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Blog | Mutt | Fernando Bartolomé Delmar Huerta | 06.09.2012 | 0 Comentarios

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Qué leer en “Mutt”

Un pensamiento es una palabra es una acción; el proceso sucede también a la inversa.

Un pensamiento (palabra, acción) es también reflejo de un todo cuando bien interpretado.

Interpretemos:

Un mingitorio reposa en la sala de un museo. Se ha replicado un sinnúmero de veces en los recintos culturales más importantes del mundo. La pregunta evidente, ¿qué hace un mingitorio a la mitad de una sala de exposiciones?, cumple en parte las intenciones de quien lo puso ahí: el arte no solo puede cumplir funciones estéticas “retinales” (el disfrute de sentir a partir de composiciones, texturas y colores, etcétera), sino también generar preguntas. Y la más fundamental de estas preguntas, plastificada en un recipiente para orines, es justamente la que busca responder lo que en verdad es, o no es, el arte.

Si el espectador no conoce la historia detrás de este vulgar objeto fontanero, puede corroborar su intencionalidad dentro del museo gracias a una sutileza: en un costado se encuentra, como si se tratara de una pintura en el más clásico de los sentidos, una firma torpe acompañada de una fecha – “R. MUTT 1917”.

El lector de estas líneas entonces piensa: la columna se titula Mutt, y es el primer texto en ella. Habla de Duchamp, aunque todavía no lo confirme, y de la pregunta del arte, de la naturaleza del arte. De eso se trata todo. Del arte y la naturaleza del arte y las clásicas preguntas que la gente se ha hecho al respecto. Como cuando aquella vez en el Carrillo Gil… Sí, sí, como aquella vez. Bartolomé solo intentó disfrazar una obviedad, mantenerme en el suspenso. Es una columna de arte. Sobre la naturaleza del arte. Una más. No hay más que decir y todo es un invento. Bartolomé todo es un invento. Etcétera.

Los planteamientos iniciales no son gratuitos: “un pensamiento es una palabra es una acción; un pensamiento (palabra, acción) es también reflejo de un todo cuando bien interpretado”.

Entonces, interpretemos:

Marcel Duchamp sembró el mingitorio, allá por 1917, para concursarlo como una obra de arte. El escándalo original que suscitó esta “Fuente” (como tuvo a bien titularla) es el mismo que el visitante no familiarizado experimenta al verla en un museo: ¿por qué esto está aquí, junto con “el arte”?

Pero este fenómeno no es el que nos interesa. En realidad, la pregunta fundamental de Fountain no es sobre la naturaleza del arte. Al menos, no por el objeto en cuestión. Ahí no radica el enigma que ha magnetizado a miles con el pasar de los años; el gesto de transgresión evidente, por ser evidente,  no es enigmático.

La pregunta más importante del mingitorio en el museo, el verdadero misterio, tiene que ver con aquel detalle que, en principio, es el que nos da seguridad: la firma de R. MUTT. La verdadera incertidumbre de la pieza radica en su detalle más “certero” – hablamos de un nombre y una fecha.

Duchamp nunca dejó en claro por qué firmó así su obra más emblemática, probablemente la más emblemática de todo el siglo XX. No hay referencias claras, apuntes, declaraciones o pista alguna de quién diablos fue/es/será R. MUTT. Si acaso identificable el significado literal de “mutt” en inglés (perro mestizo), la palabra alemana para “miseria” (“armutt”, si mal no recuerdo) y nada más.

Queda claro que hay un mingitorio en un museo o en un salón de arte. Claro queda que la duda (¿qué hace esto aquí?) es parte de una inducción lógica y natural para cualquier ser humano pensante. Queda claro, también, que Duchamp enfatizó con esta pieza que el artista, más que “crear”, elige; pero, de ser así, ¿por qué elegir tan impenetrable pseudónimo? ¿Por qué hacernos sufrir así, enigma bellísimo e indescifrable?

“Una palabra es también reflejo de un todo”.

Al jamás dar una respuesta al origen de su pseudónimo, Duchamp dejó en claro cuál era el eje rector de toda su obra: el deseo. El enigma de la identidad de R. MUTT es equivalente al enigma de un escote, de una falda muy corta o una mirada lasciva; queremos saber que hay detrás/abajo/de cierto, pero el hecho de saberlo desvanecería de inmediato la impactante incertidumbre del deseo.

Toda su obra en una palabra.

R. MUTT.

Quizá sean dos.

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