Se dice de ellos que contaminan las lenguas, que atentan contra el patrimonio léxico, que son indeseables, que hay que hacerles la guerra. A mí me gustan los préstamos. Sobre todo los que tienen una vida secreta y que escapan al escarnio de los puristas. Las palabras prestadas adquieren su carta de naturalización integrándose a los patrones, reglas y formas de la nueva lengua. Los verbos que provienen del inglés, por ejemplo, pasan al español siempre a la primera conjugación: escanear y no escaneer o escaneir. Las palabras del español que llegan al ayuujk (mixe) lo hacen de una manera distinta en la variante de Ayutla que en la variante de Tlahuitoltepec. Me gustan, porque los préstamos demuestran la inexistencia de lenguas absolutamente independientes y puras, demuestran que las lenguas son un poco como las poblaciones humanas, establecen relaciones, se mezclan, se separan; son sistemas dinámicos, casi vivos, diría yo.
Cualquier lengua que entra en contacto con otra tiene préstamos y los préstamos han existido siempre, no son producto de una época de libertinaje lingüístico en el que todo se permite y nada se respeta como alguna vez oí decir. Tampoco puede verse como una consecuencia obligada de la relación desigual entre hablantes de dos lenguas. Las palabras que fueran prestadas hace mucho tiempo escapan al juicio de los puristas de manera que no hay nadie que ahora se escandalice, o sepa siquiera, que líder, almohada y zanahoria son palabras que llegaron desde otras lenguas.
En el caso de las lenguas en riesgo y en el caso de las lenguas indígenas, los préstamos se ven como una imposición del español que mina la vitalidad de una lengua. Se ignora por ejemplo, que antes de que estas lenguas entraran en contacto con el español estaban en contacto entre ellas. La palabra para ‘canasta’, en una variedad de ayuujk, es préstamo del náhuatl; la palabra para ‘hueso’ en tzotzil viene del ayuujk al igual que la palabra para ‘copal’ en huave, que en español es a su vez un préstamo del náhuatl como ‘aguacate’ que después se prestó como ‘avocado’ al inglés que a su vez nos prestó la palabra ‘suéter’ que comparte origen con una palabra que en latín significaba ‘sudor’.
Nadie se escandaliza si alguien utiliza la palabra axux ‘ajo’ en ayuujk que es un préstamo bastante temprano del español colonial; nadie piensa que al usarla se está contaminando la lengua o se habla un mixe de menor calidad. Al parecer, si se olvida el indeseable origen de una palabra prestada los reparos desaparecen mientras que los pobres préstamos transparentes y actuales están condenados a la discriminación. Afortunadamente, el uso norma la lengua y decide qué palabras adquieren con el paso del tiempo su nueva ciudadanía.
Los préstamos se van incorporando a las nuevas lenguas en diferentes etapas y se quedan como sedimentos que nos ayudan después a explicar la historia de las lenguas. Así como los objetos encontrados en diversas capas del suelo nos proporcionan información sobre la superficie actual, así los préstamos guardan información de las características de la lengua en el momento en el que se incorporaron a ella y nos permiten inferir el origen y la historia de los contactos que esas lenguas han establecido entre sí. Si un día lo llegamos a dudar, las evidencias del contacto entre el náhuatl y el español han quedado grabadas en las palabras prestadas que se intercambiaron. La lengua romaní (de la comunidad gitana) guarda los préstamos de las lenguas con las que ha estado en contacto, de manera que ha permitido rastrear el camino por el cual esta comunidad llegó a México, en cada nuevo lugar y al contacto de otras lenguas, el romaní fue guardando palabras de cada una de ellas. No hay lenguas puras y me alegro de que no las haya.
La impresión común de que ahora hay una invasión de préstamos es solo eso, una impresión. Dado que las lenguas han estado en contacto y lo estarán, los préstamos seguirán siendo una consecuencia normal de esta interacción. Además, una lengua vital es aquella que continúa interactuando con otras y por lo tanto, sigue adquiriendo y donando palabras, una lengua a punto de morir ya no necesita de préstamos cuando es toda ella la que está siendo desplazada. Nadie puede hablar una lengua pura, el que esté libre de préstamos que aviente la primera oración.
Como les decía, a mí me gustan los préstamos y, aunque en ayuujk prefiero utilizar las palabras propias cuando las hay, no tengo ningún reparo en recurrir por ejemplo a la palabra siemprëm en el particular significado con el que se usa en mixe y que es ya muy distinto al del español de donde fue tomado. Una vez que una palabra se presta, comienza una nueva vida, con aventuras semánticas y gramaticales propias que responden a su nuevo ambiente. Si al usar préstamos hablamos mal una lengua, entonces no existe nadie que la hable bien.
Mi simpatía con los préstamos puede resumirse en la siguiente frase que solía decir mi tía abuela: PUUR ayuujk mkäjpxt, NUNC amaxan xkatapëkt ‘Habla un mixe puro, nunca lo mezcles con español’ .
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