La composición étnica de Estados Unidos está cambiando a pasos agigantados. Actualmente, la población latina es ya la primera minoría. Cabe preguntar si la relación histórica de fuerzas se mantendrá o se verá drásticamente alterada.
Desde su irrupción como potencia económica, después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se ha mantenido como la primera economía del mundo. Hoy, el PIB de EUA es 2.5 y 2.7 veces el de China y Japón (segunda y tercera economías), y 4.4, 7.2, 9.3 y 14.5 veces el de Alemania, Brasil, Canadá y México, respectivamente. Esta situación también está reflejada en la influencia preponderante de EUA en la geopolítica, que lo situó durante prácticamente todo el siglo XX como la potencia hegemónica, tanto en lo militar y económico como en términos de modelos de desarrollo. El american way of life, arquetipo de vida plena y feliz muy publicitado en la década de los cincuenta y sesenta, traspasó sus fronteras. Prácticamente desde la década de los cincuenta, EUA ha dictado las directrices principales en el desarrollo económico mundial; ha sido una representación “exitosa” de crecimiento económico, democracia y aparente libertad.
No obstante, su estabilidad como primera economía del mundo no se refleja en otros aspectos de su desarrollo histórico. Desde los años cincuenta del siglo pasado, por ejemplo, han existido movimientos sociales, políticos y artísticos que han cuestionado y combatido la visión idealizada del american way of life, tan asociada al éxito económico. La lucha de los llamados “locos” y “raros” que no entraban en el modelo de la familia perfecta norteamericana, como fueron clasificados muchos de los representantes de la llamada generación Beat —entre ellos Gingsberg, Kerouac, Burroughs y Ferlinghetti—, denostaba esa supuesta prueba de una sociedad sin conflictos y en plena abundancia económica. Eran una afrenta contra los tersos pastos de las casas de los nuevos suburbios californianos, contra el poderío militar y económico estadounidense, contra su abrumadora recuperación económica después de la depresión del 29. Gingsberg hacía notar en una noche de tragos en la emblemática librería City Lights de San Francisco: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas”. El libro On the Road, de Kerouac, habría de dar inicio al nomadismo incipiente de los jóvenes norteamericanos que más tarde terminaría de gestarse en el movimiento hippie de los años sesenta y setenta.
A la generación Beat siguieron otros movimientos y figuras que habrían de poner en duda la felicidad descrita en las gráficas de producción y en la benevolencia que publicitaba el gobierno en relación con las intervenciones militares norteamericanas en el ámbito internacional. El movimiento de los derechos civiles y su figura más prominente, Martin Luther King, dejaron al descubierto la herida abierta de décadas de segregación y racismo contra la población negra de EUA, lo cual reafirmó la urgencia de cambios reales en la convivencia social entre grupos racializados como diferentes en un país regido por principios supremacistas. El movimiento por los derechos civiles logró que en los años siguientes al deceso de su líder, Martin Luther King, se gestaran muestras de un incipiente equilibrio entre afroamericanos y blancos o, por lo menos, que fueran abolidas prácticas de racismo como la segregación en espacios públicos y en la vida política.
A mediados de los sesenta, los movimientos feministas y a favor de los derechos de los homosexuales incitaron nuevas corrientes de apertura. Estos grupos exigieron reconocimiento social, participación en la esfera política y laboral en igualdad de condiciones y, en el caso de los homosexuales, la eliminación de todo estigma en relación con las preferencias sexuales.
Casi medio siglo después, Estados Unidos sigue siendo la cabeza de la economía mundial y de un modelo de desarrollo que tiene sus premisas en la apertura de los mercados, la competencia y el consumo masivo como estandarte y eje unificador de una sociedad diversa. Hoy no observamos ejemplos de luchas y movimientos sociales en busca de cambios, sino tal vez muestras atomizadas de grupos (artistas, intelectuales, escritores, cineastas) que buscan alejarse de esa aparente felicidad ejercitada en los centros comerciales. El documental de Robert Kenner, Food Inc., por mencionar sólo un ejemplo, debate críticamente el rumbo económico de EUA desde los años cincuenta con el nacimiento de la cultura de la comida rápida, su influencia negativa en la población norteamericana y en los pequeños productores agroindustriales, y el creciente poder de los grandes consorcios en el comercio de alimentos.
No obstante, hoy, al parecer, hay importantes indicios de que habrá modificaciones y tensiones importantes al interior de los EUA. Estos cambios y tensiones no provienen de algún movimiento social, sino de la composición étnica del país. Los cambios de los últimos 20 años en la composición étnica son tal vez los más importantes de su tipo en casi un siglo, desde la llegada masiva de las migraciones europeas de principios del siglo XX, y deberán tener grandes efectos en la organización social, política, económica y cultural norteamericana.
