¿Qué podría significar el cine si la escritura misma no tiene valor? “Pseudo-arte pretencioso”, “invento del siglo XX que duró más de la cuenta con sus pobres imágenes a cuestas, visiones que son nada y menos que las letras”. Palabrerías vanas, torrentes espejismo…
Provocador permanente, detrás de las palabras de Fernando Vallejo siempre encuentro algo de verdad, de esa que expuso el viernes pasado ante Escritores de la Escuela Mexicana al mostrar su poética de la debacle y del gélido rumor del corazón del hombre: Ni Balzac ni Dostoyevski habrían dicho nada sobre lo desgarradora que es la vida y sobre el indecible sufrimiento que conlleva. Nadie lo está diciendo: siete mil millones corremos a la muerte y al desastre y él, dice, no va estar aquí para contemplar el fin del mundo, pero nosotros sí.
No tenemos escritores. A lo sumo prosistas, grandes si se quiere pero inconscientes. Y es que además no hay formas sencillas de transmitir la emoción a evocar o a exorcizarse. Y aunque él sabe que su próxima obra se llamará “El desastre”, aún no encuentra la forma de escribirla. Ni con la poesía ni con el cuento se cuenta, y como el segundo es búsqueda efectista, la escritura se vuelve tramposa. Uno de los asistentes le interpela: “existen cuentos que no hacen trampa”. Y entonces Vallejo refiere las visiones borgianas del Aleph como uno de los grandes momentos literarios. Borges, Carpentier, Azorín, Múgica Láinez son los más grandes prosistas de la lengua española –encarece a los dos últimos. Estupendos narradores, pero no escritores. No están diciendo, no dijeron lo importante, lo que por lo demás Vallejo desea leer y escribir: la descripción del desastre que nos mira de frente.
Durante la charla del maestro, yo no puedo dejar de pensar en la tragedia y en lo mucho que Vallejo me recuerda a Nietzsche, quien habría estado de acuerdo con su visión del mundo: ¿Qué hay más allá de las palabras si no la muerte? Al cruzar el lindero de las letras, la nada.
Nietzsche no era feliz. No pudo serlo y siempre culpó al cristianismo de haberlo apartado de la vida y de lo dionisiaco de la embriaguez, hacia el sendero de la culpa y de la deforme realidad de la consciencia. No pudo vivir. No fue feliz. Hermann Hesse tenía mucho de nietzscheano y escribió que al igual que estamos hechos para caminar y no para nadar, los humanos existimos para vivir y no para pensar. Y aunque los que nadan o piensan pueden llegar muy lejos en esto, el día menos pensado se ahogarán … El pensamiento puesto al servicio de la vida y no al revés. ¿A cuál de ambas finalidades ha servido como escritor Vallejo? Sus historias pletóricas de fuerza y turbulencia son hervideros de vida, favelas atrapadas bajo la lluvia. Pero, ¿será que este genial prosista está tan vivo como sus personajes?
Yo escuché a un Fernando Vallejo angustiado. A un hombre que lucha por indicar su sentido de la debacle al auditorio y al mundo. Pese a la contundencia de sus palabras, no lo logró. Al exclamar que ni la literatura ni la vida tienen sentido, última frase de su discurso, no arrancó al auditorio sino algunas risas nerviosas. No podía ser de otra forma. La muerte está tan presente alrededor nuestro, que intentamos por todos los medios no verla. ¿Para qué, si de todos modos va a llevarnos, como dice Neruda, vestida de almirante?
Nietzsche pensaba que los problemas actuales del hombre tenían que ver con la negación de la tragedia clásica. Vivimos soñando y no enfrentamos la realidad, nos fugamos hacia la otra vida y perdemos esta. Quizá tenga razón en cuanto a nuestra naturaleza, y más que seres racionales seamos criaturas tejidas de sueños, de recuerdos propios y ajenos a partir de los cuales vemos el mundo conforme a deseos, reconstruyendo una y otra vez nuestra precaria existencia, Y si es así, ¿para qué enfrentarnos con la desgracia?
Pensando en esto me acerqué al maestro a que me firmara uno de sus libros (El desbarrancadero) y le comenté que quizá el problema de encontrarle forma a su novela radicaba en que, en estos tiempos, nadie quiere escuchar sobre la muerte, negados como estamos a su silencio. No dijo nada, me sonrió amable y me firmó su novela.
Sin embargo, es en esta lógica en la que el mensaje y la nueva obra imaginada por Vallejo podrían encontrar un sentido —todo significado siempre es para otros, incluso para hombres y mujeres que aún están por venir. Y si Vallejo tiene razón, puede que no exista un futuro en el que alguien esté en condiciones de escucharle.
Muchas gracias!
Me parece una estupenda y poétice interpretación de las reflexiones de Vallejo. A Antonio Santiago juárez lo leeré todos los jueves