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Y todas pateamos traseros
Cultura | Galaxia Gutenberg | Ocios Y Letras | Miguel Ángel Castro | 01.02.2012 | 0 Comentarios

“Poco a poco, las mujeres hemos invadido labores que supuestamente eran para hombres. En el cine, creo que el cambio empezó con Ellen Ripley (Sigourney Weaver) en Alien. Ahora estamos Angelina Jolie, Kate Beckinsale, yo. Y todas pateamos traseros.” Palabras de la ucraniana Milla Jovovich publicadas en la primera plana de la sección “Gente” del periódico Reforma (9 de enero de 2011) para ser tomadas en cuenta.
En nuestra colaboración anterior recordamos a la griseta, querida del duque Job y protagonista de un popular tango, y comentamos cierto matiz negativo que adquirió la palabra diva. Anuncié asimismo que compartiríamos con los comprensivos lectores de Este País, una opinión en torno a ciertas inquietudes y dudas que nos han manifestado con insistencia algunos visitantes de la página electrónica del “Español inmediato” y radioescuchas del programa de radio “Para no eruditos” sobre la marca de género en sustantivos y adjetivos. Cumplimos lo prometido y dedicamos unos párrafos a la tendencia de nombrar o mencionar a las amigas, las niñas, las compañeras, las ciudadanas y demás; a los usos del adjetivo como en queridas y queridos, algunas y algunos; y al empleo del artículo en frases como las y los electores, las y los deportistas, las y los estudiantes, etcétera.
Se trata de un asunto de la Pragmática (disciplina que estudia el lenguaje en su relación con los usuarios y las circunstancias de la comunicación), porque es una práctica o ejercicio del idioma que pretende evitar que se considere o piense que las mujeres son discriminadas. Esta preocupación amenaza la corrección de estilo pues los dictados del inédito “manual de corrección política” o las recomendaciones del indispensable “vocabulario de términos y frases políticamente correctas” nos llevan a revisar cada frase que expresamos o escribimos, de modo que ahora me pregunto si en las líneas anteriores debí escribir: “las comprensivas lectoras y los comprensivos lectores…”, “algunos y algunas visitantes…”, o de plano para no dejar lugar a dudas, si no hubiera sido mejor dirigirme nada más a ellas para ganar su simpatía y evitar que caigan denuestos sobre estas humildes reflexiones que pretenden sinceramente servir un poco a todas y todos.
Sabemos que existen personas y grupos que se esfuerzan desde hace varios años por quitar todas aquellas marcas de género que posee la lengua como resultado del predominio que ejerció el hombre sobre la mujer durante tanto tiempo. La empresa no es sencilla. Y menos tienen la culpa las Academias y las obras que producen los lingüistas. José G. Moreno de Alba admite en una de sus conocidas “Minucias del lenguaje” que los diccionarios y gramáticas de la lengua española dan muestras de discriminación hacia las mujeres para explicar que si así sucede, se debe a que reflejan “actitudes y costumbres muy enraizadas en la sociedad.” Y advierte que si no hay duda que tal situación debe corregirse, ese cambio debe tener lugar en la sociedad y entonces lo recogerán los diccionarios y gramáticas, “cuya función —señala el académico— es simplemente formular ordenadamente una serie de hechos lingüísticos normados por la sociedad. Recuérdese que la gramática y la lexicografía no son disciplinas morales sino científicas; en todo caso, su moralidad viene a ser solo la fidelidad con que expliquen el fenómeno social llamado lenguaje.”
Como puede observarse, el tema del género gramatical en el español es complejo y las Academias lo han estudiado cuidadosamente, el Diccionario panhispánico de dudas ofrece una explicación detallada de la cual extraemos los siguientes puntos que corresponden a las inquietudes que hemos recibido acerca de la formación del uso de la marca gramatical del femenino en profesiones, cargos, títulos o actividades humanas.
a) Aquellos cuya forma masculina acaba en -o forman normalmente el femenino sustituyendo esta vocal por una -a: bombero/bombera, médico/médica, ministro/ministra. Hay excepciones, como piloto, modelo o testigo, que funcionan como comunes: el/la piloto, el/la modelo, el/la testigo. También funcionan normalmente como comunes los que proceden de acortamientos: el/la otorrino. En algún caso, el femenino presenta la terminación culta -isa: diácono/diaconisa; y excepcionalmente hay voces que tienen dos femeninos, uno en -a y otro con la terminación -esa: vampiro/vampira y vampiresa.
