Desde el asesinato de su hijo en marzo, Javier Sicilia ha surgido como una de las voces más elocuentes y apasionadas contra la delincuencia y la respuesta del gobierno, y el debate se ha enriquecido por su presencia. El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por Sicilia, ha puesto en la mesa temas que desde luego merecen una consideración de fondo.
Pero creo que él y su movimiento se equivocan en un aspecto fundamental: pretenden representar la voluntad del pueblo, y actúan como si fuera una mayoría oprimida. Esta pretensión parece motivar el llamado de Sicilia de desechar la ley de seguridad nacional negociada por los legisladores para sustituir una ley “ciudadano” que incluye sus propuestas; su mensaje para Calderón en un discurso en Zacatecas el pasado junio de que “el pueblo no se vencerá”; y su llamado en El Paso, Texas de “transformar las instituciones” a través de su resistencia civil.
La misma idea de representar una ciudadanía ignorada impulsa los comentarios del actor Daniel Giménez Cacho, quién se ha sumado al movimiento de Sicilia, a Proceso:
[Giménez] critica el militarismo impuesto por Calderón, “el cual no ha funcionado y a la ciudadanía se le ha excluido de ese proyecto de guerra contra el narcotráfico, y en cambio hay una cantidad impresionante de víctimas”.
–¿El gobierno sabe cómo dirigirse a la sociedad?
–No, porque nunca lo ha hecho. No tenemos cultura de eso. El gobierno impone sus normas y la ciudadanía las tiene que aceptar.
Sin embargo, la evidencia dice que en el tema clave—es decir, el uso de los militares para combatir la delincuencia—es el Movimiento el que no está escuchando a la sociedad. Una encuesta de 2010 de la firma estadounidense Pew revela que 80 por ciento de los mexicanos apoyan el uso del ejército contra los narcotraficantes. Otra “” encuesta de este año publicado en El Universal dio la misma cifra. Según una encuesta elaborada en 2010 por Mitofsky, el nivel de apoyo es 74 por ciento. Todas las encuestas recientes de las cuales yo tengo conocimiento dan un resultado parecido.
Claro, hay matices que las preguntas directas de una encuesta no pueden revelar, pero no queda duda que, independiente de la escasa satisfacción con los resultados de Calderón, hay una amplia base de apoyo para el uso de las fuerzas militares. Hay muchas razones para oponerse al uso militar —la insuficiente base jurídica, la diferencia fundamental entre la labor militar y policiaca, el crecimiento de acusaciones de abuso, la falta de un plan adecuado para reemplazar las fuerzas con policías más eficaces, y los pobres resultados respecto a la violencia— pero hasta el momento, estas no han convencido a los mexicanos. Eso implica que Sicilia y todos los que quieren desmilitizar el combate contra el narcotráfico deberían enfocarse en persuadir no tanto a los legisladores sino a los ciudadanos.
Es cierto que los gobernantes no siempre están obligados a obedecer la opinión pública, aún en una democracia. El debate sobre si los representantes democráticos, en sus posiciones políticos, deberían reflejar su percepción de la voluntad del pueblo o sus opiniones personales ha existido por siglos, y seguramente seguirá por siglos más. Las dos filosofías tienen sus ventajas, y yo no tengo la respuesta definitiva, pero creo que entre más sencillo el asunto, más se debería tomar en cuenta el deseo de la gente.
Por ejemplo, el ciudadano promedio en cualquier país no tiene el conocimiento para formular una opinión sofisticada sobre la política monetaria, ni tampoco la planificación energética. Por lo mismo, es mejor dejar el manejo cotidiano de las políticas públicas en tales rubros a los expertos, para luego votar sobre los resultados que rinden. Es decir, los ciudadanos deberían delegar.
Pero en otros temas, en que las opciones son mucho más claras, todos tienen una opinión más o menos igual de válida. En estos casos, las acciones del gobierno deberían apegarse mucho más a lo que se sabe de la voluntad colectiva.
La cuestión sobre el uso de las fuerzas armadas en el combate contra el narcotráfico es de la segunda categoría. Uno no necesita un doctorado en la justicia penal para comprender la situación. Todos los mexicanos son capaces de tener una opinión educada sobre los riesgos y los beneficios, y de evaluar si tal medida es apta.
La realidad es que queda más que demostrado que la mayoría de los mexicanos quieren que la marina y el ejército, pese sus defectos, sigan en las calles. Ahora, la labor que les queda a Sicilia, Giménez Cacho, y todos los demás que no están de acuerdo es convencer.
[…] de la seguridad, siempre vale la pena escuchar su punto de vista. En este caso (a diferencia de otros), creo que tiene razón. Nadie puede negar la legitimidad de una persona que recurre a armas […]
Les comparto mi poema, dedicado a . . .
EL GRAN SICILIA
Que triste desgracia, la del gran Sicilia,
la pena de su alma, nadie reconcilia,
se fue su querer, su entraña, su ser,
ha perdido al hijo de su amanecer.
Su sangre, su vida, lo que era su huella,
pasó a ser motivo, un ángel, su estrella;
su amor, su pasión, convierte en palabra,
su quebranto llora, le duele lo que habla.
Expresar pausado, sensible, calmado,
corazón, un hueco apesadumbrado,
tragedia que empaña al hombre más fiel,
abrigo curtido que cubre su piel.
Un sombrero tapa su humilde cabeza,
del cerebro brota toda su entereza,
ya su pensamiento vaga por el mundo,
pregona justicia, la ley es su rumbo.
Adoptó el camino que lleva a la paz,
véanle su cuerpo, su barba, su faz,
sus pies, sus zapatos, que siguen en marcha,
sus ojos infaustos se llenan de escarcha.
Hoy, su sensatez, está más que alerta,
al gobierno pide . . . ¡por Dios, ya despierta!
la voz del poeta se vuelve exigente,
de su pecho brota reclamo valiente.
Más, nadie lo oye, ¿porqué nadie escucha?,
sus quejas al aire, ¿es vana su lucha?,
no teme amenazas, ni a la propia muerte,
él es guía y líder de conciencia fuerte.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 09 de julio del 2012.
Reg. INDAUTOR No. 03-2012-083012362100-14