Una vez que elija a su candidato, el Partido Republicano deberá moverse al centro si desea convencer a los electores independientes y moderados. ¿Pero cómo hacer esto si la polarización que vive Estados Unidos ha llevado a los aspirantes de ese partido a respaldar posiciones radicales? Es probable que los republicanos lleguen al 6 de noviembre sumamente desgastados.
Las complicadas elecciones primarias del Partido Republicano en Estados Unidos son un reflejo de la delicada crisis política en este país. Las posiciones extremas de los dos grandes partidos y las divisiones ideológicas entre estos y al interior del frente republicano están conduciendo a una parálisis gubernamental debida a la incapacidad de acordar soluciones y dar una dirección clara a la política estadounidense.
El surgimiento de movimientos políticos independientes de los partidos constituidos, tales como el Tea Party a la derecha del espectro y Occupy Wall Street a la izquierda, revelan la insatisfacción popular ante la forma como el gobierno ha conducido la política en medio de los graves problemas que enfrenta el país y ante el abuso de los agentes financieros que derivó en una crisis económica de efectos mundiales.
Tradicionalmente, el Partido Republicano ha defendido principios que promueven la libertad del individuo, el apoyo a la libre empresa, la reducción del gobierno, la disminución de los impuestos y un mayor poder de los estados con relación al gobierno federal. En cuestiones sociales, ha mantenido posiciones conservadoras en relación al aborto, la contracepción y el matrimonio entre personas del mismo sexo; en materia laboral ha sido contrario a la organización de sindicatos; se ha opuesto a la prohibición de la venta y posesión de armas de fuego, y en materia ecológica rechaza los controles ambientales y las medidas para la reducción del calentamiento global.
Los republicanos han apoyado tradicionalmente el comercio mundial y los gastos de defensa, y en lo últimos 30 años las administraciones de ese partido han involucrado a Estados Unidos en intervenciones armadas de diversas envergaduras, desde las invasiones a Granada, Panamá y Haití y el apoyo subrepticio a la guerra sucia en Sudamérica, los contras en Centroamérica y la guerra civil en El Salvador, hasta conflictos mayores, tales como la guerra en Kuwait, la invasión de Afganistán y la guerra de Irak.
El Partido Republicano representa principalmente un electorado conservador, con una base en la población blanca y cristiana de Estados Unidos. Su voto duro se ubica entre los adultos mayores, los cristianos evangelistas del sur y el centro del país, y la población rural y de ciudades pequeñas. Los cambios demográficos en las últimas décadas han ido disminuyendo la base republicana y aumentando las filas de los votantes independientes.
El análisis de la elección presidencial de 2008 arroja elementos importantes para entender la crisis actual del Partido Republicano en esta contienda para la selección del que será su candidato en noviembre de 2012 y de la plataforma republicana en estas elecciones.
En 2008 el candidato John McCain, que como senador había adoptado muchas posiciones ajenas a la línea tradicional de su partido —inmigración, financiamiento de las campañas, oposición a la guerra de Irak—, se vio obligado a cambiar de parecer y asumir posiciones contrarias a aquellas con el fin de congraciarse con la derecha conservadora del partido, lo que causó en la elección general una pérdida de credibilidad, y concretamente la oposición del electorado latino, lo que resultó determinante en el triunfo demócrata en el Congreso y de Barack Obama en la presidencia.
Los problemas que aquejan al Partido Republicano no son únicamente de personalidades, sino de fondo. Posiblemente la cuestión más lesiva en la elección de este año será la impresión entre el electorado de que la estrategia republicana para impedir la reelección del presidente Obama ha sido la de oponerse sistemáticamente, a lo largo de cuatro años, a las propuestas de la Casa Blanca y del Partido Demócrata, sin presentar a cambio opciones viables y soluciones efectivas a los graves problemas resultantes de la Gran Recesión de 2008, la enorme deuda pública y las guerras en Afganistán e Irak.
Esta posición obstruccionista ha conducido a que el congreso actual, dominado por la mayoría republicana desde 2010, cuente con uno de los más bajos índices históricos de aprobación, alcanzando en la última encuesta únicamente el 12 por ciento.1
La adopción del Partido Republicano de una posición ideológica con el objeto de capturar el voto conservador, en lugar de priorizar una plataforma de soluciones efectivas para resolver los problemas que enfrenta el país y atraer así a un electorado más amplio, puede costarle la elección. Se aferra a una visión de Estados Unidos que ya no existe y se apoya en votantes que están desapareciendo paulatinamente.
