Soy mujer.
Y las mujeres gritamos
abrimos la garganta y lanzamos la voz
hacia delante
hacia arriba
y a veces
también
hacia abajo.
En ocasiones nada brota
y enmudezco
pero otras sale
el dardo
la bala
una cometa
curaré
sangre
te amo.
Retomo la piedra
y entonces me doy cuenta
que la palabra no basta
y viene el gesto
el gemido
un grito que me crece
por dentro
se anuda la lengua entre mis dientes
y la vocal resiste
temblorosa
hasta que estallo
y me rompo,
pero escupo.
Te escupo el rostro
una fiera
una revolución
un insecto
y llega
la muerte pequeñita
o grande
pero muerte
porque abandona
y te deja
desolada
irremediable
y multiplica la memoria
denuncia
te abraza
te devora
y caigo de nuevo
entre los brazos
silenciosos
de mí misma.
Existe el otro grito.
Aún lo recuerdo,
el miedo de la madre
que aún no es madre
el vientre repleto
de palabras no lanzadas
una boquita abierta
anegada en un océano
a la espera del momento
del sonido
porque todavía no
pero mañana
y entonces un grito
dentro de otro.
Y el dolor de tenerte
y de perderte.
Y el amansado grito
con la trenza colgando hasta las nalgas
el maíz
el sudor
los mocos de los niños…
mientras tú y yo perdiéndonos
en un combate absurdo
desoyendo
gritos de mujeres
flotando en el aire
enrarecido
de un burdel de pueblo
donde niñas
y no niñas
pero mujeres todas
y entonces
¿cómo grito mi grito?
Me pregunto.
Mi grito debiera de ser grita
porque hablo de ella,
la que duele,
las ellas de la mitad del cielo
pero es inútil
nadie escucha
las gritas hacia adentro
y hacia fuera es peligroso.
Algunos ellos olvidan
que su grito primigenio
fue en el vientre
de una ella
que tal vez ni siquiera
eligió traerlo al mundo
obligada
domada
domesticada
perra
orificio
cosa
y la grita
yerma
atorada
en el centro
de su pecho.
Mis gritas ahora que estoy vieja
son más débiles
maduras
me dicen
pero yo igual me avergüenzo
y entonces
abro mi garganta
abatida
y apenas un murmullo
una memoria
colmada de gritas de mi tribu
de ojos negros
tristes
párpados entrecerrados
pestañas rectas
como espinas
cactus
que protegen
la dulce savia
de sus dentros
ignorados.
A veces también grita mi cuerpo de alegría
enardecido
incendio
cáliz
piel arena
piel deseo
explosión
luz
tú
tú y yo
cuando
entonces
todavía.
Y ahora ven
te necesito cerca
te necesito hombre
te necesito mujer
te necesito perdón.
Grito
grita
grítame
acércate a mi seno
aternurado
ablandado de gritas
por la simple barbarie
de estar viva. ~
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MARÍA ESTHER NÚÑEZ (Ciudad de México) cursó estudios de Medicina y dos especialidades: Psiquiatría y Anestesiología, para finalmente dedicarse a escribir. Ha tomado talleres literarios con Elena Poniatowska, Alberto Vital, Vicente Quirarte, Daniel Sada y Rosa Beltrán, entre otros. Ha publicado en diversos medios y su volumen de cuentos, Un asesinato demorado, fue galardonado en 2008 con el Premio Internacional de Narrativa que otorga la UNAM, Siglo XXI Editores y El Colegio de Sinaloa.