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De las corporaciones
Blog | Palimpsestos | Antonio Santiago Juárez | 26.04.2012 | 1 Comentario

¿Por qué será que los futurólogos plantean un paisaje tan sombrío? Un mundo feliz ha liberado a los seres humanos del sufrimiento, al combinar la planificación genética y la estratificación social con la administración de drogas en un ambiente de frivolidad generalizada, y Gattaca vislumbra consecuencias de exclusión cuando se distingue a los humanos válidos –nacidos tras un procedimiento de limpieza genética– de los que no lo son. Brazil es la distopía de una gigantesca burocracia opresiva amenazada por el terrorismo; V de Vendetta subraya un fascismo mediático; Niños del hombre un mundo dividido y pobre, y en Total Recall (brillante imagen de una colonia en Marte a partir de un cuento de Philip K. Dick) las corporaciones en su avaricia han creado una nueva raza de mutantes.

El padre del cyberpunk William Gibson, vislumbra un mundo virtual creado por las máquinas donde la biología y la técnica se funden al estilo de lo mostrado por Cronemberg en eXistenZ: productos electrónicos cosechados dentro de organismos vivos funcionan como computadoras. Inteligencias artificiales nos comandan y como en la obra maestra de los hermanos Wachowski, ninguno de nosotros nos enteramos de nada, dormidos como estamos al soñar el sueño impuesto por la Matrix.

En todas estas obras un denominador guía los entramados y el Gran hermano a través de sus miles de ojos cumple su amenaza: “Estarás hueco. Te vaciaremos y te llenaremos de nosotros”.

Quizá no exista un mejor retorno a Marx que en lo planteado por la literatura de ciencia ficción. No se trata de recuperar algo de su ideología mesiánica de tiranía proletaria, sino del humanismo que bien supieron escuchar los estructuralistas franceses: la liberación del hombre de su alienación al Dios Moloch convertido en maquinaria.

Y es que en muchos casos no solamente lidiamos con explotación, explosiones en fábricas o cientos de muertos. La plusvalía existe: Apple obtiene millones a cambio de los esfuerzos de miles de jóvenes que producen doce horas al día y seis días a la semana en naves de iluminación permanente y largas planchas de armado entre sillas sin respaldo, por no mencionar los repetidos suicidios de quienes se lanzan desde los techos de la planta proveedora taiwanesa más grande de Ipads en el mundo: FOXCONN. Como subraya The New York Times, se reprocha a Apple estar al tanto de esas condiciones y provocar accidentes y muertes al no atacarlas frontalmente –todo, antes que dar tregua a los competidores o afectar las ventas (contratación de menores de edad, trabajo excesivo, venta de plazas, despidos a la menor queja, hacinación en dormitorios).

Es cierto que ya otras empresas transnacionales han pasado por esto alguna vez: según lo advirtió Morris Berman en El Crepúsculo de la Cultura Americana, Nike obtuvo en 1991 ganancias de 3,000 millones de dólares pagando a sus trabajadores en Indonesia apenas un dólar diario (ni siquiera, dice Berman, lo suficiente para comida y techo). La comunidad internacional se quejó y al parecer Nike cambió las condiciones de sus empleados (Just do it).

¿Son todas las grandes corporaciones tan conscientes como lo habría sido esta (después de la presión ejercida por activistas)? Al parecer no, pues, según lo reporta The New york Times, Apple está lejos de actuar con la velocidad debida.

Las grandes corporaciones no deciden bajo la lógica que podría guiar las acciones de un pequeño comerciante y mucho se ha hablado de su tendencia a la depredación. Al igual que hace Apple en China para ampliar sus ganancias, a Walmart se le acusa de pagar bajos precios a provedores y destruir pequeñas unidades económicas a su paso, es decir, la subsistencia de cientos de familias. Walmart ha creado en México, según se dice, más de 200,000 empleos pero ¿cuántos de estos tienen la suficiente calidad como para sacar a una familia de la pobreza? ¿Cuántos otros ha destruido? Un estudio realizado por la comunidad de Cuetzalan, Puebla, mostró que la edificación de una de esas tiendas dañaría a 500 negocios de la zona a cambio de la creación de 60 empleos. La comunidad indígena se organizó y evitó su construcción. De no haberlo hecho, quizá 2,000 familias (dependientes de los 500 negocios amenazados) hubieran podido comprar en Walmart más barato, pero ¿con qué dinero?

Yo creo que hay que fijar límites
más estrictos a este poder creciente.
La democracia es justamente eso:
la necesaria domesticación del poder excesivo

Las grandes corporaciones tienen una entendible tendencia al abuso. Es natural pues, como decía el escritor Benjamin Constant: “dale todo el poder a una persona, a varias personas o a todas las personas si quieres: quien sea, el resultado será igualmente desafortunado para ti. Entonces atacarás a los detentadores del poder y acusarás a la monarquía, a la aristocracia o a la democracia, al gobierno mixto o al representativo. Estarás equivocado; el culpable es la extensión del poder otorgado, no sus detentadores”.

