Thursday, 14 November 2024
Artículos relacionados
Decálogo para el buen comportamiento económico del Gobierno (sexta parte)
Escritos De Frontera | Este País | Arturo Damm Arnal | 01.12.2012 | 0 Comentarios

En esta entrega de la serie que ha dedicado a la revisión de los principios del capitalismo, el autor parte de la definición del dinero como un medio para el intercambio de la riqueza. Dicho en otras palabras, la cantidad de dinero debe ser una medida de la cantidad de riqueza. ¿Qué sucede cuando la relación entre las partes de esta ecuación se pierde?

©iStockphoto.com/mightyisland

I

El quinto mandamiento del Decálogo para el buen comportamiento económico del Gobierno es este: “Aceptarás que, además de la libertad, la propiedad y la competencia, una moneda sana y fuerte, que mantenga la estabilidad del índice de precios y preserve el poder adquisitivo de consumidores y ahorradores, es requisito del desarrollo económico, por lo que (1) no generarás inflación y (2) combatirás la que, de manera espontánea, se genere en los mercados”.

Si aceptamos la existencia de los bancos centrales —que no son dependencias gubernamentales, pero sí entidades estatales— y si reconocemos que su principal función es producir dinero —imprimir billetes y acuñar monedas—, entonces debemos reconocer que la única justificación de tal monopolio es la producción de un dinero sano y fuerte, con capacidad para mantener la estabilidad del índice de precios y preservar el poder adquisitivo de los consumidores y ahorradores. Para ello, es necesario limitar la producción de dinero con la finalidad de que no sea discrecional, sino que se base en una regla correcta, definida con claridad y aplicada puntualmente. ¿Cuál debe ser esa regla?

II

La respuesta depende, a su vez, de contestar correctamente la pregunta: ¿qué es el dinero? Este no es riqueza, sino el medio de intercambio de la riqueza, la cual está constituida por bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades, es decir el dinero tiene sentido si, y solo si, hay riqueza que intercambiar.

Si el dinero es el medio de intercambio de la riqueza y si, además, se ha de mantener la estabilidad del índice de precios (no de los precios) y se ha de preservar el poder adquisitivo del dinero (que con la misma cantidad de dinero se compre la misma cantidad de mercancías), entonces el cambio en la cantidad de dinero debe darse en función del cambio en la cantidad de la riqueza: si la riqueza aumenta/disminuye en x porcentaje, entonces la cantidad de dinero que se intercambia debe aumentar/disminuir en x porcentaje. Esta es la regla de oro de la banca central, sobre todo si su tarea es mantener la estabilidad en el índice de precios y preservar el poder adquisitivo del dinero.

Consideremos1 tres mercancías —A, B y C— cuyos precios son $10, $15 y $20 respectivamente. El índice de precios —calculado como el precio promedio— es de $15; además, la cantidad de dinero que se intercambia es de $45. ¿Existe dinero suficiente para comprar A, B y C a sus respectivos precios? Sí.

Primer caso. Supongamos que el precio de A aumenta de $10 a $15 y que la cantidad de dinero se mantiene constante en $45. ¿Existe dinero suficiente para comprar A a $15, B a $15 y C a $20? No. Por esta razón tendrá que bajar el precio de B y/o de C. Supongamos que baja el precio de B de $15 a $10. ¿Cuál es el índice de precios, ahora, calculado como el precio promedio? El mismo: $15. ¿Qué sucedió? Se mantuvo constante el índice de precios, ya que el aumento en el precio de A se compensó con la baja en el precio de B, y con la misma cantidad de dinero ($45) se compra la misma cantidad de bienes: A, B y C. Dado que no aumentó la cantidad de riqueza, no hay razón por la que aumente la cantidad del medio de intercambio de la riqueza (dinero). ¿Resultado? Estabilidad monetaria, es decir, el dinero mantuvo su poder adquisitivo.

