Muchas tardes
frente a la ventana
Quise diluvios feroces
que borraran los caminos
largas horas repasados
de ida y vuelta;
tormentas que borraran
todos los rostros,
los dejaran suaves o truncos,
sin nombre y en ruinas,
como ciudades olvidadas;
tormentas que lavaran los edificios
hasta vencerlos,
que traspasaran su alma porosa
para dejarlos descansar al fin,
horizontales, en la tierra.
Quise
la perdición de todo lo sólido
frente al avance sonoro
del agua con dedos de humo,
el agua, caricia abnegada
y fría aceptación;
verlo todo perdido
en el crepitar, multicolor y unívoco
del asedio del agua llamarada:
la lluvia es como un incendio
más lento,
su furia, una nota sostenida.
Quise verlo
muchas veces, desde mi ventana
sin que pasara nada de eso:
la ciudad dormía cada noche
sumergida,
con sus luces de animal marino,
y yo la veía respirar en sueños.
Mi anhelo era la marca tenue
de mi aliento,
dibujada en el vaho del cristal:
el trueno de un relámpago
invisible. ~
Pez fósil
(Latimeria chalumnae)
Recuerda otra vida y sonámbulo
despierta, se desprende de la arena.
Nada con la inercia del agua fría,
despierta de una muerte de siglos,
busca alimento, a veces luz,
y no encuentra refugio en la intemperie
del mar abierto;
se reproduce, perpetra la soledad
en su hueste de olvidados,
pez longevo, pez de escombros
con el mundo a cuestas.
Viaja y su travesía es otra:
fósil viviente, es un signo
en un códice antiguo
que ya nadie interpreta,
relicto de un linaje numeroso,
huérfano pez triste
que no pesa en el agua.
Regrésenlo al cauce del tiempo
silente, déjenlo ir con los gestos
que nos conducen siempre
por el agua fría de los días,
por la fuga de agua en el sedimento
duro del recuerdo;
olvídenlo de nuevo, como olvidamos otras
especies malformadas, insensatas
especies turbias del dolor,
cardúmenes nutridos de alegría,
tribus de pensamientos largamente
pensados, celacantos tristes
de nuestro nado adormecido,
a la deriva; ciego en la oscuridad,
déjenlo ser piedra y hueso:
el agua negra es noche y descanso
para el pez de tierra.
Los que llegamos tarde
Encontramos todo empezado
y nada dura, se acaba pronto;
la realidad parece rota, esparcida
con descuido por una mano oscura;
no conocemos el remanso de la espera
ni las horas distendidas del antes
que pasan sin rasgar la superficie de la tarde.
Vivimos al margen, lejos del pozo
donde el tiempo brota;
el tiempo y sus tres sombras
dibujadas a lápiz,
sombras como paisajes sucesivos,
fuera de foco,
pasan sin saludar ni despedirse.
No vemos llenarse la sala,
imaginamos que nunca ha estado vacía;
nos perdemos el nombre de los actores
porque ya empezó la película;
los ojos se ajustan a la oscuridad
y no pueden hacer que coincida
con la cuenta del minutero
la luz eterna de un lunes
sin martes que le siga.
No nos sirven el desayuno
después de mediodía.
Salimos tarde, nos demoramos
en el doblez de los minutos,
olvidamos gustosos que hay que llegar,
creemos que así huimos del final;
no vemos lo que apenas germina,
para no ver su lenta podredumbre.
Cae el fruto de todo lo que muere:
nos desgajamos de la red pálida
de las cosas diarias. ~
——————————
AURELIA CORTÉS PEYRON estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; en 2011 obtuvo el título con la tesis La muerte polimorfa. Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia. Entre 2009 y 2011 trabajó como encargada de difusión de la Secretaría de Extensión Académica de la FFyL.
Buenas Tardes:
Estoy interesado en algún Curso de Redacción y\o Escritura Literaria.
Sin más por el momento, les agradezco.
Aténtamente,
José Alberto Santos Gallegos