Una serie de posiciones tácticas en la campaña puede tener un efecto negativo en la elección de noviembre de 2012. En materia de la deuda pública, los republicanos insisten en reducir dramáticamente el gasto —especialmente el de los programas sociales que cubren a un importante sector de la población—, mantener sin aumento los impuestos y conservar las exenciones fiscales a los más ricos. En una crisis económica como la actual, reducir fondos a los programas públicos como Medicaid, Medicare y el Seguro Social, o exentar impuestos a los más acaudalados, no parece ser una idea muy popular.
Otra línea ideológica de inmensas repercusiones electorales es la posición antiinmigrante adoptada por los candidatos en las primarias republicanas, considerando que el voto latino contribuyó significativamente al triunfo de Obama en 2008. Las declaraciones en contra del Dream Act, que busca dar acceso a la educación superior a personas que en su infancia fueron ingresadas ilegalmente a Estados Unidos; el apoyo a la “autodeportación” de los inmigrantes sin papeles mediante el “desgaste por la aplicación de la ley”2 —es decir, hacerles la vida imposible a través de leyes estatales y ordenanzas locales para ahuyentarlos, tales como la Ley hb 1070 en Arizona—, y el apoyo público a figuras tan controversiales como Kris Kobach, secretario de Estado de Kansas y autor de las leyes antiinmigrantes de Arizona y Alabama, y Joe Arpaio, sheriff de Maricopa, Arizona, son bombas de tiempo que incidirán negativamente en la elección por el rechazo de la comunidad hispana a estas medidas.
La oposición republicana a la contracepción y al apoyo federal para la planeación familiar tendrá repercusiones entre las votantes mujeres. La oposición a la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo seguramente enfrentará el rechazo de la población liberal de Estados Unidos.
Habrá que agregar a todo esto los efectos de la difícil contienda primaria. El desgaste por los brutales ataques entre los contrincantes, las errores personales de los candidatos y de sus organizaciones de campaña, y la longitud del proceso, han dejado a descubierto las debilidades republicanas. Las dudas sobre el conservadurismo de Romney llevaron al electorado republicano a buscar desesperadamente sustitutos en las figuras de Michele Bachmann, Rick Perry, Herman Cain, Newt Gingrich y Rick Santorum, todos ellos candidatos muy vulnerables y que uno a uno han sido eliminados de la contienda.
Destacaremos en este análisis únicamente al candidato puntero en las primarias, Mitt Romney.
Empresario acaudalado, Romney es un conservador moderado que, en su afán de alcanzar la nominación republicana, se ha visto obligado a desplazarse a los extremos ideológicos de la derecha. Así, ha contradicho su trayectoria pública en cuestiones tales como el sistema de salud que él mismo implantó en Massachusetts y en el que están basados aspectos importantes de la reforma de salud de Obama —la que ahora Romney ataca— y ha adoptado posiciones republicanas en materia de política exterior, impuestos, energía, defensa, ecología, control de armas, derechos reproductivos y otras materias, posiciones que lo alejan del centro del espectro.
La crítica de Romney al rescate de la industria automotriz —más no al del sector financiero— se ha vuelto en su contra ante el éxito de la recuperación de General Motors y Chrysler. Su referencia a los líderes sindicales como “lacayos” no lo ayudará en su promoción entre la clase trabajadora. A Romney se le reclama su incapacidad de relacionarse con la gente común debido a su origen millonario, y se le critica por haber encabezado una compañía de inversiones dedicada a la restructuración de empresas y que llevó al desempleo a numerosas personas. Se le acusa de insensibilidad social por declarar que no le preocupan los pobres, que su esposa maneja dos Cadillacs y que le gusta despedir gente. No ayuda el que Romney sea mormón, religión que los evangelistas consideran un culto no cristiano.
Una reciente declaración de un alto funcionario de la campaña de Romney, Eric Fehrnstrom, viene a reforzar la impresión de que las convicciones de derecha sostenidas por el candidato no son sinceras. Cuando se le preguntó si los rivales de Romney lo habrían orillado a adoptar posiciones de la extrema derecha durante las primarias, Fehrnstrom declaró que la elección general permitiría a Romney recolocarse entre el público electoral y comenzar de nuevo la campaña, la que comparó con el juego Etch a Sketch.3
Es sabido que en las primarias todos los candidatos se mueven a los extremos con el fin de alcanzar la nominación; luego, durante la campaña electoral, vuelven al centro para incorporar el voto de los moderados e independientes. No obstante, la negación de Romney de su historial político —como hizo McCain en 2008— puede costarle la presidencia. Simple aritmética. El electorado no olvida.
El Partido Republicano debe reinventarse.
1 Gallup Poll, 18 de marzo de 2012.
2 “Attrition through enforcement.”
3 Juego infantil de dibujo que permite borrar los trazos con una simple sacudida.
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FERNANDO SEPÚLVEDA AMOR es director del Observatorio Ciudadano de la Migración México-Estados Unidos.