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Al buen entendedor ¿pocas palabras?
Blog | E'px | Yásnaya Aguilar | 01.08.2012 | 0 Comentarios

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No me entiende, decimos a menudo. Un “no-lo-entiendo” puede tener tantos sentidos distintos. El ruido que hace la lluvia sobre el techo de lámina, y que me hace hablar casi a gritos, impide entender lo que nos decimos. Por otra parte, son las implicaciones de lo dicho, y no la frase literal, lo que no entendemos cuando (a mí me me pasa muy frecuentemente) el chiste que a los demás hace reír a carcajadas nos mantiene incómodamente perplejos y silenciosos. Existe otro “no entender” con el que acusamos a alguien que habiéndole repetido tantas veces la misma orden, no la lleva a cabo: “Tienes que estudiar. ¿Por qué no lo entiendes?. Hay “no-entenderes” más trágicos y dolorosos como el ineludible “Ya no te quiero. Entiéndelo de una vez”. Así podríamos seguir hasta elaborar un compendio detallado de los desencuentros humanos que terminan con un “no te entiendo”.

Existen otros que dependen de la incapacidad de deducir significados de un edificio lingüístico que nos es ajeno. Yo no entiendo mandarín ni ruso por ejemplo, pero entiendo portugués aunque no lo hable. La inteligibilidad lingüística es un fenómeno más complejo de lo que un principio podría parecer; en el caso de las lenguas originarias se ha tratado de utilizar para determinar el número de lenguas existentes. ¿Cuántas lenguas mixes hay? ¿Tres, cuatro, seis, una sola pero con múltiples variantes? En principio, pareciera un asunto sencillo, aquellas variantes que presentan un alto grado de mutua inteligibilidad conforman una sola lengua. Sin embargo, de cerca, en el día a día todo es más complejo siempre. Recuerdo cuando llevé a mi hermana a una fiesta a la que me habían invitado unos amigos en un poblado próximo; durante el banquete, comenzaron a contar historias que me hacían reír y sorprenderme mientras que mi hermana permanecía seria: me dijo que apenas entendía unas cuantas palabras del mixe de aquel lugar. Si en ese momento, un evaluador tuviera que determinar si el mixe de mi pueblo y el de mis amigos era el mismo o era distinto, hubiera llegado a dos conclusiones encontradas: observándome a mí diría que existe un alto grado de inteligibilidad mientras que observando a mi hermana diría que es muy baja. La relación que yo mantenía con mis amigos del pueblo vecino me había expuesto intensamente al mixe que hablaban mientras que mi hermana, en su primera visita, aún no lo comprendía como tiempo después pudo hacerlo muy bien.

Esto mismo sucede en otros casos, los habitantes de dos pueblos enemigos pueden negar entender el zapoteco de cada uno para marcar una diferencia que nada tiene que ver con la semejanza de las estructuras lingüísticas. El hecho de que mi abuela entienda el mixe de un pueblo que a mí me parece tan lejano y complejo solo indica que ella ha tenido mayor contacto con él a través de los ahijados que tiene ahí. El hecho de que mi abuelo entendiera el mixe de las tierras medias y bajas solo indica que viajo suficiente como para ir incrementando su comprensión.

Esto puede suceder además con cualquier lengua. Supongamos que en ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil existen dos pueblos que mantienen estrechas relaciones, en uno de ellos se habla español y en el otro portugués; sin embargo, a través de años de intensa convivencia el grado de inteligibilidad entre ambos es muy alto, ¿esto significa que el español y el portugués son una misma lengua? No, significa que han aprendido a comprender ambas. A nadie se le ocurriría enviar los mismos libros de texto a ambas comunidades argumentando que ambas comunidades entienden la lengua de la otra. ¿Por qué entonces aplicar el mismo criterio a las lenguas originarias? En sentido contrario, ¿por qué el hecho de que nos cueste entender el español de ciertas películas cubanas, colombianas y españolas no hace que las subtitulen?

Entender otra lengua es un fenómeno solo parcialmente lingüístico. Para entender hace falta disposición, convivencia, necesidad y buena voluntad. Tomar decisiones sobre políticas y planeación lingüística basándonos en un criterio como la inteligibilidad puede ser muy poco atinado.

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