Cuando yo vuelva
te hablaré de Isabel, Estambul, Nueva Zelandia
de la isla que nos aguarda en el Atlántico
donde yacen sepultas nuestras alas.
Guillermo Fernández, “Ninní”, Bajo llave
Es muy probable que para mí la reminiscencia de un lugar muy remoto tenga el nombre de Estambul, quizás ese imperfecto recuerdo tenga que ver con estos versos de Guillermo Fernández. Pero, entonces, cuando siento que Estambul es un lugar casi inexistente, me encuentro con la novela Nieve y la Turquía actual y convulsa de Orhan Pamuk (ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006).
Foto tomada de Flickr/CC/maccosta
Nieve además de intriga, suspenso y flagrante velocidad, contabilizada con precisión a lo largo de la narración, está aderezada con aquella enfermedad que todos quisiéramos padecer: una triste historia de amor.
El narrador que cuenta esta intrincada historia parece saberlo todo. No sólo los hechos, también las emociones y los pensamientos de todos los habitantes del pueblo en el que se desarrolla la historia, sobre todo del protagonista, Kerim Alakusoglu. A quien no le gusta su nombre, por lo que le llamaremos Ka, como hace Pamuk.
Ka es un periodista (en realidad no lo es) y poeta turco exiliado en Alemania que decide investigar una misteriosa cadena de suicidios femeninos en su pueblo natal, Kars (aunque, nos enteraremos después, en realidad decide ir a Kars sólo por volver a contemplar la belleza de Ípek).
El viaje comienza con la caída de la nieve, con los presagios climatológicos de densas nevadas. Kars es un pueblo musulmán, o no tanto. Sin embargo, en Kars suceden muchas más cosas que los suicidios. Al llegar a Kars, se hace realidad lo que Ka ya sabe: que los minúsculos sucesos de verdad importantes de la vida sólo suceden una vez, “a lo largo de la vida sólo nieva una vez en nuestros sueños”.
Ka quiere saber por qué las mujeres se suicidan en su pueblo, pero también quiere saber por qué los musulmanes se pelean entre ellos y con los otros. Ka tiene recuerdos de la pobreza y de su infancia en ese lugar, pero también se da cuenta de que ya no pertenece… Ka es un turco que ya no es turco, es un alemán que no puede terminar de ser alemán; es un falso periodista y un apocado poeta. Ka ama a Ípek, pero Ípek nunca ha sido su mujer. Ka es un gran poeta, pero hace mucho que no es capaz de escribir dos versos (situación que se revierte en cuanto llega a Kars). Ka es un poeta “famoso” pero está solo; solo en Kars y en Alemania. Ka es un pueblerino turco, pero también es un intelectual exiliado en Alemania que conoce el mundo “moderno”.
Ka no quiere ser como los otros, pero es casi lo mismo: puede ser poderoso porque escribe, pero no es capaz de ejercer ese poder. Ka quiere ser bondadoso, pero omite. Ka quiere ser malicioso, pero teme.
Durante los tres días que Ka pasa en Kars tienen lugar hechos que cambiarán de forma radical su sedentaria vida; sucesos cotidianos, o no tanto; porque aunque estemos acostumbrados a leerlo todos los días en el periódico, no es “normal” que un hermoso y enamorado (tanto de Hicran, como del Islam y de su amigo Fazil) chico de 17 años, poseedor de unos insondables ojos azules muera por un disparo en el ojo izquierdo. No es normal que tanto amor por una mujer, Ípek, no sea correspondido. No es normal que pueda nevar tanto en un mismo sitio. No es normal que un terrorista, Azul, sea tan seductor. No es normal que los hombres se maten unos a otros, se mientan unos a otros para asesinarse en plena acera cualquier día. No es normal que mientras la sangre corre siga nevando. No es normal que una puesta en escena termine en golpe de Estado (sí, también hay teatro en esta novela). No es normal el contraste del rojo y el blanco. No es normal que las personas peleen a muerte por ser musulmanes, kurdos, cristianos, armenios, europeos, liberales, orientales u occidentales. No es normal que los seres humanos queramos poseer el control de las conciencias. No. No es normal… o sí, naturaleza humana, la verdadera.
Rafael Carpinteiro (trad.),
México: Alfaguara, 2006, 498 pp.
Orhan Pamuk quizás haya querido que entreviéramos rastros de su propia vida: su exilio debido a sus ideas “ofensivas para el Islam”, pues se ha atrevido a exigir al gobierno turco el reconocimiento que hizo del exterminio armenio; su persecución; el asesinato de su amigo periodista y activista, Hrant Dink (el 19 de enero de 2007) a manos de un adolescente de 16 años; el conflicto interno entre pertenecer a la cultura occidental, con todas las “ventajas” que ofrece, o a la ancestral y aguerrida cultura turca (Pamuk se dice “musulmán cutural”).
Después de todo, a pesar de todos, los hombres y nuestras circunstancias somos únicos, como bien lo saben Ka y Orhan, irrepetibles como los millones de fractales que nos regala la nieve; como los momentos que nos determinan a lo largo de la vida, sobre los que Ka escribió sus poemas en su cuaderno verde; para Ka fueron un perro o una caja de chocolatinas, quizás un arranque de celos, ¿y para usted? ¿Y para mí?
Vive en esta novela el cuestionamiento del hombre actual ante la diversa realidad, ante las fracturas propias y la lucha por darles unidad; nuestras convicciones se transforman en el continuo cotidiano con la intervención de los actores, los ambientes y las emociones que nos provocan. A fin de cuentas, Estambul sí resultó un lugar remoto, quizás es ahí donde dejamos sepultas las alas; es decir, el íntimo fluir tan escondido en cada uno de nosotros, desconocido para los demás, incluso para aquellos a quienes más amamos.
Este thriller es cautivador como la silenciosa, lenta y premonitoria caída de la Nieve.
muy buena reseña, incita a leer el libro, felicidades Rocío.
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