Desde que se postuló a la presidencia de Chile, cargo que asumió el 11 de marzo de 2006, Michelle Bachelet me pareció una figura singular de la política latinoamericana. A través de los medios de comunicación seguí su candidatura y contundente triunfo frente a su principal adversario, el hoy Presidente Sebastián Piñera Echenique. Con amplia mayoría, Michelle se convirtió en la primera mujer jefa de Estado de la nación chilena y la sexta presidenta en América Latina, después de la nicaragüense Violeta Barrios de Chamorro, la argentina María Estela Martínez de Perón, la boliviana Lidia Gueiler Tejada, la ecuatoriana Rosalía Arteaga y la panameña Mireya Moscoso. Tras su brillante mandato, no sin cuestionamientos ni controversias, Bachelet llegó al fin de su gobierno con un histórico 83% de popularidad, más de lo conseguido por cualquiera de sus colegas anteriores. Sin embargo, Michelle no dio por concluida su misión política y se postuló para un cargo internacional, con el fin de seguir participando en el concierto de la política mundial. Fue así que después de una valoración de 26 líderes del mundo, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, anunció su nombramiento como Secretaria Ejecutiva de onu Mujeres, la nueva entidad para la igualdad entre los géneros, creada por la Asamblea General en septiembre del año pasado. Instalada en Nueva York, a un año de su nombramiento, Michelle Bachelet me recibe en las oficinas del legendario Daily News Building, que aloja el cuartel general de onu Mujeres mientras se realizan los trabajos de remodelación del edificio principal de Naciones Unidas. Sin escoltas ni acompañantes, la señora Bachelet acude a la cita puntual y cálida. Con ese carisma que la caracteriza, me habla de la nueva mirada con la que las mujeres cambiaremos el planeta. AC
ANA CRUZ: ¿La tomó por sorpresa la decisión de la Asamblea General de la ONU para ocupar este puesto recién creado y tan codiciado?
MICHELLE BACHELET: No, no me tomó por sorpresa porque fue un proceso paulatino como todas las decisiones de la onu. Quiero decir que éstos no son cargos nombrados a dedo, no, son cargos en los que hay competitividad. Me postulé porque un grupo de mujeres de América Latina me lo pidió en una reunión en Brasil. Había 26 candidatas. Después de las entrevistas con todos los directivos y con el Secretario General, de esa primera ronda se eligió una terna y de esa terna finalmente se decidió por una. El Secretario Ban Ki-moon me llamó y me dio la noticia.
¿Fue gratificante?
Sí, mucho, aunque su discurso fue muy franco. Me dijo que en esta posición había tremendas expectativas, pero que no tenía mucho dinero para conseguir todo lo que se esperaba de esa nueva agencia de la onu.
¿Eso la desanimó?
Todo lo contrario, le dije que pondríamos toda nuestra energía, pasión y compromiso en esto.
¿Es diferente competir en política contra otras mujeres que contra otros hombres?
Es una competencia distinta. Pero yo en lo que creo es en el debate, en el planteamiento, en la propuesta de una discusión de tema. Por lo general, los candidatos son más agresivos y buscan destruir al oponente. Las mujeres somos más discursivas, tratamos de convencer. Aunque considero que en una sociedad todos somos necesarios y, por lo tanto, lo que importa es que uno tenga la capacidad de respuesta clara, rápida, de decir lo que va a hacer y lo que ofrece. Ahí es igual si son mujeres u hombres, es la gente la que tiene que dimensionar y decidir a quién le cree y qué cosa quiere realmente.
¿De qué manera planea contribuir a la igualdad entre hombres y mujeres, desde la plataforma de ONU Mujeres?
Hemos definido el empoderamiento de la mujer como la prioridad central de esta nueva agencia, aunque por supuesto, seguiremos combatiendo la violencia contra la mujer, tratando de que las mujeres en países en conflicto o posconflicto jueguen un rol en la reconstrucción de sus sociedades. Continuaremos apoyando los esfuerzos de las mujeres de la Primavera Árabe para que ellas también sean parte de esos procesos y puedan, en las constituciones, establecer más derechos y más oportunidades, pero en general, focalizaremos los esfuerzos en el empoderamiento.
¿El empoderamiento político principalmente?
Político y económico, ambos son centrales y no se puede decir cuál es más importante. El primero es puramente económico: si la mujer no tiene autonomía económica es muy difícil que pueda establecer igualdad de derechos. Si siempre tiene que pedir, se establece una situación de subordinación muy difícil y una situación de asimetría muy grande. Si la mujer tiene un ingreso, cualquiera que sea, éste le genera una cierta independencia y capacidad de tomar decisiones propias y yo creo que eso es muy importante. Todo está fundamentado en estadísticas.
¿Qué estadísticas podría darnos como referencia?
Sabemos en la ONU que cuando las mujeres tienen ingresos, dedican 90% de éstos a su familia. A mejorar la alimentación, la salud y la educación. Lo mismo se sabe de las mujeres migrantes. Hay un estudio de cómo los hombres y las mujeres usan su ingreso de manera muy distinta. La mujer que trabaja como migrante manda 90% de su salario a su país. En el caso de los hombres, varía entre 50 y 60% […]. De ahí que sabemos que cuando una mujer tiene un ingreso, gana más la familia.
