Is she weird, is she white, is she promised to the night …
Pixies
I
La Diosa Blanca está presente en la cantina que convoca a los hombres a nadar en su elemento como si fueran pequeños peces hijos de una misma madre. Cuando el vino corre y la elocuencia es convocada, allí está ella para cantar sus himnos entre los fieles prestos a seguirla cada noche, incapaces de asirla idealizada como está, virgen, pura, saltando de un amor a otro desplazada y perdida.
Si damos crédito a la tradición, he bebido dieciocho vasos de whisky, creo que es todo un récord, las últimas palabras de Dylan Thomas fueron un homenaje a la Diosa. La relación entre poesía y embriaguez no sólo es evidente: en ocasiones ha sido defendida como umbral: si las puertas de la percepción se purificaran, todo se le aparecería al hombre como es, infinito, dijo Byron.
Pero otros muchos pudieron escucharla sobrios, como el argentino cuando dijo No escribo yo, sino Borges. Y aunque en esencia tuvo razón, para hablar con justicia tampoco escribía Borges sino la Diosa Blanca: el verdadero artista es fiel a las palabras que le son dictadas. Cuando la embriaguez se recibe directamente de la Diosa, estamos ante un elegido.
La Diosa Blanca es celosa y no brinda sus favores a cualquiera. Debes estar preparado para recibirla y su don es el poético. Ella elige de manera caprichosa y sus designios podrían parecer injustos desde humana perspectiva. Muchos matarían por escucharla: del susurro de sus labios depende la gloria del artista.
Otros como Milton, bañados en su verbo, ejercieron puritana tiranía contra la feminidad. Pero si ella no quiere hablarte, si la Diosa no te elige no todo está perdido: puedes ir y buscar a esa mujer bella y esbelta de ganchuda nariz, cadavérico rostro, labios rojos como bayas de fresno que se transforma en cerda, yegua, perra, zorra, burra, comadreja, serpiente, lechuza, loba, tigresa, sirena o bruja.
Al decir de Robert Graves, no existe poeta auténtico desde Homero, que no haya registrado su experiencia: “Se podría decir que la prueba de la visión de un poeta es la exactitud de su visión de la Diosa Blanca y de la isla en que gobierna. El motivo de que los pelos se ericen, los ojos se humedezcan, la garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se estremezca cuando se escribe o se lee un verdadero poema, es que éste es necesariamente una invocación de la Diosa Blanca, la Musa, Madre de Toda Vida, el antiguo poder del terror y la lujuria, la araña o la abeja reina cuyo abrazo significa la muerte”.
Nuestros tiempos han olvidado la poesía. Hombres y mujeres sólo intuyen el lenguaje de la Diosa Blanca cuando en sueños nos habla con su canto de sirena ondulando susurros a lo largo del día: las cosas andan mal en nuestro mundo.