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Tenemos la capacidad de aprender más de una lengua, muchas lenguas. Así, sencillo como suena, no deja de maravillarme, tenemos la capacidad de bautizar el mundo con una o muchas palabras, el mismo mundo; podemos articular sonidos distintos que obligan a la lengua a hacer flexiones sutiles que hacen grandes diferencias en el significado, podemos ordenar las oraciones de distintos modos, formar palabras chiquitas o palabras interminables, podemos convertir sustantivos a verbos y viceversa mediante muchos mecanismos diferentes. Podemos pasar de un sistema a otro, podemos, en todos ellos, hablar del sistema mismo y de otro sistema cualquiera y lo mejor: es posible aprender otras lenguas sin siquiera saber cómo funciona ni ella ni su aprendizaje.
Las situaciones en las que el multilingüímo es la norma han sido más frecuentes en la historia de lo que normalmente se pensaría; sin embargo, existen también muchas personas y muchos pueblos monolingües. Aunque creo que a través de la construcción de una sociedad multilingüe es posible trabajar por la paz (en toda la amplitud de su sentido) y tender puentes de entendimiento para mejorar relaciones interétnicas, no quisiera implicar que las personas que son monolingües estarán siempre condenadas a lo contrario o a la ignorancia como muchas veces, sobre todo en artículos periodísticos, suele implicarse con respecto de los hablantes monolingües de una lengua minoritaria, sobre todo de lenguas indígenas.
En un texto aparecido en el periódico La Jornada se narraba la situación de una comunidad mazateca de Oaxaca que sufre un drama porque, según la autora, sus habitantes son monolingües en mazateco, “están en el mundo sin tiempo, sin alfabeto, sin castilla” nos dice el texto. Me parece que, además de ignorar el hecho de que hay un alfabeto que posibilita la escritura de las lenguas mazatecas, no es posible demostrar que la baja calidad de vida que sufren muchos indígenas tenga que ver con el hecho de que hablen una sola lengua. Tiene que ver, en todo caso, con la situación política y social de su lengua. Sería difícil encontrar un texto semejante que haga referencia a los hablantes monolingües del español o del inglés que por cierto son muchísimos. También es cierto que muchos de ellos atraviesan por dramas semejantes. Muchos de ellos no, al igual que otros hablantes de lenguas indígenas.
Lo mismo sucede con los esfuerzos por erradicar el analfabetismo, los hablantes monolingües en lenguas minoritarias son calificados como el obstáculo principal. El problema, de nuevo, no es ser monolingüe, si no el hecho de que la única lengua que hables no sea la oficial, la prestigiosa.
En el camino que nos conduce hacia un país multilingüe, los hablantes de lenguas originarias llevan la delantera, una gran proporción de ellos son bilingües (aunque en muchos casos los métodos y situaciones mediante los cuales llegaron a serlo sean más que cuestionables) Una sociedad multilingüe tendrá que enfocarse en gran medida en los hablantes del español, en que puedan disfrutar de la diversidad de lenguas del país que habitan, no hay que olvidar que ellos conforman la mayoría de los monolingües de este país, aunque siendo el español la lengua mayoritaria es menos frecuente escuchar valoraciones negativas acerca del mismo hecho: hablar solo una lengua. El monolingüismo no es un problema ni un obstáculo para el mejoramiento de la calidad de vida de las personas siempre y cuando sus derechos lingüísticos estén garantizados. Cada uno lleva su monolingüismo a cuestas, pero el peso, definitivamente, no es el mismo.
Los indígenas no somos los únicos obligados a ser bilingües y biculturales. No somos los únicos.