¿El ingreso económico cambia también la posición de la mujer dentro de la sociedad?
A la mujer le gusta trabajar en redes de la comunidad, entonces gana la familia, gana la comunidad, ganan todos. Pero lo más importante, la capacidad económica da una manera de pararse distinta a las mujeres. Si una mujer tiene un ingreso económico, también se va a parar de distinta manera frente a la violencia y la humillación.
El empoderamiento económico, ya sea en un modesto empleo o una pequeña empresita o en otro rango, como directoras de empresas, le genera a la mujer una capacidad que la visibiliza frente a la sociedad, cosa muy importante.
¿La invisibilidad de las mujeres sigue siendo el gran reto?
Yo misma me visualicé como posible candidata a la presidencia cuando fui Ministra de Defensa de mi país, y la gente se volvió a mirarme para decir: “Ésa sí puede”. Eso me permitió ser Presidenta de la República, que la gente viera que sí podía: me visibilizó capaz, poderosa. Por eso creo que es tan importante la visibilización de la mujer. La mujer en muchas partes es invisible. Nadie las menciona, no existen y hacen cosas extraordinarias todos los días. Ése es el desafío mayor que tengo. Por eso la búsqueda del empoderamiento femenino.
¿Qué estrategias se propone seguir para el empoderamiento político de las mujeres?
Ahí es donde menos ha avanzado la historia, en el empoderamiento político. Cuando uno mira las estadísticas de la educación entre niños y niñas, esa brecha se ha ido cerrando. El acceso a la salud, lo mismo. El acceso a la economía, al empleo, no es excelente pero también ha ido mejorando. Lo que es el acceso a la política de las mujeres es dramático. Menos de 10% de los jefes de Estado de los cinco continentes son mujeres. Hasta hace poco eran 19 jefas de Estado y/o jefas de gobierno, ahora suman 20 con la Primera Ministra de Tailandia. Tenemos 193 Estados miembro de las Naciones Unidas y solamente 20 jefas de Estado. Entonces, claro que tenemos un problema. ¿Qué voy a hacer? Voy a poner “medidas transitorias generales o excepcionales”.
¿En qué consisten estas medidas excepcionales?
Algo parecido a la ley de cuotas, pero con distintas modalidades. Por ejemplo, en Túnez no tienen cuotas sino que implementaron una ley de paridad que me parece un buen modelo a seguir. Ahora en octubre, vamos a ver los resultados de sus elecciones. No está garantizada la paridad pero cada partido político que inscribe a sus candidatos tiene que respetar algo que llaman “cebra”. Es decir, un hombre-una mujer, un hombre-una mujer, un hombre-una mujer, es 50-50. El mismo número de hombres y mujeres. El partido que no lo haga no va a poder ir a las elecciones. Por eso digo que es diferente a la ley de cuotas. Soy una convencida de que se deben tomar medidas especiales, porque si lo dejamos al proceso natural, no resulta favorable para las mujeres.
¿Cuáles son los obstáculos más inmediatos?
Son muchos los obstáculos que las mujeres tienen que enfrentar. Los problemas al interior de los partidos son los más difíciles porque se requiere que los partidos se modernicen, y para eso siempre hay muchas resistencias. A los hombres del poder les cuesta mucho trabajo abrir el juego e invitar a las mujeres a jugar con las mismas cartas. Las medidas especiales son principalmente para los partidos políticos.
¿Los cambios están en las manos de las mujeres?
No solamente en las manos de las mujeres. Creo que para que haya un liderazgo efectivo de las mujeres tenemos que estar todos, hombres y mujeres. Tenemos que convencer a los hombres, necesitamos que los hombres sean los campeones de la paridad, de la equidad de género. Necesitamos que se den cuenta de que el hecho de que haya más mujeres en la política es algo que le hace bien a todos.
Dos casos muy concretos que me ha tocado ver de cerca. El primero, los Indignados en España, todos lo hemos visto en la prensa. Son grupos de alta conciencia, pensamiento progresista y ¿qué pasa? Aparece un grupo de mujeres hablando sobre la igualdad de género y los Indignados les rompen el cartel, les dicen que no se trata de “eso”, que esto es algo distinto. Yo me digo entonces: ¿pero cómo, un movimiento que está llamando a derecho, a transparencia, y no tiene asumido que para lograr eso se requiere que las mujeres también avancen en sus derechos?
Otro caso: Egipto. Las chicas muy activas se fueron a meter al partido para participar en política y sus compatriotas les dijeron: “No es el momento para el tema de la mujer, ahora es el momento de la democracia”. ¡Qué escándalo! Como si la democracia fuera una cosa distinta que asegurar derechos y oportunidades de las personas. No de los hombres o de las mujeres, sino de los ciudadanos. Creo que aquí hay que dar un debate político muy fuerte de qué significa realmente democracia, y por otro lado, cuál es la política que los ciudadanos del mundo y nuestras regiones están esperando de los líderes políticos.
