En La loca de la casa, Benito Pérez Galdós aborda el asunto del poder en un matrimonio, en una familia, en una casa. El viejo conflicto de la supervivencia de los más fuertes y la defensa de los valores sociales y humanos, el drama interminable de los de arriba y los de abajo que tanto preocupaba a ciertos sectores de la burguesía decimonónica, lo protagoniza en esta comedia la hija de una familia rica y educada, la de los Moncada, la cual ha venido a menos por diversas causas, de modo que la heroína de nombre Victoria se ve orillada a dejar sus intenciones de seguir una carrera religiosa y se convierte en la esposa de José María Cruz, un tosco e ignorante hombre que ha vuelto rico de América. El indiano es el único que puede salvar de la quiebra total a don Juan de Moncada pero como antes había sido un empleado de la familia, abriga resentimientos que lo tornan agresivo, prepotente y arbitrario con su mujer, con los otrora patrones y todas sus amistades. En esta variante dulcificada de Cumbres borrascosas, la mujer se impone sobre todo en el momento que le anuncia a su bruto marido que será madre, de suerte que lo reta y vence porque Dios ya la ha iluminado y le ha dicho que las madres gobiernan el mundo. El derrotado confiesa entonces que teniéndose por indomable, ha descubierto que le agradan los latigazos de la domadora.
O masoquista o, a final de cuentas, buen salvaje, lo cierto es que Chema Cruz emplea las palabras indomable y domadora. ¿Por qué? Porque la “loca de la casa” ha demostrado su naturaleza dominante. Ha logrado que la bestia sepa estar en casa pues ha sido “domada”, del latín domus, ‘casa’. Es interesante saber que la voz latina casa, que fue la que se fijó en el español, significaba ‘choza’, ‘cabaña’ o ‘propiedad rural’. Domar es hacer dócil a un animal, amansarlo para que pueda convivir con las personas, y una persona domada es aquella que mostraba rebeldía, aspereza en el trato, una conducta inapropiada o irrespetuosa hacia quienes la rodeaban y ha dejado de hacerlo. Quien sabe resistirse es, entonces, un indomable porque no se somete a la voluntad de nadie y obra como mejor le parece, lo más cercano a un salvaje.
El adjetivo doméstico, a procede del latín domestĭcus, palabra cuya raíz proviene igualmente de domus, por lo cual significa ‘perteneciente o relativo a la casa u hogar’. El Diccionario académico registra como usos frecuentes del adjetivo, el que califica a un animal ‘que se cría en la compañía del hombre, a diferencia del que se cría salvaje’ y cuando es lo ‘dicho de un criado: que sirve en una casa’, caso en el cual puede utilizarse como sustantivo. Encontramos en el lexicón otras dos expresiones compuestas con este adjetivo: animal doméstico que en el Derecho designa al animal ‘que pertenece a especies acostumbradas secularmente a la convivencia con el hombre y no es susceptible de apropiación’, y prelado doméstico, ‘eclesiástico de la familia del papa’.
Servicio es, de acuerdo con la segunda acepción del Diccionario de la lengua española (DRAE) un ‘conjunto de criados o sirvientes’. Con el adjetivo en cuestión, el servicio doméstico, hace referencia tanto a un ‘sirviente o sirvientes de una casa, como a la prestación que realizan’, y sirvienta es por tanto ‘mujer dedicada al servicio doméstico’, mientras que sirviente es sinónimo de servidor, ‘persona que sirve como criado y criada’, que, a su vez, son ‘personas que sirven por un salario, y especialmente las que se emplean en el servicio doméstico’. Hoy es frecuente escuchar la forma empleado doméstico para evitar las incómodas voces de criados, criadas, sirvientes y sirvientas. Los mexicanos poseemos también los ofensivos usos vulgares de las palabras gato y gata así como el coloquial y, en ocasiones, despectivo muchacha, que ha dado lugar a la forma denigrante de chacha, lamentablemente muy extendido entre buena parte de las personas que contratan los servicios de estas trabajadoras mujeres que contribuyen a la verdadera paz de los hogares.
Salirle a alguien la criada respondona es una locución verbal coloquial que se usa cuando uno se ‘ve increpado y confundido por la misma persona a quien creía tener vencida y supeditada’, generalmente por alguien que se considera inferior en una circunstancia determinada.
Entre otras palabras que proceden de domus, encontramos mayordomo, criado principal encargado de la administración de una casa, generalmente rica o de una propiedad grande, como una hacienda, y de su servidumbre; en nuestro país es también un cargo que ostentan algunas personas de agrupaciones religiosas para hacerse cargo de la organización, y a veces gastos, de actividades y fiestas tradicionales relacionadas con un santo o virgen patronos de una localidad, de aquí procede la palabra mayordomía, que designa esa grave y onerosa responsabilidad.
El Diccionario de español urgente de la Agencia EFE advierte, con base en el Diccionario de anglicismos de Ricardo J. Alfaro, la aparición de un “falso amigo” procedente del inglés, domestic, ya que considera que si bien comparte algunos sentidos con nuestro doméstico, tiene otros que no se corresponden: “Se usa en inglés el vocablo domestic, (con acento en la e, [doméstic]) con el significado de ‘nacional’, lo que pertenece a la vida interior o fuero interno de una nación, y por razón de la paronimia con nuestro adjetivo, frecuentemente se oye hablar de jurisdicción doméstica, asuntos domésticos, viajes domésticos o producción doméstica. Este trasplante es inaceptable…”, de este modo se consideran, en esos lexicones, incorrectas oraciones como “Es una aerolínea que ofrece solamente vuelos domésticos” o “Es un asunto de política doméstica”. Lo curioso es que en la última edición del Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, el adjetivo doméstico, ca tiene, además del significado de ‘sirvienta de una casa’, el de referido tanto ‘a algo que ocurre dentro de las fronteras de un país’ como ‘a un vuelo aéreo que se realiza dentro del territorio de un país’, y lo consigna como supranacional, es decir que así se usa en otros países hispanohablantes. Nos preguntamos entonces si se trata de la aceptación de un falso amigo o no, y sucede que encontramos que en latín la palabra domus tenía el sentido de ‘patria’ y que, por tanto, domesticus se empleaba para referirse a ‘lo de la patria’, ‘lo del país’ o ‘lo nacional’, así bellum domesticum era ‘guerra intestina’. Lo que opine y decida cada lector al respecto en Este País, donde, al parecer, se admite el uso de vuelo doméstico será, en todo caso, asunto suyo. ~
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MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha sido profesor tanto de literatura como de español y cultura mexicana para extranjeros. Especialista en siglo XIX, es parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la máxima Casa de Estudios y fue director de la Fundéu México y actualmente coordina el servicio de Español Inmediato.