b) Los que acaban en -a funcionan en su inmensa mayoría como comunes: el/la atleta, el/la cineasta, el/la guía, el/la terapeuta. En algunos casos, por razones etimológicas, el femenino presenta la terminación culta -isa: profetisa, papisa. En el caso de poeta, existen ambas posibilidades: la poeta/poetisa. Son asimismo comunes en cuanto al género los sustantivos formados con el sufijo -ista: el/la electricista, el/la taxista. Es excepcional el caso de modista, que a partir del masculino normal el modista ha generado el masculino regresivo modisto.
c) Los que acaban en -e tienden a funcionar como comunes: el/la conserje, el/la pinche. Algunos tienen formas femeninas específicas a través de los sufijos -esa, -isa o -ina: conde/condesa, duque/duquesa, héroe/heroína, sacerdote/sacerdotisa (aunque sacerdote también se usa como común: la sacerdote). En unos pocos casos se han generado femeninos en -a, como en jefe/jefa, sastre/sastra. Dentro de este grupo están también los sustantivos terminados en -ante o -ente, que funcionan en su gran mayoría como comunes: el/la agente, el/la conferenciante, el/la estudiante. No obstante, en algunos casos se han generalizado en el uso femenino en -a, como clienta, dependienta o presidenta.
d) Los pocos que terminan en -i o en -u funcionan también como comunes: el/la maniquí, el/la gurú.
e) En cuanto a los terminados en -y, el femenino de rey es reina, mientras que los que toman modernamente esta terminación funcionan como comunes: el/la yóquey.
f) Los que acaban en -or forman el femenino añadiendo una -a: escritor/escritora, profesor/profesora, gobernador/gobernadora. En algunos casos, el femenino presenta la terminación culta -triz: actor/actriz, emperador/emperatriz.
g) Los que acaban en -ar o -er, así como los pocos que acaban en -ir o -ur, funcionan hoy normalmente como comunes, aunque en algunos casos existen también femeninos en -esa o en -a: el/la auxiliar, el/la militar, el/la escolar, el/la líder (raro lideresa), el/la chofer, el/la faquir.
h) Los agudos acabados en -n y en -s forman normalmente el femenino añadiendo una -a: bailarín/bailarina, anfitrión/anfitriona, dios/diosa. Se exceptúan barón e histrión, cuyos femeninos se forman a través de los sufijos -esa e -isa, respectivamente: baronesa, histrionisa. También se apartan de esta regla la palabra rehén, que funciona como epiceno masculino (el rehén) o como común (el/la rehén), y la voz edecán, que es común en cuanto al género (el/la edecán). Por su parte, las palabras llanas con esta terminación funcionan como comunes: el/la barman.
i) Los que acaban en -l o -z tienden a funcionar como comunes: el/la corresponsal, el/la capataz, el/la juez. No obstante, algunos de estos sustantivos han desarrollado con cierto éxito un femenino en -a, como es el caso de juez/jueza.
j) Los terminados en consonantes distintas de las señaladas en los párrafos anteriores funcionan como comunes: el/la chef, el/la médium. Se exceptúa la voz abad, cuyo femenino es abadesa. Es especial el caso de huésped, pues aunque hoy se prefiere su uso como común (el/la huésped), su femenino tradicional es huéspeda.
k) Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los nombres que designan grados de la escala militar: el/la cabo, el/la teniente, el/la coronel; los sustantivos que designan por el instrumento al músico que lo toca: el/la contrabajo; y los sustantivos compuestos que designan persona: el/la sobrecargo, un/una cazatalentos, un/una sabelotodo.
l) Cuando el nombre de una profesión o cargo está formado por un sustantivo y un adjetivo, ambos elementos deben ir en masculino o femenino dependiendo del sexo del referente; por tanto, debe decirse la primera ministra, una intérprete jurada, una detective privada, etcétera.
Estos son hasta ahora los criterios adoptados por las Academias, que en algún momento cambiarán ante el empuje de las mujeres, basta observar el interés y el ansia de algunas políticas por ocupar cargos públicos que reclaman y exigen que en los papeles oficiales y propagandísticos se eviten supuestas o veladas discriminaciones. Una aspirante a gobernar la Ciudad de México solicitó hace algunos días que se corrigieran las reglas y lineamientos electorales en que se hace referencia a los candidatos pues considera que esa redacción la excluye. Ante el panorama que se abre a las mujeres en este año de elecciones, deberán prepararse redactores y editores para revisar toda la información que vaya a las prensas, a los medios y a las redes electrónicas para hacer explícita la participación de las políticas y no ser acusados de discriminadores. A ver cómo le hacen.

_______________
MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha sido profesor tanto de literatura como de español y cultura mexicana para extranjeros. Especialista en siglo XIX, es parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la máxima Casa de Estudios y fue director de la Fundéu México.

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