Algas
Ella lo permitió La roca
Que cubriéndola el mar
elaborase una montaña
pétrea con algas frágiles
depositadas aquietadas
superpuestas cintas entretejidas
días y días olas y olas
de marejada
espuma malla sol
estratos vivos escultura
que
la roca
permitió
En La menor
Un balón y un niño tras él
sorprenden al camino
Al lugar aún le llaman La Alameda
Gritos botas balón a portería
sobre unos álamos talados
hojas que desprendían
magia de plata y verde
Balón gritos botas
a la sombra de un sol intimidado
huyendo tras las casas
Hay un niño sentado
que mira el movimiento a portería
y en ella se detiene llenos los ojos
de rombos
en lugar de hojas de verde plata
Hoy me asaltan punzadas
como las saladas dulzuras
de los recuerdos
Canciones a ritmo de remos
niñez de loca libertad robada
surcando el pueblo
a zancadas de proa
hacia la ría
En unos años más las apacibles
horas del reloj de la torre
son incómoda taquicardia de campanadas
Y el faro ay canta la niebla
en La menor
Desde el muelle asciende el olor a sal
y a risa de eucalipto
Huelen las botas del regreso
las recias manos sujetando amarras
—salada huele mi piel—
los brillos capturados
a la cabeza
como antaño la sella para el agua
En el agua
mi cuerpo sumergido
y en esa arena
hasta encallar para quedarse
La torre la campana el faro
introduciéndose en mi agua
La tersura de la tarde
enardece
los remos del silencio
Y siempre clavándoseme
ese olor siempre
clavándome
yo
en el mar ~
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Colaboradora frecuente de estas páginas, TERESA DE PAZ es licenciada en sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Fundó la Editorial Arnao en 1980. Ha publicado minificciones en revistas como Metamorfosis y El País Semanal.