“Y además, como buen chairo, él quería tomar clases de náhuatl” escuché en un vagón de metro hace unos meses. Por el uso en distintos contextos, se puede inferir que “chairo” es un término que describe a personas identificadas con ideas de izquierda y, en muchas ocasiones, con el movimiento por el respeto a los derechos de los pueblos indígenas aunque no pertenezcan a ellos. El comentario del metro me hizo pensar sobre las luces y las sombras de los movimientos, ideas y personas que se involucran o se interesan por el proceso de reivindicación de los pueblos originarios. Es verdad que el movimiento “indigenista” ha aportado mucho al movimiento indígena, conozco a muchísimas personas que han establecido relaciones sanas, solidarias y respetuosas con las distintas culturas del país, los aportes de distintos pensadores, antropólogos, luchadores sociales ha sido invaluable (aunque de otros ha sido más bien indiferente o dañino). Los lingüistas que han hecho estudios sobre las lenguas habladas en el país desarrollan una labor fundamental considerando que su trabajo puede tener aplicaciones directas para el fortalecimiento de estas lenguas. Existen personas que han cruzado el puente, que han aprendido nuestras lenguas, que se han enfrentado al proceso de vivir inmersos en otra cultura, que no solo han analizado nuestra existencia sino que han coexistido con nosotros y a nuestro modo. Eso mismo que hacemos cotidianamente los pueblos originarios pero que se nota muchos menos extraordinario.
Muchas de las conquistas del movimiento indígena no podrían explicarse sin la solidaridad de personas e iniciativas que a lo largo de muchos años sumaron esfuerzos y entendieron que la construcción de una nación debe pasar por el reconocimiento de las otras muchas naciones distintas que lo conforman: cada una con una historia y lengua propias, con identidades y modos de vida particulares.
Sin embargo, del lado de las sombras, otras personas o movimientos han hecho mucho más mal que bien al reconocimiento de las lenguas y culturas originarias aunque en el discurso se digan simpatizantes de ellas. Me parece que son simpatías que ocultan en realidad un desconocimiento profundo. Entre ellas el folclor es un gran ejemplo, es una manera fácil y cómoda de relacionarse que no implica reflexionar sobre las manifestaciones artísticas de otras culturas, basta poder confirmar en un espectáculo los prejuicios sobre el “colorido y la algarabía” del mundo indígena. Siendo producto de consumo, el folclor nunca devolverá al espectador una imagen real que no haya sido antes prefabricada.
Otro acercamiento dañino es aquel que perpetúa el mito del buen salvaje, la idealización de los pueblos originarios solo provoca una simplificación de nuestros modos de vida. Una de las maneras más sutiles de discriminar al otro es negarle la capacidad de ejercer la maldad y reconocerlo tan complejo como cualquier ser humano. Es una discriminación más sutil que aquella que se basa en el color de la piel o la forma de la nariz que al menos se puede combatir frontalmente, en cambio la otra está disfrazada de simpatía y solidaridad. Los indígenas somos tan buenos, tan malos, tan complejos y tan humanos como todos.
Otra visión que llamaré “new age” ha hecho también terribles estragos: nuestra relación con la naturaleza es en muchos casos más compleja que en otros pero no para todos los pueblos originarios. Ni todo lo rural es indígena ni todo lo indígena es rural. Me causa indignación que muchos de los simpatizantes del movimientos indígena utilice nuestros rituales y supuestos métodos de curación sin conocerlos en absoluto, me indigna que utilicen la palabra “pachamama” sin entender el sentido, otra vez, sin comprender. La cultura de cada uno de los pueblos originarios no se reduce a ceremonias de “limpia” con copal ni de viajes psicodélicos mediante hongos. Nuestras lenguas no son todas poéticas y musicales. Es insospechadamente mucho más complejo.
Es una lástima que la mayoría de las personas que se interesan por los pueblos idígenas lo hagan mediante el floclor, la idealización o la caricaturización de nuestras culturas que además son tan distintas entre sí. Creo que son estos acercamientos los que han impedido que el resto de la población mexicana no indígena se interese por los pueblos originarios, son estos acercamientos los que provocan que intentar aprender náhuatl sea solo un asunto de “chairos”. Un amigo me confesó que cada vez que alguien comenzaba a hablar del mundo indígena casi podía predecir el discurso y que por esa razón prefería ya no escuchar el resto. El movimiento indígena no es de izquierdas o derechas, esa división nos es ajena, es una lucha por el recomocimiento de nuestros derechos y por establecer relaciones intercultarles sanas y equitativas. El floclor y la idealización son totalmente dañinos a este proceso y sería preferible no contar con esas simpatías.
Los indígenas y nuestro movimiento preferíriamos no tener por simpatizantes solo a curanderos urbanos que predican el fin del mundo supuestamente especificado en el calendario maya, a interesados en viajes psicodélicos o a idealizadores de nuestra relación con lo sagrado y con la naturaleza. Preferiríamos tener simpatizantes críticos con voluntad de conocer sin prejuicios las otras culturas y lenguas de su país en medida que también los conforman y los enriquecen también a ellos. Preferiríamos que un adolescente de una secundaria técnica, un antropólogo del INAH, un diseñador industrial experto en diseño noruego, un curador de arte contemporáneo o un fan de Joy Division decidieran un día, por igual, inscribirse a clases de náhuatl. Ése sería un buen nuevo comienzo.
