Resulta difícil, lo sé, hablar de las lenguas sin hablar de sus hablantes y de las culturas a las que están asociadas; sin embargo, la relación entre un sistema lingüístico y las circunstancias en las que se habla y de los que lo hablan son complejas y de ningún modo determinantes. Atribuirle a las lenguas rasgos humanos como los sentimientos, las afinidades o la voluntad es como asociar el clima del norte de Europa al desarrollo de la filosofía. Y sin embargo hay personas que lo hacen.
Así como existen los prejuicios sobre las lenguas minoritarias, también las lenguas de pueblos y culturas dominantes las sufren y en ciertos casos hasta parecen políticamente correctos. Pareciera que emitir opiniones en contra de la lengua utilizada por un estado con políticas opresoras implica hacer una crítica sobre estas políticas. Un claro ejemplo de esto es el inglés, conozco a mucha gente que se niega a aprenderlo argumentando que es la lengua del imperio, olvidando que es también la lengua de Noam Chomsky quién se ha definido a sí mismo como anarquista y de Henry David Thoreau que es uno de los principales ideólogos de la desobediencia civil. Las ideas de Chomsky y de Thoreau toman forma en inglés tanto como las ideas más conservadoras. Las lenguas no conocen de maldad ni de bondad, no conocen de izquierdas o derechas, las lenguas son transparentes a principios morales.
Tampoco se puede argumentar que el estado las lenguas minoritarias que se encuentran en peligro de extinción sea consecuencia de la voluntad malvada de las lenguas mayoritarias, el español no tiene la culpa de que el ixcateco cuente con tan pocos hablantes. El chocholteco está siendo desplazado por el español pero ciertamente no es culpa de la lengua que a su vez en Estados Unidos tiene que enfrentarse a actitudes lingüísticas negativas.
Las lenguas, a diferencia de los humanos, no son machistas, represoras o imperialistas, pero tampoco son bondadosas, humanitarias o feministas. Cuando escucho que alguien no quiere aprender chino para no contagiarse de ideas comunistas recuerdo a la monarca europea que, al ver las frutas del nuevo mundo que le eran presentadas (mangos, papayas y zapotes), dijo, tajantemente, que las personas que vivían en las tierras que producían esas frutas tan voluptuosas no podían ser decentes.
Así que al César lo que es del César y a las lenguas lo que es de ellas.
Qué bueno que lo aclaras, Yas. Ojalá lo entendieran los que nos obligan a decir «las niñas y niños» para darles una supuesta «visibilidad» que las instituciones ignoran de cualquier forma. Abrazo fuerte!