Segundo caso. Supongamos que aumenta la cantidad de riqueza, de tal manera que a A, B y C ahora se le suma D. ¿Qué debe pasar con la cantidad de dinero que se intercambia si ha de mantenerse la estabilidad del índice de precios, calculado como el precio promedio, es decir $15? Con base en la regla de oro de la banca central, debe aumentar de $45 a $60, pues si la riqueza aumenta 33.33% (de tres a cuatro mercancías), entonces la cantidad de dinero que se intercambia también debe aumentar en esa proporción. Así, si la cantidad de dinero es de $60, el precio de A puede ser $10; el de B, $15; el de C, $20, y el de D, $15; o alguna otra posible combinación,2 por ejemplo el de A, $5; el de B, $15; el de C, $20, y el de D, $20. Sin embargo, en ambos casos3 el índice de precios —medido como el precio promedio— permanece en $15. Hay estabilidad monetaria.

Tercer caso. Supongamos que el banco central aumenta la cantidad de dinero que se intercambia en la economía, de $45 a $60,4 sin que haya aumentado la cantidad de riqueza, y que por ello la demanda aumenta de $45 a $60,5 sin un incremento equivalente en la oferta. ¿Cuál sería el resultado? Un aumento no solo en los precios (algunos o todos), sino en el índice de precios (el precio promedio). Con $60, el precio de A puede aumentar de $10 a $20; el de B, permanecer constante en $15, y el de C, aumentar de $20 a $25. ¿Cuál es el precio promedio, entonces, que hace las veces de índice de precios? $20, es decir, se necesita más dinero ($60) para comprar la misma cantidad de bienes (A, B y C), por lo cual el dinero perdió poder adquisitivo (25%). Esto es consecuencia de que el banco central no respetó la regla de oro al generar inflación (25%), la cual debe entenderse como el aumento en el índice de precios.

III

¿Qué pasa si el banco central no respeta la regla de oro y aumenta la cantidad de dinero que se intercambia sin que aumente la producción de riqueza, o aumentándola en mayor medida que la producción de bienes y servicios? (1) Dado que la cantidad de dinero adicional se usa para comprar bienes y servicios, la demanda de bienes y servicios aumenta más que su oferta. (2) Como la demanda crece más que la oferta, se genera escasez. (3) Dada la escasez, aumentan los precios, por lo que el dinero pierde su poder adquisitivo —con la misma cantidad de dinero se compran menos mercancías—, lo cual es un robo llamado inflación.

Supongamos un enorme almacén en el cual se deposita toda la riqueza (bienes y servicios) producida en una sociedad y al cual acude la gente con el fin de obtener lo que necesita para satisfacer sus necesidades. ¿Qué debe hacer la gente para sacar bienes y servicios del almacén? Meter en él otros bienes y servicios, por una razón muy sencilla: sacar riqueza del almacén significa comprar mercancías en el almacén; para ello la gente debe generar ingreso, y para ello debe participar en la producción de bienes y servicios; es decir, hay que generar riqueza, pues solamente se puede sacar del almacén (comprar) el equivalente monetario de lo que se metió (el ingreso generado en la producción de algún bien o servicio que fue a parar al almacén). La gente puede comprar y sacar riqueza del almacén porque previamente produjo y metió riqueza al almacén; así, lo que saca se compensa con lo que mete, razón por la cual no se genera escasez ni, por ello, aumentan los precios. Sin embargo, ¿qué pasa si el banco central, obligado por el Gobierno, produce dinero para que este se lo gaste sacando del almacén mercancías sin haber metido bienes y servicios? Genera escasez, la cual, a su vez, provoca inflación e, inevitablemente, pérdida en el poder adquisitivo del dinero, pues con la misma cantidad de dinero se compran menos bienes y servicios. Aumentar la cantidad del medio de intercambio de la riqueza sin que previamente haya habido un aumento en la cantidad de la riqueza que se ha de intercambiar supone un fraude.

