Es buen momento para Barack Obama. La recuperación económica se ve mucho más vigorosa que hace seis meses, y la posibilidad de una nueva recesión ya es mucho menor. La expansión reciente ha causado fuertes bajas en el desempleo, que en enero llegó a su menor nivel en tres años. El índice de los indicadores adelantados, publicado por el Conference Board, lleva varios meses de mejoría, cosa que implica que la recuperación no se frenará de manera repentina.
Las condiciones económicas –que por cierto tienen una relación muy indirecta con las políticas presidenciales, pero ni modo– tienen una importancia mayor en las elecciones presidenciales de cualquier país, y Estados Unidos no es una excepción. Después de las preocupaciones del año pasado, lo anterior es una buena noticia para el habitante de la Casa Blanca. Suponiendo un crecimiento económico de 2.5 por ciento este año, Nate Silver del blog Five Thirty Eight, un recurso insustituible para los que quieren entender la política estadounidense, coloca la probabilidad de que gane Obama en 60 por ciento.
Además, la contienda para elegir su contrincante se ha convertido en un duelo largo y cada vez más sucio. Como consecuencia, buscando el apoyo de la base republicana, el favorito Mitt Romney se ha comprometido a una serie de posiciones impopulares ante el electorado general. (Vean, por ejemplo, su declaración de que la ley SB 1070 de Arizona es un modelo para el país.) Y aún así, y pese a una enorme ventaja financiera sobre sus adversarios, no ha podido convencer al electorado de sus méritos. Lo más probable sigue siendo que Romney supere los retos y se concrete como el candidato, pero sea quien sea el ganador, el abanderado republicano va a llegar a la contienda general debilitado por los meses de pleito con sus feligreses.
Así que las circunstancias se están acomodando para que Obama se quede en la Casa Blanca por cuatro años hasta 2016. Claro, nada está escrito, pero sin una grande sacudida, será bastante difícil que los republicanos limiten la estancia de Obama en la presidencia a solo cuatro años.
¿Y de las posibles sacudidas? A mi parecer, hay dos principales vislumbrándose en el extranjero.
La primera es Grecia. La siguiente fase del rescate fue aprobada la semana pasada, pero no he leído ni un solo análisis que cree que el problema se haya resuelto. Pueden leer este post para una explicación de los limites del rescate, pero el punto importante es que independiente de las expresiones de optimismo, Grecia no podrá salir del hoyo en que se ha metido sin un default y una devaluación, que implica su salida de la zona del euro. Y los políticos europeos realmente no están buscando salvar a Grecia, sino crear un espacio para fortalecer las economías que sí son salvables.
Ahora, la pregunta importante es cuando va a estallar la crisis, y que tan extensos serán los daños. Una crisis que estalla en los próximos meses, y más aún si los daños no se limitan a Grecia, que al contrario se contagia a Portugal, España, y Italy, que causa la caída de bancos importantes en Francia y Alemania, es capaz de descarrilar la incipiente recuperación estadounidense. Eso sería muy mala noticia, pero con cada semana que pase sin tal resultado, vuelve menos probable que explote una crisis no griega sino europea antes de la elección de noviembre.
La otra amenaza extranjera se encuentra en Irán, y los llamados tanto en Estados Unidos como en Israel para frenar su programa nuclear con un ataque contra las instalaciones de aquel país.
Por un lado, tal acción parece una locura. Los expertos de los dos países principales opuestos a Irán están de acuerdo que un ataque aéreo contra sus instalaciones nucleares no sería suficiente para detener el programa. Además, según un reporte reciente de New York Times, los analistas del gobierno estadounidenses insisten que no hay evidencia segura de que Irán sí esté a punto de crear un arma nuclear. Además, suponiendo que sí lo esté buscando, si el mundo pudo vivir con el arsenal nuclear manejado por la Unión Soviética y la República Popular China de Mao Zedong, no queda claro porque no puede hacer lo mismo con Irán. Finalmente, los ayatolás que manejan el país, pese a su extremismo religioso, son racionales, y responden a los mismos incentivos que Mao y Khrushchev (y Kennedy y Eisenhower) en sus tiempos.
Pero finalmente, los llamados para atacar a Irán no son racionales, y por lo tanto, siguen creciendo. Y aunque Obama no quiera lanzar un operativo militar, no hay garantía de que Israel no lo haga. Cabe recordar que aunque formalmente sean aliados, existe un rencor abierto entre Obama y Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí.
Es difícil predecir como reaccionaría el electorado estadounidense en caso de un ataque contra Irán. Típicamente el apoyo para el presidente estadounidense surge después de un nuevo operativo bélico, pero, en caso de un ataque israelí donde se percibe que no hay apoyo de la Casa Blanca, no es imposible que Obama pierda una parte importante de su apoyo, especialmente en estados claves como Florida. De todas formas, no hay duda de que un ataque contra Irán represente una complicación no deseada para Obama.
Finalmente, lo más probable es que estos dos asuntos sean de un plazo más largo que el ciclo electoral, y que no estallen hasta después de la elección de este noviembre. Es una buena noticia para las ambiciones electorales de Obama, pero las dos situaciones se convertirán en problemas mayores en su segunda gestión.