¿Una mayor participación de las mujeres afectará la calidad de la política?
Soy una convencida de que si hay más mujeres en la política, mejorará la calidad de la política. Primero, porque representa mejor la realidad, porque la mujer además no sólo trae contenidos específicos que muchas veces nuestros colegas hombres olvidan o no le dan prioridad, sino que como mujeres agregan estilos que también son parte de una sociedad. Habrá una democracia mejor porque es representativa de lo que es realmente el país. Yo diría que ganan todos, pero no es fácil, porque cuesta ganarse espacios de respeto y de admiración. Hay que introducir en política un estilo que no sea de vencidos y vencedores, un estilo en donde ser incluyente sea lo más admirado y respetado.
¿Qué acciones tomará ONU Mujeres en el corto plazo?
Vamos a reforzar nuestro programa político para poder capacitar y apoyar. Primero va a ser en los países que nos convoquen. Nosotros no vamos a decirle a nadie lo que tiene que hacer, son los países y los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y de mujeres las que tienen que convocar.
Cuando ellos nos llaman, llevamos nuestra experiencia, talleres de liderazgo, generación de destrezas. Por ejemplo, ¿en Egipto qué hicimos? Un primer seminario con mujeres sobre “La mujer en la transición democrática”, e invitamos a mujeres de distintas partes del mundo.
¿Su experiencia como Presidenta de Chile es importante para este cambio en el mundo?
Participé como Presidenta en la transición democrática chilena y quiero compartir en todos los foros las lecciones aprendidas y los errores cometidos, para que no se comentan otra vez. La experiencia personal es útil hasta cierto punto. Desde la onu Mujeres apoyamos con expertos la formación de personas para la generación de políticas y leyes, de legislaciones que generen mayor representatividad de las mujeres.
¿Las mujeres en el poder lucharán por un mundo sin guerras, por un mundo en paz?
Estas cosas no pasan de un día para otro, pero ¿qué es lo que hemos visto? Que las mujeres han sido capaces de generar cambios políticos o apoyar en los procesos de cambio político y luego ser agentes de paz. La mujer en general tiende a pelear fuerte, a defender a un niño con toda su fuerza, naturalmente, pero también la mujer entiende que la paz es la mejor condicionante para el desarrollo de la persona. Creo que las mujeres son más activas en los distintos procesos, tanto en los procesos de cambio como en los de reconstrucción democrática y pacificación.
¿Es suficiente que las mujeres lleguen a las altas esferas del poder para poder realizar los cambios anhelados?
No solamente necesitamos apoyar a esas mujeres para que sean electas, sino que también hay que estructurar sistemas de apoyo posterior cuando las mujeres ya están o en el parlamento o en el municipio o son dirigentes en un sindicato, para que también puedan seguir adelante. No se trata sólo de llegar, sino de llevar adelante temáticas por los derechos de las mujeres. Ésta es una lucha larga en la que hay que seguir avanzando.
Un consejo personal, desde su experiencia de mujer política, para las mujeres mexicanas.
Lo primero que quisiera decir es que hay tantas mujeres que han podido y que han demostrado que se puede, que invito a todas a ejercer sus propias capacidades. Pero algo muy importante es que hay que entender que aquí no se requieren solistas, se requiere coro. Es muy importante fortalecer organizaciones, redes de mujeres donde todas sean solidarias. Creo que es indispensable que las mujeres entendamos que nos va bien a todas si todas nos apoyamos entre nosotras. Y lo fundamental es que no sólo las mujeres podemos: el mundo nos necesita. Desde mi propia experiencia, si un mensaje se puede es: “Adelante y no rendirse”. Pero yo no miro a las mujeres como víctimas. ¡Las mujeres son un tremendo agente de cambio, un tremendo agente de paz, un tremendo contribuyente al desarrollo del mundo y no las podemos perder!
Al pronunciar estas últimas palabras, Michelle Bachelet sube el tono de voz. Luego suelta la carajada, ríe con sinceridad, convencida de lo que dice y lo que hace. Se disculpa por haberse dejado llevar por la emoción y entregar un discurso apasionado. “No lo puedo evitar, soy apasionada de las mujeres.”
Aprieta con fuerza mi mano al despedirnos. Me siento privilegiada por su franqueza, por haber sido depositaria de sus convicciones sin protocolos ni investiduras. Me siento afortunada por compartir con una mujer en la cúspide su compromiso de abrir los ojos del mundo a una nueva mirada.
_______________ ANA CRUZ es licenciada en Comunicación por la UIA. Estudió cine en la University of Southern California en Los Ángeles y televisión en la BBC de Londres. Guionista, productora y directora de cine, radio y televisión, ha ocupado diversos cargos en medios públicos. Como periodista, ha colaborado en diarios y revistas especializadas y es autora de Testigos de nuestro tiempo (FCE, México, 1999), obra que reúne entrevistas a grandes personalidades de la cultura mexicana.
Me encantó la entrevista, muchas felicidades. Me interesa ponerme en contacto con Ana. Creo tener una propuesta que le va a interesar de parte de un grupo de jóvenes.
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Hola!
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Muchas gracias por su atención.