Sabemos que las erratas no perdonan. Los escritores consagrados han sufrido a estas villanas que suelen gastar bromas de diversos calibres y, en ocasiones, dar nuevos e insospechados giros a las oraciones y a las frases, como la que motiva el comentario de este número: “…las tropas recibieron ayuda de las mujeres más calientes del pueblo…”, lo cual, aunque probable, no era lo que se pretendía resaltar sino el valor mostrado por dichas mujeres en un combate o situación parecida.
Foto tomada de Flickr/CC/rebbas
Lo cierto es que llega la primavera, nos preparamos para el cambio de clima y la palabra calor se repetirá una y otra vez, nos llevará a elegir las prendas más ligeras y frescas del ropero, guardarropa o clóset, a tomar mucha agua y disfrutar de una gran variedad de bebidas y alimentos fríos y, según venerables costumbres y nuevas rutas comerciales, a sentirnos más dispuestos a la vida amorosa.
En el Libro de Buen Amor, el Arcipreste cuenta las peleas que tenían don Carnal y la Cuaresma, y aunque los contingentes marinos de la recatada señora solían obtener la victoria, advierte el autor la pronta recuperación de don Carnal, que regresa al mundo en compañía de don Amor, donde son recibidos con gran alboroto y alegría por el cambio de estación:
Era vigilia de Pascua casi a fines abril,
ya había salido el sol, rayando toda la tierra
gran ruido se produjo por el mundo todo
por los dos emperadores que al mundo llegaron.
Estos emperadores eran Amor y Carnal
salen a recibirlos cuantos los esperaban
las aves y los árboles auguran buen tiempo
los que a Amor esperan, se esmeran en recibirle bien.
El calor (o la calor) se asocia a la sensualidad que anima los cuerpos; así los cantos goliardos del Carmina invitaban a gozar a la deseada primavera porque el sol serena todo, hace florecer al prado, el hielo se derrite y la dureza del invierno se aleja. La estrecha relación de la carne y el calor tiene una larga historia, tan antigua como la del Carnaval, que se refleja en algunas de las acepciones que ambas palabras han tenido y que han sido recogidas por los lexicones de la Academia, por ejemplo carne es (además de la parte muscular del cuerpo de los animales; del alimento consistente en todo o parte del cuerpo de un animal de la tierra o del aire, en contraposición a la comida de pescados y mariscos; de la parte mollar de la fruta, que está bajo la cáscara o el pellejo); la parte material o corporal del hombre, considerada en oposición al espíritu, y uno de los tres enemigos del alma, que, según el catecismo de la doctrina cristiana, inclina a la sensualidad y lascivia. Esta carne viva es por lo tanto caliente, adjetivo que (además de referirse a lo que tiene o produce calor; a lo dicho de una habitación, de una vestidura o algo parecido que proporcionan calor y comodidad; o a lo dicho de una disputa, de una riña, de una pelea, cuando son acaloradas o muy vivas) califica a alguien de lujurioso, de ser muy propenso al apetito sexual o de estar excitado sexualmente.
Tales emociones superan desde luego lo que es cálido, es decir lo que no aumenta la temperatura en exceso. En este punto conviene recordar que el superlativo irregular admitido de caliente era hasta hace unos años calentísimo, sin embargo el uso ha dado lugar al superlativo calientísimo, de la misma forma que se ha abierto paso la forma del diminutivo, tal y como lo escuchamos en el inconfundible pregón “¡Hay tamales oaxaqueños, calientitooos!”, que nos remonta a las viejas tradiciones vespertinas de las calles de la Ciudad de México.
Cuando decimos a una persona que está cerca de un lugar donde hay un objeto escondido o a punto de acertar en algo, usamos la interjección caliente, caliente, de modo que si se aleja pasa a frío, así hasta que se quema. La locución adverbial en caliente, quiere decir en el momento, inmediatamente, sin perder tiempo, antes de que la cosa se enfríe o se sosieguen los ánimos, tal y como se dice de cierta política que fue aplicada en el régimen de Díaz para acabar con los bandidos y sus enemigos.
Por otra parte, hacer uso de paños calientes es una expresión coloquial que alude a las diligencias y buenos oficios que se aplican para templar el rigor o la aspereza con que se ha de proceder en una materia, o a remedios paliativos e ineficaces; en estos casos también se emplea la forma paños de agua tibia.
Según el diccionario de la rae, una línea caliente es un servicio, generalmente telefónico, de atención directa a reclamaciones, opiniones, preguntas o problemas concretos. En efecto, la frase hacía referencia también a un servicio de urgencia como el que se encuentra en algunas carreteras e incluso al de atención a clientes por teléfono. Sin embargo, lamentamos informarles a nuestros amigos, por este medio, que lo que hoy la mayoría de los hablantes entiende por línea caliente es un servicio de llamadas relacionadas con el sexo.
Hasta aquí llegamos con esta que creíamos papa caliente, es decir un problema grave e incómodo de solución difícil que solemos pasar al vecino más próximo pero que, tal vez, no lo es tanto, porque total: “ande uno caliente, ríase la gente”.
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