La misma noche que hace blanquear
los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Sorprende que un joven de diecinueve años sea el autor de estos versos que expresan tan sincera y hondamente la tristeza del amor perdido. Sin embargo, el punto se aclara cuando se sabe que se llamaba Pablo Neruda y que esos versos forman parte del vigésimo poema de su célebre libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, publicado en 1924. Interesa resaltar la profundidad lograda con el juego de la identidad que permite el uso del adjetivo mismo. La naturaleza parece ser la misma en tanto que los amantes han cambiado, porque ya no se aman como se amaron, ya no son los mismos. No se encuentran juntos; la noche, en cambio, es la misma y por eso vuelve a blanquear el lugar del encuentro como antes.
Esta melancólica reflexión, que podría ser desmentida por un científico insensible, se recorre al extremo del pragmatismo con el cual cierta propaganda comercial de una institución bancaria anunciaba hace algunas semanas ser lo mismo pero no ser igual, y explicaba en seguida al oyente cautivo que iban a ofrecer los mismos servicios que brindan otros bancos pero en diferente forma (“no igual”), supuestamente más satisfactoria.
Ser el mismo no es igual a ser lo mismo.
Es notoria la marca del sentido de identidad del muy útil adjetivo mismo, pues podemos observar que tiene una estrecha relación con nociones relativas a grupos de personas o individuos: el país, el pueblo, la familia, la descendencia, una generación, un lugar o un estrato social; así comprendemos por lo general el sentido del refrán “Para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo” y su variante “Para que la correa apriete tiene que ser del mismo cuero”. Encontramos comentarios en los que el vocablo sintetiza historias, anécdotas, conocimiento de personas, calles, paisajes, virtudes y defectos como en “Al fin y al cabo los dos éramos del mismo rancho” o “Estudiaron en la misma secundaria”.
Importa advertir que “al mismo tiempo” es “a la vez que”: “Uno de los efectos más serios y, al mismo tiempo, menos conocido, de la crisis económica es la apatía”. Tiene también matiz temporal “ahora mismo voy” y “ahorita mismo lo hacemos”, expresiones que suelen confundir en este país a extranjeros acostumbrados a la puntualidad y que esperan que la acción enunciada se cumpla con la prontitud asegurada pues la palabra mismo cumple en estos casos la función de enfatizarlo así: “Yo mismo lo haré”. En efecto, como indica el Diccionario panhispánico de dudas (dpd), la forma mismo también sirve para acentuar o marcar algo y puede ir antepuesta o pospuesta al sustantivo, a veces en forma diminutiva (mismito) o superlativa (mismísimo): “Nos conocimos en la mismísima Catedral de Nuestra Señora” y “Era el mismito Francisco, estoy segura”.
Mismo, que como adjetivo debe coordinar en género y número con el sustantivo que modifica, se emplea también en comparaciones de personas y cosas para indicar igualdad o semejanza; en estos casos va introducido por la palabra que: “Tienes los mismos ojos que tu madre”; “Seguirá la misma estrategia que han usado durante toda su gestión gubernamental”. En el mismo diccionario se advierte que en México y el área centroamericana es frecuente, en textos periodísticos o de prosa divulgativa, emplear mismo (a menudo sin artículo) como antecedente del que relativo que introduce oraciones explicativas; es uso superfluo, que debe evitarse, pues el solo relativo basta: “Claro penal sobre Hugo Santana, mismo que transformó Caballero con tiro potente”; debió decirse, simplemente “Claro penal sobre Hugo Santana, que transformó Caballero”. Cuando mismo modifica a los sustantivos manera, modo u otros de igual sentido, el término de comparación, si es una oración, puede ser introducido por que y como: “No me parece correcto que lo haga de la misma manera que los niños”; “Trabajaba del mismo modo como lo hacía su padre”.
Para comprender la relación de mismo con los pronombres personales tónicos (sujeto: Tú trabajas; atributo: los culpables somos nosotros; término de proposición: la niña viajará con ellos), conviene tener presentes las consideraciones que encontramos en el dpd; entre las más importantes están las formas reflexivas de estos pronombres, que son las mismas que se emplean en cualquier complemento preposicional para las primeras y segundas personas del singular y del plural: mí, ti, vos, nosotros/as, vosotros/as. Solamente para la tercera persona existe una forma específicamente reflexiva: sí, que es invariable en género y número: “Tiene poca confianza en sí mismo”. De este modo encontramos con frecuencia las otras formas tónicas de tercera persona (él, ella, ellos, ellas, usted, ustedes) con valor reflexivo, especialmente si hacen inequívoco este valor mediante el refuerzo de la palabra mismo, como alentaban las viejas revistas de Hágalo usted mismo o cuando uno medita y “habla consigo mismo”. Recordemos que cuando la preposición que precede a mí, ti, sí es con, se emplean las formas amalgamadas conmigo, contigo y consigo, y que no son correctas las secuencias con mí, con ti y con sí.
José G. Moreno de Alba nos recuerda en una de sus “Minucias” que tanto el verbo ensimismarse como el sustantivo ensimismamiento provienen justamente de la frase en sí mismo. Significan o bien ‘abstraerse’ o bien ‘sumirse o recogerse en la propia intimidad’. Además advierte que ensimismarse es un verbo de los llamados pronominales, es decir que sólo puede conjugarse en combinación con un pronombre (me, te, se, nos, os): “Hacía frío, se ensimismó, no tenía ganas de conversar con nadie”.
A propósito de asimismo y así mismo, cabe señalar que ambas formas pueden usarse indistintamente cuando tienen el sentido de ‘también’ o ‘de este modo’, sin embargo hoy es preferible la primera, en una sola palabra: “Las páginas fueron impresas en poco tiempo. Asimismo las corrigieron”. Con el sentido de modo un poco más marcado (‘de la misma forma o de la misma manera’) es aconsejable usar la secuencia así mismo; el ejemplo lo tomamos del dpd: “—Hay mucha confusión. Muertos, ahorcados, aplastados por las avalanchas… Los partes son terribles. —Cuénteselo así mismo al General”.
Otras frases de uso frecuente son “dar lo mismo”, ‘no importar’: “a los jefes les da lo mismo, no se fijan en el trabajo”; “la misma gata pero revolcada”, ‘algo que no cambia en esencia, si acaso en la forma’; y “lo que es lo mismo”, que de acuerdo con María Moliner es una expresión aclarativa que sirve para introducir una explicación o traducción de algo dicho antes: “Lo hará cuando tenga un rato libre, o, lo que es lo mismo, no lo hará nunca”.
Recordemos, por último, la serie de juegos de palabras formada con la palabra mismo con la acepción de ‘igual’: “No es lo mismo vivir en la calle del medio que vivir en medio de la calle”, “No es lo mismo ’me baño en el río’ que ‘me río en el baño’” y “No es lo mismo ‘huele a traste’ que ‘(a tras)te huele’”, entre otros muchos de connotación sexual y, sin duda, menos ingeniosos y muy vulgares.
Mismamente para terminar y no seguir por esa empinada ladera, mejor nos despedimos, aunque antes debo lamentar que esta palabra de tono coloquial, que vale por ‘justamente’, ‘cabalmente’ o ‘exactamente’, ha quedado registrada en el dpd como adverbio propio del habla popular y no se recomienda su empleo, ni el de su variante arcaica mesmamente, que tanto se arraigó en nuestro país como el viejo y sabroso mesmo.