Hace cerca de un mes platicaba con mi madre sobre la vida cultural nocturna del Centro Histórico de la Ciudad de México y de pronto me cayó el “veinte” de cómo he vivido e incluso he puesto mi granito de arena para la recuperación de esta zona como un espacio público urbano.
En estos días es muy común que los conciertos, reventones o noches de bar se lleven a cabo en el Centro Histórico, la colonia Condesa o la Roma. Haciendo un conteo informal, calculo que en los diversos bares en torno al Centro se han de presentar más de una veintena de bandas locales con empuje por fin de semana. Desde el Club Atlántico en Uruguay hasta el Pasagüero en Motolinía, pasando por el remozado Teatro de la Ciudad y el Zinco Jazz Club.
Pero hace poco más de una década estas tres zonas, particularmente la primera, parecían tierra de nadie, con pocos centros nocturnos para las expresiones alternativas, no era un lugar en el que uno deseara estar solo por las noches.
La caída
Una combinación de factores fue llevando, poco a poco, a que la vida cultural nocturna de la ciudad se recobrara, y es que, entre los temblores y las crisis económicas que derivaron en una tremenda inseguridad, las clases medias fueron abandonando el Centro causando la quiebra de diversos locales comerciales.
Después del fraude de 1988 y ante la búsqueda de Salinas de Gortari por encarrilar al país en los rieles de la economía global, la comunidad internacional requería que México emprendiera el camino a la democracia, la cual se fue consolidando paulatinamente, alcanzando un punto álgido en 1997 cuando se llevaran a cabo las primeras elecciones para gobernador en la ciudad en las que arrasó la izquierda, que impulsaría la creación, cinco años después, de la Fundación del Centro Histórico. En el año 2000, durante la gestión de Cárdenas, se echó a andar el proyecto para remodelar la Plaza de la Constitución y proveer de mayor iluminación a la zona, además de que se donó a España un predio detrás de Catedral en el cual inauguraría su Centro Cultural dos años después.
Plan de resurrección
Pero todavía en los últimos años de la década de 1990 e inicios de la de 2000, el Centro Histórico, la Roma y la Condesa eran terrenos inhóspitos: cuando yo iniciaba la universidad, en 1998, aventurarse al Centro eran palabras mayores: en sus calles peatonales nadie se metía, el cableado estaba sobre la tierra y la iluminación era escasa. Pero las músicas de vanguardia, principalmente el techno trance, tenían un empuje impresionante y a la vez buscaban esa suerte de confidencialidad que brindaba el Centro.
Para muchas personas que habían crecido en el “vasto sur”, donde ir al supermercado o a cualquier sitio más allá de una tiendita implicaba una pequeña travesía en auto, el Centro, la Roma y la Condesa se erigían como paraísos potenciales, en los cuales todo quedaba a unas cuadras. Entonces, por las noches, viejos locales de la zona eran apropiados para la fiesta: la Panadería fue un epicentro, no solo del reventón, sino de toda una generación de artistas de vanguardia de la ciudad; fue un lugar esencial para darle eclosión a la Roma y atraer a las clases medias de nuevo al Centro.
Éramos expedicionarios triunfantes quienes llegábamos desde el sur de la ciudad al Pervert Lounge y a El Colmillo, especializados en música electrónica, o al Dada X, que se enfocaba en rock gótico y new wave; ni se diga del Multiforo Alicia, cuya ubicación en la Roma Norte bordeaba la colonia Doctores. Yo comencé una carrera de dj en 1998 que, durante los primeros años, se concentraba en el sur de la ciudad, desde el Foro Ideal, donde debuté, hasta las múltiples fiestas caseras del sur profundo: Tlalpan, Xochimilco y Coyoacán. No toqué en el Centro hasta 2003, cuando el proyecto de revivirlo se concentraba en dar impulso a la vida nocturna: con el colectivo de dj La Logia Electric Fan tuve una residencia de un sábado por cada mes en la terraza del Centro Cultural de España a lo largo de casi todo 2005.
Consolidación
Después de los pioneros Pervert Lounge y Dada X —dos antros que curiosamente ahora se hallan fuera de sus locales originales—, llegó el Centro Cultural de España como símbolo de la restauración de la vida en la zona y, con ello, varios pequeños sitios vinculados a la Fundación del Centro Histórico empezaron a impulsar la vida nocturna: el Pasagüero y Pasaje América, los hoteles Virreyes y Señorial, todos estos sitios de pronto albergaban a músicos, dj y artistas de vanguardia, y en torno a ellos fueron surgiendo negocios.
Posiblemente una buena cantidad de aquellos que idealizaban estas zonas por su potencial fueron quienes contribuyeron a rehabilitarlas, principalmente la Condesa, para crear el microcosmos de vida social y cultural que es ahora.
De pronto, entre 2005 y 2008, hubo un auge de microempresarios que dieron nuevo aire a los viejos lugares del Centro o fundaron nuevos negocios. Las bandas jóvenes más populares tocaban en estos espacios, al grado de que sitios como Pasagüero y Club Atlántico en el Centro, El Imperial o Casa Hilvana en la Roma, y el Caradura y Pata Negra de la Condesa, ya son semilleros para las nuevas propuestas capitalinas y algunas bandas más consolidadas.
Hoy en día, con calles como Madero y Motolinía convertidas en pasajes peatonales, y otras como Tacuba y 5 de Mayo embellecidas y con las banquetas ampliadas, el Centro Histórico se encuentra lleno desde el medio día, con gente paseando, tomando café y, al caer la noche, yéndose de fiesta a muchos de los foros mencionados. El sueño está casi consumado: el Centro ha recobrado un brío que acaso tuvo en la década de 1950 y vuelve a ser una de las zonas de mayor bullicio bohemio en la ciudad.
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Escritor, sociólogo y DJ, BRUNO BARTRA ejerce desde 2000 el periodismo en medios como Nuestro Rock, Sónika, Replicante y Reforma. Es fundador y miembro de la agrupación de balkan beat, La Internacional Sonora Balkanera.