Pocos son los momentos en los que podemos prescindir de la lengua, pocos los espacios que podríamos llamar asépticos lingüísticamente hablando. Incluso el pensamiento, aunque no siempre, elige el camino de la lengua, el discurrir interno se llena de resonantes o susurrantes palabras silenciosas. Las actividades que implican una interacción activa con los otros apenas pueden llevarse a cabo sin palabras. Los elementos lingüísticos nos atraviesan en todos lados y en todos momentos, inundan el espacio humano. Son palabras las que se gritan dos personas cuando una de ellas pide ayuda mientras la corriente de un río intenta llevársela, son palabras las que mediaron en nuestra última ruptura amorosa y son palabras las que se utilizaron para explicar el hallazgo del bosón de Higgs, son palabras las que se emiten la primera vez que alguien conoce a un recién nacido que, aunque no entienda, muchas veces sonríe anticipándose ante esos ruidos que luego, en un par de años, serán vasos comunicantes.
Cuando una lengua muere, otra lengua y no el silencio va cubriendo los espacios de la anterior, el nuevo sistema comienza sustituyendo ciertos espacios. Hay veces que esta sustitución llega a un sano equilibrio, una sociedad bilingüe en el que los espacios de uso de cada lengua están bien determinados: “utilizo el chinanteco en la clase de historia, español en la de artes y a la hora del recreo todos jugamos en chinanteco”. Pero hay otras veces, la mayoría en el caso de las lenguas originarias de México, en el que el uso del español inunda cada vez más espacios y momentos hasta reducir el uso de la otra lengua a pequeñas islas, la mayoría de ellas, confinadas a espacios familiares. Estas islas ceden después y ya nada queda, tal vez solo el eco en la mente de los últimos hablantes.
Para combatir el proceso mediante el cual las lenguas originarias se han desplazado, los recientes programas de educación bilingüe indígena tienen como objetivo combatir el desplazamiento de las lenguas originarias en los espacios escolares, espacios que fueron los pioneros en cuanto a la imposición del español se refiere. Si la política de castellanización tuvo su principal baluarte en el aula, se puede pensar que es ahí donde la revitalización de las lenguas originarias puede también tener éxito.
Sin embargo, la mayoría de las escuelas indígenas bilingües (en distintos niveles) rara vez utiliza la lengua originaria como lengua de instrucción. Una escuela bilingüe no es aquella en la que se tiene una sola clase llamada “lengua indígena” o “lengua materna” mientras que el resto de las materias se imparten utilizando español. Conozco casos más extremos: los profesores que imparten la materia de “Lengua indígena” utilizan el español para explicar las características y funcionamiento de la lengua que se pretende fortalecer. Para crear escuelas verdaderamente bilingües será necesario que todos los espacios de uso lo sean. Sería sin duda más provechoso que la mitad de las materias se impartiera en una lengua y la otra mitad en la otra: historia y educación física en español, matemáticas y ciencias naturales en ayuujk, por ejemplo. En el caso de las escuelas monolingües en español, además de llevar una materia que lleva el nombre de la lengua y que sirve para reflexionar sobre ella, también se imparten otros temas utilizando el español para transmitir, recibir y recrear conocimientos sobre tópicos como la física, la historia y la educación cívica. ¿Cuál es la razón por la que no se aplica el mismo principio en las escuelas bilingües indígenas? Las lenguas originarias pueden ser lenguas mediante las cuales se puede adquirir cualquier tipo de conocimiento, concreto o abstracto, local o universal. Si es posible tener una clase de historia de Japón en holandés no veo por qué no sea posible tenerla en huave.
Hasta que las lenguas originarias dejen de estar confinadas a una sola materia y sean utilizadas como lenguas de instrucción en temas variados y diversos no podremos hablar de una verdadera escuela indígena bilingüe. Eso parece lejano en el caso de la escuela pública, lejano cuando aún hay que luchar para que los profesores del sistema indígena sean asignados a comunidades en los que se habla su lengua, lejano cuando todavía es común que un profesor hablante de ayuujk termine impartiendo clases en una escuela mixteca. ¿Pero quién dijo que la educación que imparte el estado es la única alternativa?