Todo indica que los líderes de Estados Unidos deberían estar cada vez más atentos al mundo exterior. La proporción de la economía mundial ocupada por EUA es muy grande, pero también cada vez menor. (De 50 por ciento en 1945, la cifra ha bajado a un poco más que 20 hoy en día.) Las amenazas económicas actuales provenientes del extranjero son gravísimas, y EUA no esta ni capaz ni dispuesto a resolverlos solo. Los mayores problemas del siglo 21, desde el cambio climático al terrorismo internacional, requieren una colaboración íntima entre países muy distintos.
En tal entorno, la insularidad de la campaña actual para la presidencia es alarmante. Empecemos con Mitt Romney, abanderado republicano y retador del presidente Obama. Su discurso ha sido bélico, nacionalista, y agresivo. Ha criticado a Obama duramente por su supuesto hábito de pedir perdón por las acciones de Estados Unidos; ese hábito es imaginario, pero Obama sí ha demostrado una opinión más matizada sobre el poderío estadounidense que Romney. El republicano ha etiquetado al presidente como débil y radical, por su precaución en lidiar con el programa nuclear de Irán (Romney parece apoyar un ataque pronto contra los iraníes, realizado o por los israelíes o por los estadounidenses); por su negociación de un tratado anti-misil con Rusia (Romney se queja que limita la defensa del territorio nacional y que EUA tuvo que sacrificar más que Rusia), por su manejo de la serie de revoluciones en el mundo árabe (Romney acusa a Obama de dejar que la llamada Primavera Árabe se convierta en un Invierno Árabe); y por sacar las tropas de Irak (Romney prefería obligar al gobierno iraquí a permitir que miles de soldados americanos se quedaran en el país de manera indefinida).
Es decir, en cada uno de los puntos de desacuerdo con Obama en asuntos internacionales, Romney propone una política extranjera más intransigente, más unilateral, y más agresiva.
Romney, un ex-gobernador sin un perfil propio en asuntos internacionales, se ha rodeado con los neocons que ganaban infamia por su visión maniquea y su papel en la decisión de invadir Irak en 2003. Nueve días después de los ataques del 11 de septiembre, Bush ofreció la esencia de esta doctrina en solamente once palabritas, cuando dijo ante el Congreso, “O estás con nosotros o estás con los terroristas”. (En inglés, “Either you are with us, or you are with the terrorists.”.) Esa visión representa lo peor del poder estadounidense, una confusión verdadera entre ser líder y ser bully, pero días después del peor ataque en 60 años, quizá fue entendible.
Romney no tiene tal excusa por su agresividad. Tampoco tiene una excusa por la actitud antipática de su campaña durante su reciente giro a Inglaterra, Israel, y Polonia. En el primero, insultó a los ingleses por su preparación para los Juegos Olímpicos, contrastándolo con su propia experiencia en supervisar las Olimpiadas de 2002, en Utah. (Sus comentarios provocaron la réplica clásica de David Cameron, Primer Ministro de Inglaterra: “Claro, es más fácil poner los Juegos Olímpicos en el medio de la nada”.) En Polonia, un asesor suyo invitó a un grupo de reporteros, quienes estuvieron reclamando la falta de tiempo con el candidato, a “besarle el culo”; es un insulto común en pleitos de barrio o entre aficiones contrarias, pero muy poco visto en campañas presidenciales.
En fin, Romney no se parece tanto al estereotipo del americano feo como Bush, pero los contornos de su política extranjera no son tan diferentes: simplista, unilateral, maniquea.
Lamentablemente, la campaña de Obama tampoco se ha destacado por su sofisticación internacional. En semanas recientes, el ataque más frecuente de Obama ha sido que mientras encabezaba un fondo de inversión, Romney fue el responsable de mandar trabajos a la India, a China, y a México. Lo pintan como un avaricioso poco patriótico, pero cualquier persona en su posición hubiera hecho lo mismo. Que fuentes de empleos se van de un país y llegan a otro no es nada nuevo; por eso México fabrica carros de compañías alemanas, japonesas, y, por supuesto, estadounidenses. La fuga de empresas es algo feo y los gobiernos tienen una responsabilidad de mitigar los efectos del desempleo, pero no le sirve a nadie cuestionar los valores de los que trabajan en el outsourcing. Al hacerlo, efectivamente, Obama está criticando los fundamentos del liberalismo económico, cosa que no provoca optimismo para su capacidad de cooperar con los demás países en el mundo.
El nacionalismo de la campaña actual no es la mejor representación de las filosofías verdaderas de los candidatos. Obama sí es un liberal económico (por más que le digan socialista), y Romney no lanzaría un ataque contra Irán al momento de llegar a la Casa Blanca. Más que nada, estamos viendo que cada candidato percibe una ventaja en minimizar la interdependencia con el resto del mundo. Percibe un electorado nacionalista, y como cualquier profesional de marketing, están prometiendo al público lo que quiere.
Es entendible, sí, pero nada reconfortante. La famosa insularidad de los gringos es un anacronismo, y tiene que desaparecer. Lamentablemente, la voluntad de los líderes políticos de llevar a los votantes a pensar de forma distinta simplemente no se ve por ninguna parte.