Días de guardar es el título del libro de crónicas de Carlos Monsiváis que cumple cuarenta años de haber salido a la luz y que es, como se sabe, una estación de paso imprescindible en las visitas a la cultura de la Ciudad de México del siglo xx, en particular al último año del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1969–1970). Es un título que revela, además del espíritu crítico de su autor, el arraigo en la lengua de referentes al calendario judeocristiano y la presencia de la tradición católica en nuestras mentalidades, tradición que fijó este tiempo para la reflexión espiritual, el arrepentimiento y la penitencia.
De acuerdo con el Diccionario de la lengua española, un día de guardar es un día de precepto, que ‘es aquel en que manda la Iglesia que se oiga misa y que no se trabaje’, y se vincula con las locuciones verbales “santificar los días” y “santificar las fiestas”, que es ‘ocuparlas [las fiestas] en cosas de Dios, cesando en la actividad laboral’, por lo cual es natural que se ligue con la fiesta de guardar o fiesta de precepto, que es ‘un día en que hay obligación de oír misa’.
En este contexto, pues, es observar y cumplir los mandamientos de Dios y los ordenamientos de la Iglesia; algo semejante al acatamiento obligado de las leyes y reglamentos civiles. Nos sujetamos a unos y otros por conciencia o por temor de los castigos o penas a que nos veríamos sometidos por no guardarlos. Digamos que obedecemos por las buenas o por las malas.
La Semana Santa, también llamada Semana Mayor o Semana Grande, es la ‘última semana de la Cuaresma, desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección’ y comprende algunos de los días más solemnes del año cristiano: el Jueves y Viernes Santos, el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección. Si nos apegáramos estrictamente a las definiciones ya anotadas, no serían los días de la Semana Santa días de guardar en tanto que durante ellos no se celebra la misa, por lo cual no se podría cumplir el precepto de “oírla”; sin embargo, como eran días en que se cesaba completamente la actividad laboral para “santificarlos”, pasaron a considerarse días de guardar. Es comprensible la fijación del sentido que comparten con las expresiones guardar luto, extendida sobre todo en nuestro país (curiosamente no recogida en los lexicones académicos), guardar compostura y guardar silencio.
Según el diccionario académico el verbo guardar procede de guarda, palabra tomada del germano warda, ‘acto de buscar con la vista’, y éste de wardôn, ‘atender, prestar atención’; mientras que guardia viene del gótico wardja. Encontramos las siguientes acepciones de guardar como verbo transitivo: 1) Tener cuidado de algo, vigilarlo y defenderlo; 2) Poner algo donde esté seguro; 3) Observar o cumplir aquello a lo que se está obligado; 4) Mantener, observar; 5) Conservar o retener algo; 6) No gastar, ser tacaño; 7) Preservar algo del daño que le puede sobrevenir; 8) Aguardar, esperar; 9) Impedir, evitar; 10) Atender o mirar a lo que otro hace; 11) Acatar, respetar, tener miramiento. Estos últimos dos significados son considerados antiguos, en desuso. Como verbo pronominal guardarse es: 12) Recelarse y precaverse de un riesgo: “Guárdate de los murmuradores”, y 13) Poner cuidado en dejar de ejecutar algo que no es conveniente: “Yo me guardaré de ir a ese lugar”. Debe considerarse en esta lista el sentido de grabar que ya recoge el diccionario de María Moliner de “salvar” y que procede del inglés to save para referirse a la acción de ‘pasar la información contenida en la memoria a un disco o cinta [o viceversa] mediante determinada instrucción’.
Interesantes resultan las expresiones coloquiales formadas con el verbo que nos ocupa y sus variantes, como guardársela a alguien que es ‘aplazar para tiempo oportuno la venganza, castigo, desquite o desahogo de una ofensa o culpa’; guardar las espaldas de alguien dio el compuesto guardaespaldas, mejor conocido en nuestro país como guarura. Otras palabras compuestas son guardarropa, guardabosques, guardavía y guardagujas, como aquel que marcó los derroteros de Juan José Arreola y de todos nosotros. Para conservar o reservar algo para alguien que está ausente también se emplea guardar: “Voy al coche, guárdenme el lugar en la fila”, “No guardaron bocadillos para los niños”. Advierte Moliner que se usa guardar en imperativo o en frases de sentido imperativo ‘para despreciar algo que le dan u ofrecen a uno’, como en las siguientes: “Puede usted guardarse sus consejos” o “¡Guárdate tu dinero!”.
El guarda es sustantivo masculino que designa a la ‘persona que tiene a su cargo la conservación de algo’ y del cual derivó guardia, es decir esa misma persona que debe vigilar para cumplir con su encargo, que es cuidar, defender, custodiar y proteger. La guardia es también el ‘conjunto de soldados o gente armada que asegura la defensa de una persona o de un puesto’, ‘un cuerpo encargado de la vigilancia o de la defensa policiaco o militar’ como la Guardia Civil en España, que es el ‘cuerpo de seguridad destinado principalmente a mantener el orden público en las zonas rurales, y a vigilar las fronteras marítimas o terrestres, así como las carreteras y ferrocarriles’. No debemos olvidar que la guardia es, en esgrima y boxeo, ‘la postura del cuerpo y de los brazos para protegerse de los golpes del adversario’, de donde procede el sentido figurado de la expresión no bajar la guardia para advertir a alguien que no debe descuidar su defensa, la protección frente a posibles ataques, amenazas o agresiones no solamente físicas sino de diversa índole.
Aunque guardería es el oficio u ocupación del guarda o guardia, la palabra se emplea para referirse preferentemente al establecimiento en el cual se tiene y cuida a los niños pequeños durante algunas horas o parte del día, mientras sus padres o sus madres trabajan.
Cabe mencionar que la retaguardia es la ‘porción de una fuerza desplegada o en columna más alejada del enemigo o, simplemente, la que se mantiene o avanza en último lugar’ y ‘aquello que se encuentra detrás de algo o en último lugar’ por eso estar o ir a la retaguardia es ‘estar en el último o en los últimos puestos’ o ‘estar retrasado respecto a los demás’. La vanguardia, en cambio, es ‘parte de una fuerza armada que va delante del cuerpo principal’ y de ahí pasó a designar a ‘la avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico’; la locución adverbial a la vanguardia sirve entonces para expresar que se está ‘en primera posición, en el punto más avanzado, adelantado a los demás’.
Para guardar las formas, antes de poner punto final, invoquemos al ángel de la guarda, que custodia nuestros actos, para que no olviden los amigos lectores que en Este País la Fundéu México está en guardia para evitar maltratos a nuestra lengua y atenta para divertirse con ella.
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Miguel Ángel Castro estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la unam. Ha sido profesor tanto de literatura como de español y cultura mexicana para extranjeros. Especialista en siglo xix, es investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la máxima Casa de Estudios y director de la Fundéu México.