La reducción de la demanda de drogas, uno de los objetivos fundamentales para una política alternativa y más sofisticada según muchos, es el enfoque de Mark Kleiman en un nuevo artículo en Foreign Affairs, una de las revistas más prestigiosas de la Unión Americana.
Tengo que confesar que la reducción de demanda nunca se me a hecho un objetivo muy viable. Los estadounidenses siempre han sido consumidores voraces; si bien la demanda varía un poco, es dentro de una bandeja bastante angosta. Según la encuesta más importante del uso de drogas en EU, el porcentaje de jóvenes en su último año de la prepa que han consumido alguna droga siempre ha estado dentro de 21.5 y 26.2 por ciento desde 1993. Ante esta coyuntura, que nos hace pensar que se podrá reducir la demanda por debajo del nivel en que ha estado desde hace 20 años?
Sin embargo, el artículo de Kleiman me lleva a considerar el tema de nuevo. Se enfoca en los resultados de un grupo de programas innovadores como el Hope, que se implementó en Hawaii. Hope y los planes parecidos obligan a cualquier adicto en el sistema penal a someterse a una prueba de drogas de manera bastante frecuente, en lugar de las pruebas irregulares y aleatorias que se emplean en muchas entidades. Los que dan positivo van a la cárcel por un tiempo cortito, hasta dos días.
Los resultados son impresionantes: en Hawaii, 80 por ciento de los adictos de largo plazo dejan de serlo dentro de un año. Típicamente, la minoría que sigue usando drogas regularmente a pesar del programa es tan solo 15 por ciento de la población de adictos. Y como 80 por ciento del consumo de drogas se debe a esta minoría de los consumidores intensos, los llamados “hard-core users”, las bajas en su uso de drogas tienen un fuerte impacto en el mercado general.
Lo ingenioso de estos programas está en que no encarcela a los adictos; nada más busca modificar su comportamiento. Representa una filosofía esencialmente humana, porque los adictos que fallan no pasan años en la cárcel, sino horas. Pero a la vez, es eficaz, porque en caso de usar drogas, es bastante probable que se les castiga. Como hemos comentado en este espacio, penas leves pero seguras pesan mucho más para el criminal que las que son bastante duras pero irregularmente aplicadas.
Kleiman, un académico de UCLA, estima que programas como Hope podría reducir el uso de las drogas en un 40 por ciento en Estados Unidos. Eso sí sería un cambio radical e histórico. Además, Hope es un programa relativamente barato (el encarcelamiento es una medida muy cara), así los gobiernos de los Estados Unidos no tienen porque no experimentar con tales programas. Si los beneficios son comparables con lo que Kleiman dice, se debería convertir en un eje de la política anti-drogas de cada entidad en el país.
Al mismo tiempo, mejorías en la salud pública del vecino norteño no necesariamente implican lo mismo en la inseguridad de México. Eso sí es un punto importante, porque Kleiman está promoviendo su plan como una solución a la violencia en México, pero su lógica empieza a fallar un poco cuando describe precisamente como su plan ayudaría a este país. Por ejemplo, Kleiman dice que “prácticamente todos los ingresos de las organizaciones de narcotráfico en México vienen de ventas en los Estados Unidos.” No ofrece datos para apoyar esa declaración, a lo mejor porque no existen.
La verdad es que no se tiene una idea muy clara de la proporción de los ingresos que generan los ilícitos mas allá que el tráfico de drogas, pero es una fantasía pensar que todos los ingresos de los grupos de crimen organizado vienen de la venta de drogas en Estados Unidos. La ONU estima que las organizaciones polleras ganan 6.6 mil millones de dólares anuales en México. La mercancía pirata, ámbito donde el crimen organizado ha tenido una presencia creciente en años recientes, representa 60 por ciento de los productos en el país, según la PGR. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio dice que en 2011, la mercancía pirata generará 80 mil millones de ingresos. El robo del petróleo de Pemex agrega otros 500 millones a las billeteras de los criminales. El narcomenudeo también está creciendo, y ha sido la causa de muchos asesinatos.
Del secuestro y la extorsión sabemos menos, pero son industrias que han crecido de manera explosiva en los últimos años. El secuestro creció por un factor de 317 por ciento de 2005 a 2010, según la Cámara de Diputados. Las quejas por la extorsión se dispararon de nada más 53 quejas en 2002 en todo el país a más que 50 mil en 2008. En las zonas más inseguras de México, el problema mina en una a parte fundamental de la economía local; en Juárez, por ejemplo, se estiman que 80 por ciento de los negocios han pagado una cuota ilícita. Si bien no existen cifras confiables del tamaño de los ingresos provenientes del secuestro y la extorsión, queda clara que éstos también son industrias multimillonarias y crecientes. Sin embargo, Kleiman ignora todos estos ilícitos.
El narcotráfico sigue siendo la más rentable de todos las actividades criminales, pero de ninguna manera es la única fuente de oxígeno para los grupos de crimen organizado. Esto de los delitos alternativos es un punto clave, porque implica que los ingresos perdidos debidos a una reducción de demanda se pueden recuperar, por lo menos de manera parcial, en otros ámbitos. Crímenes como la extorsión y el secuestro imponen una pena mucha más severa a la población civil que el simple tráfico de estupefacientes, así que no queda nada claro que una reducción abrupta de la demanda estadounidense tendría un efecto positivo en México: sí los grupos de narcotráfico en México sufren bajas muy fuertes en sus ingresos, a corto plazo, buscarán reemplazarlo a través de otras actividades como las mencionadas arriba.
Es por eso que la lucha primordial en México es crear instituciones suficientemente fuertes para imponer el estado de derecho y hacer que las pandillas operen de una forma más defensiva. Una rebaja en la demanda de drogas puede ser una parte de este proceso, pero no es suficiente.