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A Daniel Sada, in memoriam
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Cultura |
María Esther Núñez | 01.02.2012 | 0 Comentarios
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Ya está oscureciendo, sin mayor problema.
Terminó la pequeña historia del hundimiento…
Parsimoniosamente.
Ese modo que colma, Daniel Sada.
Así, parsimoniosamente, se fue extinguiendo la vida de Daniel Sada. Amigo de palabra inteligente, de corazón hospitalario, hombre cuya batalla contra la enfermedad puso a flote su templanza y quien hoy puebla mi memoria, ese territorio interior donde habitan mis amorosos muertos que se niegan a morir. En mi pequeña cruzada contra el olvido logro evocar a mis ausentes a través de ciertos aromas, imágenes, lecturas, sensaciones. A Daniel lo evoco a través de la palabra. La palabra poco pretenciosa pero precisa, la que se lanza sobre el oído o el papel y no sé cómo pero siempre te alcanza y te dice y te navega por dentro en un viaje ingobernable y deleitoso. Pero no quiero hablar de Daniel escritor, eso lo hacen los eruditos, los conocedores de las agudezas inigualables de su literatura. Yo solamente quiero hablar de Daniel ser humano, ese que me tocó, y entonces a vivirlo y a tocarlo, ese que con su generosidad permitió que me acercara de cuando en cuando a su parcela privada donde Adriana, Fernanda, la conversación, los libros, la enfermedad. Cómo olvidarlo. Cómo escribirlo sin que se me estruje el pecho al recordar su reposet a media sala soleada de amistades de libros, de tanque de oxígeno que no importa, la sonrisa pronta, la mano extendida edematizada porque el cuerpo agotado no responde y sin embargo cuéntame de ti. Y yo que no le alcancé a contar de su último reconocimiento ni pude ver su sonrisa algo tímida como si fuera algo inmerecido cuando todos sabemos que sí. Justo estos son los momentos en que me colmo de infancia de monjas de Cristo, de ganas de otra vida prometida llena de esos cuya ausencia me es intolerable y entonces me admito creyente de un Dios que me soborna con promesas de un Paraíso que será tal simplemente porque ahí estarán todos los habitantes de mi mezquina memoria, envidiosa que no suelta porque quiere a todos los que quiere, vivos y cerca, y Daniel y su literatura, los forcejeos con los adjetivos, con los puntos suspensivos, la maestría de sus dos puntos con los que, lo mismo que en muchos de sus libros, concluyó su vida terrenal encabalgando la posibilidad de vernos en la otra.
Buen viaje. Tus amigos no te olvidaremos.
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MARÍA ESTHER NÚÑEZ (Ciudad de México) cursó estudios de Medicina y dos especialidades: psiquiatría y anestesiología, para finalmente dedicarse a escribir. Ha tomado talleres literarios con Elena Poniatowska, Alberto Vital, Vicente Quirarte, Daniel Sada y Rosa Beltrán, entre otros. Su volumen de cuentos, Un asesinato demorado, fue galardonado con el Premio Internacional de Narrativa que otorgan la unam, Siglo xxi Editores y El Colegio de Sinaloa.
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