En el cuerpo —“durante mucho tiempo olvidado y despreciado”— se asienta la realidad humana, “esté sana o enferma”. Cristóbal Pera (Villagarcía de la Torre, Badajoz, 1927), catedrático de Cirugía y profesor emérito de la Universidad de Barcelona, se ha dedicado a explorar los diversos matices de esa realidad.
En El cuerpo herido. Un diccionario filosófico de la cirugía (Acantilado, 2003), Pera reflexionó sobre los cuerpos que aguardan ser sanados a través de las heridas que causa el cirujano, “un agresor contenido y presuntamente benéfico”.
“El escritor entendido como cirujano se sumerge en los subsuelos del mundo y en tal descenso debe ser meticuloso, incisivo y, en cierto sentido, despiadado”, escribió el filósofo español Rafael Argullol a propósito de El cuerpo herido. “Si la literatura y la filosofía pueden recurrir a la argumentación quirúrgica —recuérdese, entre otros muchos, a Epicuro, Shakespeare o Montaigne—, el doctor Cristóbal Pera muestra con agudeza y erudición los argumentos filosóficos y literarios de la cirugía”, concluyó Argullol.
El cuerpo herido abrió sendas a los ensayos de Desde el cuerpo. Ensayos sobre el cuerpo humano, la salud y la mirada médica (Cal y Arena, 2012), cúmulo de reflexiones sobre “el cuerpo pensadas desde el propio cuerpo”. En Desde el cuerpo, Pera cifra en el cuerpo humano una serie de significaciones.
“El cuerpo humano vive bajo un continuo asedio”, ha escrito Cristóbal Pera. En su interés por comprender cómo se constituye el cuerpo, ejerce una mirada crítica sobre una multitud de aspectos: explora la modificación del cuerpo en la cultura occidental y lo comprende a través de sus metáforas geográficas; ahonda en los cuerpos enamorados y los pornográficos, en los icónicos, epigónicos y farsantes.
Asimismo, Pera plantea al envejecimiento global como una de las características distintivas del siglo XXI y estudia la cultura de la enfermedad desde la perspectiva de la exigente presión del mercado. También reivindica la siesta, habla de los beneficios de una vida sexual activa, ensaya sobre la vulnerabilidad del cuerpo frente a la mirada médica y habla de la transición de la cultura de la enfermedad a la cultura de la salud.
Una concatenación de referencias a filósofos y escritores constituye el andamiaje del discurso. Pera examina la relación entre cuerpo y locura y se sirve de Paul Ardenne y de Martin Heidegger para indagar en el cuerpo como estímulo creativo “que impulsa al artista a la perfección de la mímesis total”. Recurre a Hans-Georg Gadamer para considerar que “el cuidado de nuestra propia salud es una manifestación original de la existencia humana”. A través de Spinoza, afirma, al ahondar en la idea del cuerpo asediado, que “el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte; y su sabiduría no es una meditación sobre la muerte sino sobre la vida”. Y piensa, como Susan Sontag, que “la enfermedad es el lado nocturno de la vida”. Pera comprende el tejido de citas como coordenadas literarias.
El cuerpo también es percibido como espacio del dolor: medita alrededor de los cuerpos heridos o enfermos, de la vejez y de la soledad, del desarrollo de la fragilidad. Al abordar el cáncer —“un grupo de enfermedades caracterizadas por el crecimiento fuera de control, y la extensión invasora en el organismo, de células anormales”—, Pera reflexiona sobre la metáfora del tratamiento oncológico como una estrategia bélica y afirma que “sobrevivir unos meses a costa de un tratamiento muy agresivo contra un cáncer puede ser un mal vivir”. Ese planteamiento deriva en una de las claves del libro: “Cabe recordar, una vez más —dice Pera—, que el cuerpo humano (vulnerable, deteriorable y caducable), mientras espera racionalmente la inevitable muerte, abriga emocionalmente la esperanza de vivir el mayor tiempo posible, y en las condiciones más saludables, es decir, con la mejor calidad de vida, una exigencia de calidad que varía, sin duda, en cada persona”.