En la edición más reciente del Foro Económico Mundial, llegó a oírse un mea culpa. Ante la crisis económica mundial desatada en 2008 y que ahora tiene su réplica en Europa, los líderes del mundo se preguntan si el modelo se ha agotado. ¿Se trató de un planteamiento serio, del principio de una revisión a fondo, o de mera retórica?
Con mucho ruido y pocas nueces terminó el XLII Foro Económico Mundial (wef, por sus siglas en inglés), celebrado en la ciudad suiza de Davos con el pomposo título de “La gran transformación: conformando nuevos modelos”. Al término de este foro, que reúne alrededor de 2 mil 500 líderes mundiales, las voces fueron más bien pesimistas. ¿Es que también los poderosos tienen motivos para el desánimo? Detrás del negro horizonte, sin embargo, se vislumbran luces de que estamos al final del túnel. ¿Qué motivos hay para la esperanza?
2008 fue el año de la peor debacle económica desde la Gran Depresión de 1929 y su epílogo, la Segunda Guerra Mundial. Tras años de desregulación financiera, irresponsabilidad bancaria y bursátil, voracidad sin límites y una tremenda desigualdad, que culminó con la caída de Lehman Brothers en octubre de 2008, el libreto parece seguir, ahora con la amenaza del impasse griego; el problema de la deuda soberana de España, Portugal, Irlanda e Italia; la amenaza de la desaceleración china, y el fantasma del cambio climático como telón de fondo.
Tal vez todas estas tragedias llevaron a Klaus Schwab, presidente del wef, a convocar un ejercicio mental de los poderosos del mundo sobre el futuro del capitalismo, en la reunión de este año. ¿Qué evaluaciones podemos hacer de este foro? ¿Se llegó a ideas relevantes? ¿Es posible rehacer el capitalismo? El objetivo se alcanzó a medias.
A nuestro juicio, lo mejor del wef fue que invitó a empresarios, políticos, ong y agrupaciones internacionales a hacer un examen de conciencia sobre la dirección que llevamos como sociedad global. Es verdad que el wef sirve, por lo general, solo como escaparate para que las grandes empresas encuentren oportunidades de negocio y los políticos presuman de lo que carecen, pero dicho ejercicio intelectual ayuda al menos a diagnosticar la enfermedad, lo que no es poco. Que los grandes grupos de interés –que son los que financian el foro– se den cuenta de que no podemos seguir así; que es urgente un golpe de timón, estimamos, no es poco. Es un tercio del camino. El otro tercio será detectar la enfermedad exacta y el último tercio —quizás el más empinado—, tomar los remedios oportunos. El wef solo acertó en lo primero: las ideas discutidas en realidad no fueron muchas, los planteamientos resultaron poco originales y las soluciones, vagas. ¿En qué acertaron y en qué cosas se quedaron cortos?
Acertaron en decir que hay que cambiar de modelo. No se puede echar vino nuevo en odres viejos. El modelo capitalista liberal globalizador ha dado todo lo que tenía de sí: los mercados globalizados han permitido que muchos bienes y servicios estén disponibles a precios más asequibles para los consumidores, el desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo XX ha sido impresionante –las computadoras, las tablets, las redes sociales e internet son muestra de ello.
Junto a estos indudables avances, que no son pocos, los retos son también mayúsculos: mil millones de personas sobreviven con un dólar al día y otros mil millones con solo dos dólares; el cambio climático amenaza con el fin de la civilización, tal como algún día señaló gráficamente la película The Day After (1983), sobre las consecuencias de una guerra nuclear; muchas naciones están al borde de la quiebra económica; el fantasma del desempleo arrojó 200 millones más de personas a las filas de los desempleados…
Estamos quizás en una coyuntura similar a la de la década de los treinta: un tiempo crítico que, tras una oleada de prosperidad, arrastró al orbe hacia la peor catástrofe económica conocida hasta entonces. La xenofobia y el proteccionismo invadieron las economías nacionales. Los totalitarismos se adueñaron de muchas potencias desarrolladas… Un tiempo de estancamiento que culminó con una de las mayores tragedias de todos los tiempos: la Segunda Guerra Mundial.
Pero a esos tiempos sombríos siguieron los años dorados del capitalismo, una época de prosperidad inusitada que se basó en una nueva arquitectura internacional: el sistema Bretton Woods. Las naciones devastadas por la guerra se rehicieron en muy pocas décadas. Se aprendió la lección y el fantasma de una nueva guerra mundial no se materializó, pese a sus constantes amenazas. ¿Por qué se dio ese giro? Se aprendió de los errores. Se detectaron las enfermedades, al paciente se le suministraron las medicinas oportunas.
¿Por qué la reunión del wef no puede ser la punta de lanza de una nueva etapa de capitalismo reformado? Aunque suene a frase repetida, las crisis generan oportunidades, obligan a hacer de modo diferente las cosas –so pena de zozobrar–, fuerzan a los participantes de la obra de teatro a cambiar el guión para tener un buen final. Pero lo primero es reconocer la enfermedad, preguntarse qué no funciona.
En este sentido, las reuniones anuales del wef, que en 2013 tendrá las playas de Puerto Vallarta como escenario, pueden ser un buen punto de arranque. Ahora nos faltan ideas y que los actores estén dispuestos a desempeñar su papel. Estamos apenas en el primer tercio, pero es un buen comienzo. EstePaís
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XAVIER GINEBRA SERRABOU realizó estudios de maestría y doctorado en Derecho de la Competencia. Es profesor-investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y socio del área de competencia y consumidores del despacho Jalife y Caballero.