Los datos del censo poblacional 2010 de EUA son una muestra de que la amalgama social estadounidense, unificada a través de valores inmediatos como el consumo, la “libertad” y la “democracia”, es cada día más incierta. Nos indican que es muy probable que ese cambio en la composición poblacional será el que presente los mayores desafíos al american way of life tan defendido por los grupos conservadores, las empresas, los líderes económicos y los políticos de línea dura.
El resultado más evidente del censo de 2010 indica que la población norteamericana racializada como blanca está disminuyendo respecto al total de la población, mientras que otros grupos aumentan, como es el caso de los latinos, los asiáticos y las personas con mezcla de dos o más razas (ver Cuadro).
Evidentemente, el grupo ganador en términos de crecimiento fue el de los latinos, lo que indica que los EUA se están latinizando a un ritmo muy acelerado. En términos absolutos su crecimiento fue de 15.2 millones, 7 veces más que el crecimiento de la población definida como blanca y 3.5 veces más que el crecimiento de la población de origen asiático y la afroamericana. En total, la población latina fue la responsable de más de 50% del crecimiento del total de la población en Estados Unidos en este periodo y ha llegado a representar 16.3% de la población total, superando por casi 12 millones a la población afroamericana, y por casi 35 millones a la población asiática.1 Actualmente hay poco más de 50 millones de latinos en Estados Unidos. La diferencia entre ésta y la población afroamericana es un indicador muy relevante, pues durante décadas los afroamericanos en EUA fueron la primera gran minoría, título que hoy corresponde a la comunidad latina. La pregunta es qué ocurrirá en el futuro.2
En una sociedad formada históricamente por inmigrantes, este cambio parece natural. No obstante, la nueva composición racial y étnica, y en particular el avance relativo de la población latina, es diferente de otras migraciones, por lo menos de la ocurrida a inicios del siglo XX, compuesta principalmente por irlandeses, italianos y judíos.3 Además de partir de un idioma, tradiciones, valores y una religión distintos de los de la tradición espiritual dominante en EUA, la población latina mantiene un vínculo más cercano con su lugar de origen, por lo menos en el caso de los latinos de origen mexicano, debido a la cercanía del país de procedencia.4 Para este grupo social, la asimilación a los valores “estadounidenses” ha sido más difícil y paulatina. En la actualidad, hay un sinfín de muestras de réplicas de comportamientos y hábitos trasladados de los lugares de origen a EUA. El sur de EUA es ya muy latino, con poblaciones cercanas al 30 y 40% de la población total en algunos estados, como California, Nuevo México, Nevada, Texas y Arizona, lo que representa una influencia mayor a la de otras migraciones.
Lo interesante es preguntarnos cómo hará eua para armonizar esta mayor diversidad y participación relativa de las minorías dentro una estructura social que ha pretendido durante mucho tiempo defender valores de identidad artificiales como engrudo de una sociedad diversa. ¿Qué ocurrirá con la convivencia étnica cuando en 2050 la población racializada como blanca (no latina) sea menor a 50%, la latina (sin importar el origen) de alrededor de 30%, la afroamericana de 13% y la asiática de 8%, como sugieren las estimaciones hechas por la oficina de censos estadounidense? ¿Será el consumo nuevamente el eje unificador y de control? Ante el cambio composicional de la población norteamericana, ¿tendrá el mismo efecto disolvente que ante los movimientos sociales de resistencia y otros fenómenos poderosos del pasado norteamearicano? ¿Será el nacionalismo extremo tan característico del gobierno norteamericano el que dará cohesión? 5
Hasta el momento, parece ser que ése será el camino. Pero qué ocurrirá con las tensiones entre las minorías, principalmente entre latinos, afroamericanos y asiáticos en lo concerniente a la lucha por recursos, oportunidades y acceso a posiciones de influencia política, nadie lo sabe. En algunas esferas, la población afroamericana constituye un grupo social con influencia y representación, algo que todavía no cristaliza en el caso de las poblaciones latina y asiática. ¿Qué sucederá con la posición económica de esas minorías en el entramado social de EUA? ¿Seguirán existiendo importantes diferencias en ingreso entre la población racializada como blanca y las minorías?6
Es deseable que los resultados censales sean el detonador para que internamente eua apueste por un reconocimiento más pleno de su propia diversidad y de las diferencias que aún existen entre sus grupos étnicos en términos de oportunidades económicas y de participación en la vida política. Sería tal vez el momento de volver a debatir críticamente sobre las consecuencias de apostar por la cohesión a partir de valores tan inmediatos como el consumo y el nacionalismo extremo. A lo mejor para los grupos conservadores más racistas y radicales esta posibilidad seguirá siendo impensable y el Censo 2010 les quitará el sueño definitivamente. No obstante, la recomposición étnica, y en particular la latinización de EUA, es el cambio más radical al interior de ese país en los últimos 40 años. No podrá pasar desapercibido.
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SERGIO SAN SEBASTIÁN es especialista en negociaciones multilaterales y regionales de la Secretaría de Economía.