Concuerdo completamente. Y lo siento si resulta difícil entender que un campo de conocimiento especializado, como la música de cámara, es comparable a la vida de una sociedad, porque no es así. No es, ni debe ser, un tema “exclusivo” o “no del interés general”, no debe ser cuestión de “es que no lo he estudiado” ni “la verdad es que el tema no me atrae”, si seguimos manejando la interacción negada entre indígenas y no-indígenas en términos de “objetos del conocimiento”, estamos restringiendo a un sólo canal formas de comunicación tan diversas como complejas. Sería como si en la Unión Europea un Francés de la Costa Sur dijese que no le interesan los temas que tienen que ver con España y que estudiar español debe ser exclusivo para los especialistas, y que los estereotipos folclóricos del español con boina, acento madrileño y adepto al cigarro y a las corridas de toros son, en última instancia, lo más que se puede pedir de alguien que no haya dedicado unas horas de su vida a un diplomado al respecto de la cultura española.
Y pues, la verdad, ni un censo hace falta para darse cuenta de la abrumadora mayoría de “pachamamáfilos” o “New Aztecs”. Basta salir de la universidad (y a veces hasta tan sólo mirar al pupitre de al lado)y darse una vuelta por la calle, por la red o en casi cualquier lado. Son más numerosos los del grupo “Mexica tiahui” que todos los estudiantes de “náhuatl clásico” de la UNAM, y ése es sólo uno de los muuuuuuuchos foros de expresión. Daría cifras de cierta maestría, pero sería balconear muy feamente.
Aunque contiene justos reclamos, lamentablemente este artículo trasluce incomprensión, intolerancia y discriminación pluridireccional.
Durante siglos se ha discriminado a los pueblos originarios y esa discriminación debe terminar. Pero también la que hace que mestizos racistas desprecien a quienes no se apegan a sus estereotipos y califiquen de “chairos” a quienes se interesan en lo que a TODOS debería interesarnos.
Se debe considerar a toda cultura con respeto y detenimiento. Pedimos respeto, démoslo.
Dice usted que “es una lástima que la mayoría de las personas que se interesan por los pueblos idígenas (sic) lo hagan mediante el floclor, la idealización o la caricaturización de nuestras culturas que además son tan distintas entre sí”. Haga primero un censo de todas las personas realmente interesadas en las causas de los pueblos originarios, desglose a quienes se apegan a estas características y después hablamos sobre la pertinencia de su aserto.
Con respeto a las izquierdas y las derechas, habrá que ver cuanta gente perteneciente a cada tendencia ha hecho algo por la erradicación de la marginación de los pueblos originarios. Dudo que la derecha salga bien parada en dicha pesquisa (digo, si se hace objetiva e imparcialmente).
Por cierto, soy Museógrafo, Licenciado en Filosofía y soy de izquierdas (a mucha honra). Me interesan los pueblos originarios y también deploro que la gente se acerque a sus culturas “mediante el floclor, la idealización o la caricaturización”.
Saludos
Luis Pérez, a mi me parece que nada pide al “ciudadano común y corriente”, sino a aquellos que pretenden saber y conocer lo que es LA cultura indígena. A estas personas, me parece, la autora pide que no generalicen y que no se queden con descripciones cómodas de lo que son LAS culturas indígenas. Sólo pide que “cada vez” que uno hable de culturas indígenas reconozca la gran complejidad que existe dentro de estas (y todas) las culturas.
Me parece un articulo interezante, pero muy cargado hacia tener un conocimiento profundo de los grupos indigenas. Practicamente la autora pide que cada ves que alguien hable de grupos indigenas hable con todo el conociento de las tradiciones, costumbres, etc y si no se posee tal conocimiento es mejor no hablar por que mas bien se causa daño, si bien hay gente que con su hypocrita simpatia causa daño, yo creo que esto no es necesariamente cierto en la mayoria de los casos. Mi principal observacion seria que a utora solo da la version desde el punto de vista del especialista de las lenguas indigenas o grupos indigenas. Que hay de las motivaciones del que se siente genuinamente atraido por el folclor, el colorido,etc, sera que necesariamente esto causa daño?. El articulo me hace pensar en un especialista de musica clasica diciendole a un ciudadano comun y corriente;
eso que tu (el ciudadano comun) le llamas musica clasica(quizas refiriendose a las piezas mas conocidas de Beethoveen, Motzart, Bach, etc)no es la musica clasica y si no sabes o no tienes deseos de aprender solfeo o tomar un curso especializado de musica mejor no te hagas llamar simpatizante de la musica clasica. Creo que se debe reflexionar aun mas sobre este tema y presentar las dos caras de la moneda.
Sabias palabras, importante reflexión. Gracias por compartirnos lo que nadie aún quiere ver.
Un gran saludo y mis más sinceros respetos.
–Leopoldo Laborde.
Bien dicho Yásnaya!