nuestro se ve aún lejano. ¡Bien por la semilla que arrojas! Sin duda es un principio loable para los que aún pensamos que el corazón late a la izquierda. Un abrazo!
En la reducción final que haces de las izquierdas eficientes que sí han logrado reduicir la desigualdad, están dos elementos que explícitamente no describes: la democracia y el mercado. Satanizados por la izquierda tradicional, estos dos conceptos han sido tanto el vehiculo para llegar democráticamente al poder, como para comenzar a distribuir y tumbar brechas con políticas públicas serias y consistentes. ¿Qué viene después en esos países (Chile, Uruguay y Brasil); quién sabe, no hay la arrogancia setentera de adivinar el futuro, sólo construyen sociedades más maduras que seguramente encontrarán la Trova perdida o darán un nuevo significado a su potencia lírica. De Argentina…qué pena, pero eso es harina de otro costal, como México. Tienen en común enfermedades análogas, pero de nombre distinto que nada tienen que ver con la teoría económica: el pesado corporativismo del PRI y el Peronismo. Eso sí no sé cómo se cura. Felicidades por el artículo.
Querido Martìn: tu visiòn es realista y a su vez nostàlgica. Nostalgias de un ayer con sueños, utopìas y dolores que hemos sabido vivir y soportar.
Quizàs el devenir històrico te dè la razòn; yo lo dudo no porque no la tengas sino porque los tiempos se han globalizado en otra corriente màs crìtica: la corriente del conformismo y de la institucionalizaciòn de la mediocridad.
Mientras haya nostàlgicos habrà esperanza.
Nuestra voluntad y empeño por sì solos no bastan; hace falta hincarse y orar para obtener Sabidurìa e Inteligencia ( las mismas que pidiò el rey Salomòn ).
Un gran abrazo y sè fiel a tus sueños,
Harry
Catedràtico de la carrera: Profesorado en Ciencias Polìticas en el Colegio Superior Roque Sàenz Peña, Cosquìn, Còrdoba, Argentina