Es decir, si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente. Por eso mismo es tan difícil controlar el de las transnacionales: ¿quién aguanta cañonazos como esos? Detrás de la destrucción de tienditas y mercados y de la violación de ordenamientos ambientales en todo el país se encuentran los casi 25 millones de dólares que Walmart habría pagado en sobornos.

Pero la preocupación por el excesivo poder de las corporaciones no termina aquí. Su actuación es mucho más preocupante cuando los intereses en juego son los energéticos, los de seguridad o los de la industria armamentista. El escándalo sobre el grupo ALEC (American Legislative Exchange Council) nos dice mucho del inexistente nivel moral de esta asociación estrechamente relacionada con la N.R.A. (National Rifle Asociation): ALEC se encuentra detrás de la ley Stand your Ground de Florida –aquella que permite a sus ciudadanos disparar a quien se considere una amenaza, eliminando las precauciones tradicionales de echarse contra la pared o escapar del lugar si con eso podía evitarse la agresión. Ahora es posible matar sin enfrentar ningún arresto cuando se alegue “haber protegido el terruño pisado”. Esta ley ha incrementado el número de homicidios no solo en Florida sino en todas las entidades en las que ALEC ha logrado que se apruebe, y es la causante del asesinato del niño Trayvon Martin a manos de un vigilante de la comunidad.

Como movimiento conservador financiado por Koch, Exxon Mobil y “otros sospechosos habituales”  –como los llama Paul Krugman en su artículo sobre el tema–, ALEC no solo promueve la modificación de leyes sino que las redacta y busca su aprobación “palabra por palabra” (En Virginia, dice Krugman, más de 50 proyectos de ley-ALEC se han introducido casi literalmente). Entre sus objetivos destacarían la neutralización de sindicatos y de protecciones al medio ambiente, así como la obtención de exenciones de impuestos para las corporaciones y los ricos. ¿A quién podría beneficiar que los ciudadanos se disparen unos a otros sin tener que ser apresados –salvo cuando pueda probarse por la familia del muerto, que no se le disparó en defensa propia?

No creo en la maldad intrínseca de los representantes de las corporaciones ni de los dirigentes de ALEC, pero lo que hacen para continuar vendiendo armas es una cosa bastante perversa –que tiene que ver con la lógica del poder liberado de los debidos contrapesos (dale más poder al poder…). Los incentivos que los funcionarios de las grandes corporaciones tienen para quebrantar la norma y hacerse de millones de dólares los lleva a maquillar cifras, a promover el miedo, y a defender leyes contrarias al sentido común y a la tradición jurídica. El capital no tiene amigos cuando calcula sus ganancias. ¿Son sus dirigentes culpables y debemos castigarlos?

Yo creo que hay que fijar límites más estrictos a este poder creciente. La democracia es justamente eso: la necesaria domesticación del poder excesivo. De lo contrario, pronto nos enfrentaremos con nuevas normas que, como lo intentara la Ley Televisa, cabildeadas ante bancadas adormecidas, trasladen los recursos públicos (mercados, tienditas, espectros radioeléctricos, playas, minas) hacia las manos de unos cuantos. Para empezar, deberíamos exigir que todas las corporaciones paguen el mismo porcentaje de I.S.R. que enteramos los contribuyentes cautivos.

No hay que demonizar a las empresas. Si nos prometen crear empleos, un análisis de costo beneficio podrá sacarnos de dudas. Y si bien sus directivos deben pagar las consecuencias de los delitos que puedan cometer –al igual que cada uno de nosotros–, Marx tenía muy clara la diferencia entre el lugar llamado a ocupar en la estructura y la persona: los dirigentes de las corporaciones son hasta cierto punto inocentes de la depredación cometida en nombre de la maquinaria pues al defenderla apuntalan su precaria identidad. Marx los consideraba tan alienados como el proletariado y en tal sentido, gente que no ha despertado del sueño creado por las máquinas. La culpa de la explotación es del poder sin contrapesos y la solución, construirlos.

Así lo entendieron Fritz Lang y Thea von Harbou, su mujer, cuando al escribir el guión de la película “Metrópolis”, comandaron su mensaje a través de la frase brújula “el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”.

Una respuesta para “De las corporaciones
  1. […] se encuentra estrechamente relacionada con la National Rifle Asociation y esta, con las grandes corporaciones de la carrera armamentista. Las leyes que promueve son responsables importantes del incremento de la violencia que se ha […]

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