IV

¿Cuál es la consecuencia de ese fraude, al que son muy proclives algunos gobiernos? La pérdida no de dinero (de pronto hay más) sino del poder adquisitivo. El Gobierno, al cobrar impuestos, le quita dinero a los contribuyentes, y al generar inflación, poder adquisitivo a los consumidores. En ambos casos es un robo, con justificación en el caso de los impuestos,6 pero con alevosía y ventaja en el caso de la inflación. Esto ha encontrado en el keynesianismo y sus derivados justificaciones falaces cuyas traducciones en políticas gubernamentales conducen invariablemente al desorden monetario, lo cual afecta al llamado sector real de la actividad económica. ¿Cómo evitarlo? Respetando, en general, el quinto mandamiento del Decálogo para el buen comportamiento económico del Gobierno y, en particular, la regla de oro de los bancos centrales.

En esto, como en muchos otros temas, hay que ir más allá de las fronteras.

________________________________

1 Para comprender la diferencia entre estabilidad de precios y estabilidad en el índice de precios.
2 Existen varias más que, por razones de espacio, no considero.
3 Y en todos los demás posibles.
4 Dándosela al Gobierno para que este gaste más.
5 El dinero recién producido se usa para demandar bienes y servicios.
6 Que el Gobierno cobre a todos los gobernados lo mismo —para que no haya redistribución por el lado de los impuestos— con el fin de dar lo mismo a todos los ciudadanos —para que tampoco la haya por el lado del gasto—, lo cual se logra cobrando el impuesto único, homogéneo, universal, no expoliatorio, al consumo final, y gastando, única y exclusivamente, para garantizar la seguridad contra la delincuencia, impartir justicia y ofrecer los bienes y servicios públicos que realmente sean públicos y que verdaderamente deban ser ofrecidos.

____________________________________________

ARTURO DAMM ARNAL es economista, filósofo y profesor de Economía y Teoría Económica del Derecho en la Universidad Panamericana.
([email protected]; Twitter: @ArturoDammArnal)

Dejar un comentario



Salario, de lo deseable a lo posible
¿Cuál tendría que ser el monto del salario mínimo para cumplir con la Constitución? El autor hace las cuentas, se opone a un ajuste por decreto y enumera una serie de factores que, en los hechos, intervienen en la definición de salarios, entre ellos el grado de justicia de los empresarios. I. Al hacer propuestas […]
¿Cómo definir recesión?
El lenguaje de los economistas es a veces incomprensible para el público no especializado. Aclarar algunos conceptos económicos para volverlos más accesibles puede ser un buen comienzo para explicar, por ejemplo, por qué no crece la economía mexicana. I. ¿Está la economía mexicana en recesión? Todo depende de la definición de recesión, y puede haber […]
La economía mexicana en 2013: un guión inesperado
Las razones del exangüe crecimiento económico durante 2013 —y que ahora se prolonga al menos sobre todo el primer semestre de este año— son múltiples pero claras. El siguiente texto las explica de manera detallada y comprensible.  Bosquejo del guión Las perspectivas de la economía mexicana para 2013 —primer año del nuevo Gobierno priista encabezado […]
El reto de la desigualdad
El capitalismo y, con él, las viejas recetas para paliar el empobrecimiento de grandes sectores sociales y la grave desigualdad que el modelo ha traído consigo, dan muestras de agotamiento. Papell, autor invitado de esta columna, comenta el problema y reseña a Piketty. En Europa, la salida de la gran crisis económica, que está teniendo […]
Escritos de frontera
“Escritos de frontera” inicia una nueva etapa. Sin olvidar su interés en los fundamentos racionales de la economía, el autor incursionará en el análisis de casos concretos y de coyuntura. El primer tema: la evolución —relativa— de nuestra economía durante los primeros 23 años de vida de la revista.  I   La revista Este País […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (152.714)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (65.671)
...

Con toda la barba (47.620)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (30.403)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (26.494)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez