Entre noviembre de 2011 y enero de 2012, HSBC, el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) y el Club Piso 51 realizaron una serie de foros de discusión con el tema de “Las clases medias en México”. En tres sesiones distintas, diversos especialistas en el tema —tanto de la academia como de instituciones públicas y privadas— así como líderes de opinión expusieron sus puntos de vista, debatieron entre sí y dialogaron con el público invitado, con el fin de integrar un panorama, lo más completo posible, del tema. Ofrecemos a continuación una versión condensada de las ideas planteadas en el primero de esos foros. Las síntesis del segundo y el tercero aparecerán en los números de septiembre y octubre, respectivamente.
ENRIQUE DE LA MADRID: A nombre del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), del Club Piso 51 y de HSBC, doy la más cordial bienvenida al primer foro sobre “Las clases medias en México”. ¿Qué son las clases medias? El libro de Luis de la Calle [Clasemediero: Pobre no más, desarrollado aún no, (cidac, México, 2010) en coautoría con Luis Rubio], los estudios de la Coneval sobre la pobreza y los documentos de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública (amai) servirán para que cada quien responda a esta pregunta, considerando que lo relevante es saber cuáles son las implicaciones en política pública. Sería preocupante pensar que ya llegamos a un lugar, cuando realmente queda muchísimo por abarcar.
Para abordar este tema, es un privilegio contar con Luis de la Calle, Gonzalo Hernández, Edmundo Berumen y Sergio Sarmiento. Presento a nuestro primer ponente, Luis de la Calle.
LUIS DE LA CALLE: Creo que desarrollo y clases medias son casi sinónimos. ¿Cómo sabemos cuándo vamos a llegar al desarrollo? Cuando realmente seamos un país mayoritariamente de clase media.
En México debemos preguntarnos: ¿podemos aspirar al desarrollo en una generación? Hay quienes opinan que no. El problema es que pensar así convierte automáticamente el desarrollo en algo imposible.
En la crisis profunda de 2009, don Luis Rubio y yo fraguamos una provocación en medio de la desesperanza y el pesimismo: escribir un libro cuya tesis fuera que la mayoría de los mexicanos son de clase media. Lo hicimos para invitar a ver lo que sucede en las calles, en el campo, en México, y para que, después, respondiéramos la pregunta: ¿México está mejor?
Es muy difícil definir qué es clase media, porque es controvertido y, en el fondo, subjetivo. Implica trazar una línea de pobreza y decir que quienes están abajo de esa línea son pobres y quienes están arriba son no pobres. Si a esto añadimos el supuesto de que las clases altas son un porcentaje relativamente reducido de la población, entonces casi automáticamente la mayoría de la población es de clase media.
La medición es compleja por razones de conceptualización. ¿Cómo se mide la clase media en términos de ingreso? (1) De manera tradicional, según patrones de consumo, o (2) con base en expectativas, porque hay un grupo importante que, si bien es objetivamente pobre, se clasificaría a sí mismo como no pobre. Esta actitud define en parte a la clase media, pues siente que vale la pena invertir en su propio futuro. El pobre también tiene esta aspiración legítima, pero con ataduras muy serias.
En los años sesenta, de acuerdo con casi todas las mediciones, 80% de los mexicanos eran objetivamente pobres, y hoy estamos discutiendo si ese porcentaje es de 50, 49 o 47. Ahora bien, ¿por qué en México no hay tasas de crecimiento elevadas que nos ayuden a superar radicalmente la pobreza? Fundamentalmente, porque no hemos encontrado el mecanismo que nos permita incrementar la productividad de manera importante.
La productividad se incrementa cuando la gente se muda de actividades con baja creación de valor a actividades con alta creación de valor, lo cual se logra solo en un ambiente de estabilidad. La estabilidad es necesaria para el crecimiento, y México debería invertir en ello y convertir la estabilidad en su principal ventaja. La estabilidad macroeconómica, la estabilidad jurídica —quizá la más importante— y la estabilidad política de instituciones sólidas sirven para la revolución del cambio en la productividad.
México tiene hoy un ingreso per cápita de 10 mil dólares al año, lo cual no es suficiente, aunque sí es lo bastante alto como para aspirar a reducir radicalmente la pobreza en muy pocos años y, quizás, a disminuir en 50% la pobreza extrema en 10 años.
El libro que escribimos Luis Rubio y yo es una invitación a observar la realidad, es una colección de indicadores intuitivos para saber si somos o no un país de clase media. En el libro hay algunas gráficas que surgen de la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que nos Une y Divide a los Mexicanos. A la pregunta “¿Tus hijos van a vivir mejor que tú?”, 57% responde que sí. En Estados Unidos, 59% piensa que va a vivir peor. Entonces, la crisis en Europa y Estados Unidos ha provocado, en ellos, la idea de que la clase media se reducirá. En México, en cambio, se piensa que la clase media se ampliará y que nuestros hijos vivirán mejor. Esta es la oportunidad histórica del desarrollo del país.
Una de las primeras gráficas que aparecen en el libro se refiere al incremento del pib per cápita. En 2008, el inegi anunció la nueva metodología del pib, y entonces resultó que somos 15% más ricos de lo que nos habían dicho.
Los grandes pendientes, por supuesto, son la pobreza y la desigualdad. Sigue habiendo un número muy importante de mexicanos en pobreza, aunque la desigualdad se ha venido reduciendo. Por otro lado, y esto es vital, en México hay un bono demográfico que es una oportunidad irrepetible para el desarrollo.
En cuanto a los perfiles demográficos de algunos países para 2030, se puede señalar que Estados Unidos, por ejemplo, no tiene un problema demográfico; pero Japón tiene problemas sin solución: no tiene jóvenes, y su economía tendrá varios años de crecimiento negativo. En comparación, México tiene que multiplicar su productividad por cinco, en 20 años; China, por 15.
Hay tres regiones/países del mundo que tienen una buena pirámide demográfica para los próximos 30 años: la India, América Latina y América del Norte. El único país del mundo que está en dos de las tres regiones es México, y si no nos convertimos en un país realmente de clase media menos vulnerable, es porque no queremos. No caigamos en la trampa de que, como no se puede, no invierto y, por lo tanto, no se puede.
Muchas gracias.
ENRIQUE DE LA MADRID: Recomiendo el libro Clasemediero porque demuestra, con datos, mejoría en el bienestar. El siguiente ponente es Gonzalo Hernández.
GONZALO HERNÁNDEZ: Es evidente que no podemos hablar de clase media sin su contrapunto: la pobreza. Esto no necesariamente como algo contrario a la ponencia anterior, sino complementario.
En México no hubo una medición oficial de la pobreza sino hasta 2002, cuando se adoptó el concepto de pobreza por ingresos con base en la siguiente definición: “Pobre es quien gana menos dinero del establecido en un umbral de ingresos”. En 2004, el Congreso impulsó, con razón, una medición mucho más objetiva, realizada por una instancia más independiente —pues la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) realizó la del 2002— y que considerara otros elementos además del ingreso.
Así, el Congreso estableció que la pobreza se mediría de acuerdo a las siguientes variables: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a los servicios básicos en la vivienda, calidad de la vivienda, acceso a la seguridad social, acceso a la alimentación, ingreso corriente per cápita y grado de cohesión social, que es la variable más complicada. Con la Ley General de Desarrollo Social surge una nueva medición de la pobreza, objetiva y completamente apartidista, basada en dos enfoques: derechos sociales y bienestar, los dos pilares del desarrollo del país.
El resumen de la medición para 2010 que dimos a conocer fue el siguiente: está la población que no tiene ninguna carencia social y aquella que tiene una o más carencias sociales —sin importar cuál, porque ninguna es más importante que otra. Dentro de la categoría “tiene una carencia o más” hay población que se registra con cero porque hay personas (por ejemplo, quien trabaja por su cuenta sin derecho al imss ni al issste) que ganan entre 40 y 80 mil pesos mensuales y que difícilmente podríamos clasificar como pobres.
Así, acordamos definir como pobres a todas aquellas personas que tengan “una o más carencias sociales y un ingreso por debajo de un umbral” (2 mil 115 pesos por persona al mes en las áreas urbanas en ese año). Con ello, obtuvimos un resultado: en 2010, 46.2% de la población mexicana (52 millones de personas) se encontraba en pobreza. Dentro de esa pobreza identificamos a aquellas “personas con problemas más severos de carencias sociales” (tres o más) y de ingreso (cerca de 980 pesos por persona al mes, equivalentes al valor de la canasta alimentaria en agosto de 2010), lo que definimos como pobreza extrema (10.4 por ciento).
Otra población es la que no tiene ninguna carencia social y tiene un ingreso por arriba de los 2 mil 115 pesos por persona al mes y que no es pobre ni vulnerable por definición. Este debiera ser el objetivo permanente de la política pública en México.
Otra clasificación es la de los vulnerables, en un sentido amplio (ganan 40 mil pesos al mes por cuenta propia, no son pobres, pero no tienen acceso al imss o al issste o a alguna pensión). Y lo son porque, a pesar de sus ingresos, cuando se enferman o accidentan tienen el riesgo potencial de sufrir por su salud y por el pago del servicio de salud, es decir, de caer en la pobreza, porque no tienen derecho automático a esos servicios.
Aunque en el Coneval no definimos clase media, el reto es hacerlo. Una posibilidad es incluir a todo aquel que no es pobre y restar el tres o cuatro por ciento de la población que no tiene ninguna carencia y que tiene ingresos muy elevados. Aquí empieza el problema de las definiciones.
En suma, hay 52 millones de personas en pobreza; 32.3 millones, vulnerables por carencia social; 6.5 millones, vulnerables por ingreso (con derechos sociales, pero con un ingreso por debajo de los 2 mil 115 pesos por persona al mes).
A este análisis de pobreza añado un aspecto que no se considera en la ley, pero sí en el estudio presentado por Luis de la Calle. La gente tiene “cosas” que podrían ser rasgos de clase media: de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2008, entre 43 y 49% de la población vivía en un hogar con coche; con celular, 53%; con computadora, 22.3%; con internet, 13%, y con todo junto, 9.1%. En 2010 esto cambia: el automóvil se queda en 43%; el celular aumenta de 53 a 63.8%; la computadora también, de 22 a 26%; el internet, de 13 a casi 20%. El de aquellos que viven con todo aumenta de 9 a 13.4 por ciento.
En el Coneval debatimos sobre la necesidad de tener un indicador integrado de pobreza con las ocho dimensiones que el Congreso estableció: salud, educación, ingreso, etcétera. Concluimos que, en vez de un indicador agregado, mantendríamos las variables separadas por la ventaja de analizar los datos con mucha más claridad. Así, decidimos que había que dar un dato de pobreza, porque nos lo exigía el Congreso, pero en la página del Coneval se puede desagregar la información y ver con claridad los problemas.
En los últimos años y décadas, ¿hemos avanzado de manera importante en coberturas básicas para los mexicanos y las mexicanas? Si algo hemos hecho bien en este país en los últimos 30 o 40 años es mejorar las coberturas básicas de agua potable, electricidad, pisos firmes, calidad y tamaño de las viviendas.
Sin embargo, seré menos optimista en cuanto al ingreso: el crecimiento económico del país, del pib per cápita, en 60 años (1950-2010) ha sido de un promedio anual de 2%. Un país difícilmente puede reducir la pobreza de manera sostenida si no crece más allá de 2% a largo plazo. Cuando nos comparamos con otros países, la foto se ve mucho peor. En México hemos avanzado en educación, en salud, en pib per cápita, pero hay países que han avanzado mucho más.
Muchas gracias.
ENRIQUE DE LA MADRID: También recomiendo ampliamente la página del Coneval para ver estas cifras, porque no se trata de absolutos, sino de relativos: ¿a qué velocidad vamos nosotros y a qué velocidad van otros? Ese es el tema de discusión.
Otro tipo de medición usada con frecuencia para medir el nivel socioeconómico es la que realiza la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública (AMAI). Toca el turno a Edmundo Berumen.
EDMUNDO BERUMEN: Voy a provocar a quienes me antecedieron en el uso de la palabra: clase media, pobreza, pobreza extrema son etiquetas.
Los niveles socioeconómicos son clasificaciones usadas para discriminar comportamientos sociales, políticos y de consumo de productos y medios. Sin embargo, hay una gran ambigüedad, confusión e imprecisión. ¿Qué hay detrás de esto? Fundamentalmente, hoy hay cuatro conceptos: clase social, que es una etiqueta; estilo de vida; ingreso, y bienestar, aunque son difíciles, porque no hay variable más incómoda que el ingreso. Por ello, en la amai jamás preguntamos sobre el ingreso.
Entonces, hablamos de un concepto que no es clase social, aunque está relacionado con la casta, el origen, la ideología y la jerarquía social; no es estilo de vida, aunque está relacionado con prácticas y preferencias que no necesariamente tienen que ver con el nivel socioeconómico, y tiene implicaciones globales, debido a las innovaciones y a las herramientas foráneas, que determinan más los estilos de vida que lo que tenemos internamente.
El ingreso no es el único componente que medimos y que se usa para clasificar. Cuando no medimos directamente, usamos lo que llamamos “variables proxis”. No medimos lo óptimo, sino lo próximo, algo cercano y más fácil de observar y medir.
¿Qué es, entonces, el nivel socioeconómico? Es el nivel de bienestar del hogar. Es más que el nivel de ingresos o el estilo de vida: clasifica los hogares y, por lo tanto, a todos sus integrantes. El nivel socioeconómico es heredado, pues no etiqueta al individuo sino a los hogares, y por ende todos sus miembros, muy visibles en las variables de medida, heredan la etiqueta.
De acuerdo con su bienestar económico y social, ¿qué tan satisfechas están las necesidades de los hogares? Nosotros las clasificamos en infraestructura básica y de espacio; infraestructura sanitaria y práctica; conectividad y entretenimiento; planeación y futuro, y capital humano. Estos factores determinan el bienestar, la sustentabilidad, la tecnología, la energía.
¿Cómo lo medimos? En el Congreso Anual de la amai más reciente dimos a conocer la “regla ocho por siete”, llamada así porque utilizamos ocho variables en ocho preguntas con cuyos resultados clasificamos a los hogares en siete distintos niveles económicos. ¿Por qué una actualización de la regla AMAI? Porque hay una necesidad de acortar el tiempo de aplicación. Las reglas iniciales requerían de 20 preguntas, las cuales fueron disminuyendo hasta llegar, hoy, a ocho. Esto ha mejorado la potencia y robustez del nivel de discriminación.
¿Cuáles son los indicadores? Número de cuartos o habitaciones; tipo de piso; número de baños en la vivienda; si tienen o no regadera; si tienen estufa de gas; número total de focos, pues esta es una de las variables que más discrimina el nivel socioeconómico (con lo cual no necesitamos preguntar ingresos); número de automóviles, y el nivel de escolaridad que tiene la persona que más aporta al hogar, sin preguntar cuánto aporta.
¿Cuál será el futuro del nivel socioeconómico? Seguiremos revisándolo y seguirá evolucionando. Habrá más o menos atributos, habrá menos presión, según las innovaciones tecnológicas y la disponibilidad o escasez de espacio, tierra, agua, sanidad.
El capital humano es el motor de la transformación en la dinámica familiar y social y es lo que probablemente usaremos en el futuro para actualizarnos y elaborar otros modelos de “nivel socioeconómico”.
Muchas gracias.
ENRIQUE DE LA MADRID: Toca el turno a Sergio Sarmiento.
SERGIO SARMIENTO: Voy a partir de la suposición o de la afirmación que hace Edmundo Berumen, con la que coincido plenamente, de que el término clase media es una etiqueta.
¿Qué es una etiqueta? Es algo que se aplica de manera más o menos discrecional. Quizás uno de los grandes encantos del libro Clasemediero, de Luis Rubio y Luis de la Calle, es que busca confrontarnos con la idea de que no somos realmente un país pobre, sino un país de clase media.
La reacción furibunda que ha habido ante esta afirmación nos indica que el término clase media no solamente es una etiqueta, sino que es una etiqueta peyorativa o con una enorme carga social.
En los años ochenta, escribí una reseña de Vecinos distantes, de Alan Riding, corresponsal del New York Times en México en ese momento. Ese libro decía que los mexicanos somos un pueblo introvertido y con una fijación en el pasado y los estadounidenses, en cambio, un pueblo extrovertido y volcado hacia el futuro.
