La lengua no parece escapar de la pátina de nostalgia e idealización con la que se cubren los recuerdos. Así como antes el sol calentaba más, también las palabras eran mejores, las expresiones menos groseras y la lengua más hermosa. “El español de mi infancia era mejor, el léxico era más amplio” me comentaba un poco triste un profesor de redacción, otro día una amiga hablante de ayuujk (mixe) se quejaba de que ahora la gente usa una entonación plana, “antes, el ayuujk era más cantadito” me contaba mientras trataba de imitar la entonación propia de la gente mayor de su pueblo. ¿En realidad toda la lengua pasada fue mejor? Me parece al menos curioso que la idea contraria, la idea de que ahora una lengua determinada sea mejor es inusual. Dentro del conjunto de opiniones que los hablantes de todas las lenguas del mundo suelen tener, una de las más recurrentes es aquella que habla de cómo se ha ido corrompiendo la lengua. Esa sensación, sin embargo, ha existido casi siempre, y a pesar de lo vívida, es solo eso: una sensación. La calidad de una lengua solo puede medirse en términos comunicativos y tanto el latín que habló Séneca como el español que se habla en Tepito son sistemas igual de exitosos en términos comunicativos y con respecto de su gramática, ambos poseen subsistemas fonológicos, morfológicos y sintácticos igual de completos, más allá de las apreciaciones y prejuicios que los hablantes tengamos de ellas.
El aprecio por los arcaísmos lingüísticos explica por ejemplo que, para adornar un diálogo o hacerlo más propio y elegante, se elijan palabras que en la conversación cotidiana han caído en desuso; por otra parte, este mismo aprecio explica también la creación de diversas instituciones que abogan por el buen uso de la lengua y expiden prescripciones que, en el mejor de los casos, pueden normar tan solo la lengua escrita. El cambio en las lenguas es un síntoma de buena salud, una lengua que se “corrompe” está transformándose en otra, en otras muchas probablemente; normalmente olvidamos por ejemplo que, hoy en día, el francés que se aprecie como el más culto no es más que un latín muy, muy corrompido; que el español medieval que ahora nos puede parecer una muestra de lo mejor del idioma era visto por la mayoría de los hombres cultos de la época como algo indigno de ser registrado en la escritura, pues ésta solo debía ejercerse en latín.
El aprecio por los arcaísmos es tan subjetivo que abundan ejemplos que revelan sus muchas contradicciones. El uso de la palabra “ansí”, un arcaísmo correspondiente al “así” actual, por ejemplo, no es el más apreciado a pesar de su antigüedad, o tal vez, por el hecho de ignorar que es un arcaísmo, es que se le asocia a un español rural, “mal hablado y propio de ignorantes y analfabetas” como alguien alguna vez me explicó, demostrando así que los prejuicios que tenemos sobre la lengua y las palabras no son más que el reflejo de otros prejuicios, más profundos e intensos, relacionados más bien con los hablantes de estas palabras.
El único caso en el que me permito sentir nostalgia prescriptiva por la lengua de antes es cuando se habla de las lenguas que están a punto de extinguirse, cada vez que recuerdo que solo existen cinco hablantes de kiliwa (lengua yumana de Baja California) o dos hablantes de ayapaneco (lengua mixe-zoque de Tabasco) pienso en los tiempos en los que estas lenguas eran más que los recuerdos aislados que tienen sus últimos hablantes, pienso cuando eran aprendidas como lengua materna por los niños, cuando eran utilizadas en cantos y rituales, para discutir y para felicitar, para dar un pésame o para expresar buenos deseos, para explicar el mundo abstracto y el mundo concreto, cuando la amenaza de que desaparezcan con la vida de sus últimos hablantes era una posibilidad remota. Solo en estos casos, y en otro sentido, me permito decir, con la boca llena de añoranza, que la lengua pasada era una lengua mejor.
Que sentimiento màs noble el de leer un ensayo digno te atenciôn. Me resulta interesante tu preocupaciôn por el lenguaje, que hoy en dia carece de autenticidad, los tiempos pasan y adoptamos nuevos terminos que para nada enriquecen el vocabulario.
Mi admirada y distiguida amiga, me es grato enviarle un cordial saludo…!!
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