Las visitas a las librerías de viejo son un viaje en el laberinto del tiempo. Entre montañas de libros —muchas de ellas nada interesantes: folletos, libros de texto desactualizados, recetarios, enciclopedias obsoletas, arte y literatura— es posible encontrar verdaderas joyas. Seis libros, cinco de poesía y uno de textos breves, todos publicados por la editorial Ecuador 0º 0’ 0’’, Revista de Poesía Universal, cuyo director fue Alejandro Finisterre, llaman la atención por el formato, la tipografía y las ilustraciones.
Otto-Raúl González es autor de Para quienes gusten oír caer la lluvia en el tejado, un libro de poesía cuyo ritmo siguen las palabras, pues están dispuestas en el papel formando figuras alusivas al texto. La temática son las cosas cotidianas, la lluvia, un gato, la piñata, la muerte, la paz. También escribió Cuchillo de caza, en un formato más grande, con un diseño sobrio; en su temática abundan las cosas y los animales que cobran vida humana, el amor, las ciudades.
De Francisco Monterde es Netsuke, libro ilustrado por Hokusai. Se trata de un conjunto de haikús, cuya aparente sencillez encierra multitud de sugerencias. Además, las ilustraciones de elegancia japonesa fueron tomadas del gran pintor y grabador Hokusai que murió en 1849.
Guirnalda de primavera es de la poeta desaparecida Alaíde Foppa. La poesía de este libro tiene que ver con las flores y con los sentimientos que levantan.
¡Aquellos tiempos!, escrito por Emilio Criado Romero e ilustrado por Rivero Gil, reúne breves narraciones que dan cuenta de la España de los años treinta. Por sus páginas desfilan personajes, paseos al campo, visitas a museos, tertulias, corridas de toros y otros temas. En cada breve texto magníficamente narrado encontramos reflexiones y recuerdos, miedos y alegrías.
En 1968, con el pretexto de las Olimpiadas en México, se otorgó el Premio Olímpico de Poesía. Uno de los ganadores de este galardón, convocado por la Comunidad Latinoamericana de Escritores y por Ecuador 0º 0’ 0’’, Revista de Poesía Universal, fue Luis Rius con su poemario Canciones a Pilar Rioja, homenaje a la bailarina, en el que se rinde tributo a la danza, la coreografía, la música, el cuerpo y los elementos que hacen inolvidable el arte de la danza.
Tanto el contenido como el diseño editorial de los libros mencionados, publicados entre 1960 y 1970, dan cuenta de una editorial que en cada ejemplar ponía un empeño particular que respondiera a la propuesta artística del escritor; hay un cuidado milimétrico de artesano en cada libro. El responsable de este trabajo editorial es Alejandro Finisterre, seudónimo de Alexandre Campos Ramírez, nacido en Finisterre, Galicia, en 1919. Uno imagina que un editor que pone tanto empeño en cada libro es un personaje rodeado de libros con pocos sobresaltos cotidianos, dedicado exclusivamente a su trabajo. Sin embargo, la vida de Finisterre está llena de sorpresas. Para empezar, fue el inventor del futbolín, ese juego con el que, en las ferias del pueblo de mis abuelos, solía entretenerme durante horas, del que existen torneos mundiales e incluso una Federación Internacional de Futbolín con cinco variantes del juego de acuerdo al tipo de mesa. Pero regresemos con Finisterre. Mientras estudiaba el bachillerato en Madrid a los quince años, trabajó como ayudante de su profesor corrigiendo las tareas de los alumnos más pequeños, fue peón de albañil y ayudante en una imprenta. Finalmente conoció a León Felipe, de quien tiempo después sería albacea, y a Rafael Sánchez Ortega, con quienes editó el periódico Paso a la juventud para venderlo por las calles. Durante la Guerra Civil Española, en 1936, Finisterre quedó sepultado a consecuencia de uno de los bombardeos a la edad de 17 años y tuvo que ser trasladado a un hospital en Montserrat en Barcelona. Finalmente quedó cojo y esa experiencia, aunada a la observación de mutilados de guerra que como él nunca podrían volver a jugar futbol, lo llevaron a idear el futbolín. Francisco Javier Antuna fue el carpintero que se encargó de la fabricación del primer artefacto siguiendo las instrucciones de Finesterre. En enero de 1937 patentó su invento en Barcelona, así como otro que consistía en un pasahojas de partituras accionado con el pie. Sin embargo, en su huída hacia Francia, una vez que el franquismo ganó en España, perdió la patente del futbol de mesa. Luego de una breve estancia en París se trasladó a Quito, Ecuador, donde fundó la editorial Ecuador 0º 0’ 0’’, Revista de Poesía Universal. En la presentación de dicha editorial, conoció al embajador de Guatemala, quien lo invitó a fabricar el futbolín en su país. Entonces se traslada, en 1952, a Cabo de Santa María en Guatemala donde mejoró su diseño que era fabricado con caoba y barras periscópicas.
Dos años después, el coronel Castillo Armas dio un golpe de Estado en Guatemala, por lo que Finisterre es capturado y embarcado en un avión con dirección a España. Finisterre se refugió en el lavabo del avión y construyó una bomba ficticia envolviendo una pastilla de jabón con papel de aluminio. Con esa “bomba” logró desviar el vuelo hacia Panamá, en lo que fue uno de los primeros aerosecuestros que se tengan registrados. Más tarde se estableció en México, donde continuó con su trabajo editorial y publicó a varios poetas, como León Felipe, Juan Larrea y Ernesto Cardenal. Precisamente a este periodo mexicano pertenecen los libros que menciono al inicio de este texto. Además, Finisterre organizó en 1973, en el Bosque de Chapultepec, el gran homenaje del exilio a León Felipe. Logró congregar a intelectuales como Ramón Xirau, Francisco Giner de los Ríos, Juan Marichal, José Miguel Ullán, Ramón Chao y Celso Emilio Ferreiro, hubo conciertos poéticos y se develó la escultura en bronce de León Felipe que aún se encuentra en el Bosque de Chapultepec. Tres años después, durante la transición española, volvió a su país de origen y se casó con la soprano María Herrero. A la muerte de León Felipe, su amigo de toda la vida, fungió como albacea de su testamento y logró que los documentos, escritos y demás pertenencias del poeta se quedaran en el Ayuntamiento de Zamora. Finisterre fue un republicano, excelente editor, poeta (aunque él sostenía que solo hacía versos) e inventor —se dice que registró más de cincuenta patentes. En algunas entrevistas, incluso, presume de haber jugado futbolín con el Che Guevara durante su estancia en Guatemala. Finisterre, fallecido el 9 de febrero de 2007, tuvo una vida llena de altibajos, azares, aventuras, invenciones y creación de libros. No es de extrañar que haya sido un excelente editor: era un observador agudo, se involucraba completamente con lo que le gustaba y era un apasionado de las letras.
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BIBIANA CAMACHO (Ciudad de México, 1974) es exbailarina y encuadernadora. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA 2008-2009. Ha colaborado en Generación, Replicante, Revés, Puro cuento y La Tempestad, entre otras publicaciones. Con Tras las huellas de mi olvido obtuvo una mención honorífica en el Premio Juan Rulfo de primera novela 2007. También cuenta con un libro de cuentos: Tu ropa en mi armario.