Nunca había recibido tantos ataques tan personales como cuando dije que Alan Riding estaba equivocado. Esta misma carga emocional la he sentido durante décadas, cada vez que se discute si somos o no clase media. ¿Qué es clase media? De acuerdo con las cifras del Coneval, entre 46 y 47% de la población vive en pobreza, y 11% en pobreza extrema, y si definimos clase media como todo aquel que no está en la clasificación de pobreza —también ofrecida por Coneval—, entonces un poco más de 50% de la población seríamos clase media.
Los estudios de las agencias de mercado IBOPE y Nielsen reflejan una situación similar.
Si nos comparamos con el mundo, México tiene un PIB per cápita nominal de 9 mil 552 dólares, lo cual nos coloca en el lugar 61 de la lista del Fondo Monetario Internacional (FMI). Si ajustamos por poder de compra —de moda actualmente en las escuelas de economía—, resulta que nuestro PIB per cápita es todavía superior —14 mil 406 dólares— y ascendemos en la lista del FMI al lugar 60 de 183 países.
Hay criterios que indican que estamos en un país de clase media: 43% de la población tiene automóvil y 63% tiene teléfono celular. Como se dijo en ponencias anteriores, ser clasemediero implica también una actitud.
Vale la pena señalar —como lo hacen Luis de la Calle y Luis Rubio en Clasemediero— que hay distintas formas de mejorar el nivel de vida de la población. De ellas, la más evidente es el ingreso, pero claramente no es la única pues, según las cifras del Coneval, a pesar de que el ingreso no ha registrado un aumento desde hace mucho tiempo, sí hay mejoría en el acceso a servicios públicos.
Por otra parte, hay otros indicadores, como el grado de bancarización de la población mexicana: si nos comparamos con otros países de nuestro mismo nivel de desarrollo, como Brasil, observaremos que aquí hay menor penetración de la banca y de los seguros.
No sé si somos clase media, lo que sí puedo decir es que incluso aquellos que no son clase media quieren serlo, para tener un mejor nivel de vida, pues buscan precios menores, que sus hijos vayan a la escuela porque ellos no fueron, y les da un orgullo enorme.
Entonces, sé que es una etiqueta y que es peyorativo, sé que nadie quiere ser clase media, por lo menos entre quienes, quizás, estamos en la clase media alta o incluso arriba. Este México de clase media baja, de clase baja, que vive en la pobreza, tiene más deseos de ser clasemediero que incluso Luis de la Calle.
Muchas gracias.
ENRIQUE DE LA MADRID: Muchas gracias a todos.
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ENRIQUE DE LA MADRID es licenciado en Derecho por la UNAM y maestro en Administración Pública por Harvard. Fue coordinador general técnico de la presidencia de la CNBV, diputado federal en el periodo 2000-2003 y director general de Financiera Rural. Desde agosto de 2010 funge como director ejecutivo de Relaciones Institucionales y Comunicación Corporativa de HSBC para México y América Latina.
LUIS DE LA CALLE es licenciado en Economía por el ITAM y maestro y doctor por la Universidad de Virginia. Fue subsecretario de Negociaciones Comerciales Internacionales de la Secretaría de Economía. Actualmente es director general y socio fundador de la consultoría De la Calle Madrazo Mancera.
GONZALO HERNÁNDEZ es licenciado en Economía por el ITAM, maestro en Economía por la Universidad de Essex y doctor en Economía por la Universidad de Oxford. Fue director general de Valuación y Monitoreo de la Secretaría de Desarrollo Social y catedrático y director de la carrera de Economía del ITAM. Desde noviembre de 2005 es secretario ejecutivo del CONEVAL.
EDMUNDO BERUMEN es maestro y candidato a doctor en estadística por la Universidad de Michigan. Fue director general de Estadística en el INEGI y asesor técnico internacional para la Oficina de Estadística de la ONU. Actualmente es director general de Berumen y Asociados, empresa de investigación de mercados y encuestas de opinión para los sectores privado, público y social, así como para organismos internacionales.
SERGIO SARMIENTO es licenciado en Filosofía por la Universidad de York. Fue colaborador-fundador del periódico El Financiero. En Reforma escribe “Jaque Mate”. Ha escrito para The World Street Journal y Los Angeles Times, entre otras publicaciones. Es director del Comité Editorial de Noticias de TV Azteca y titular del programa “La entrevista con Sarmiento”. En radio, conduce el noticiero diario “La red de Radio Red” de Grupo Radio Centro.