El surgimiento del movimiento #YoSoy132 fue producto de una combinación de circunstancias fortuitas: el ciclo electoral y la cobertura sesgada de la campaña, la gran ventaja de Enrique Peña Nieto arrojada en las encuestas, la sensación de que México estaba a punto de elegir a alguien que nunca se había sometido al cuestionamiento que todo candidato serio debe enfrentar, y, claro, la torpeza y el menosprecio con el cual la campaña peñista descartó su existencia. Sí, había fuerzas estructurales detrás impulsando su crecimiento —el más importante siendo el oligopolio televisivo— pero su nacimiento se debía principalmente a este momento de confluencia.
El movimiento hizo muchísimo para aprovechar de su oportunidad inesperada, pero se ha acabado su momento inicial, y no hay nada que asegura que tengan un impacto más allá que el ciclo electoral del 2012. Para mantener su relevancia, les toca definir su futuro en un contexto muy diferente al que le dio vida hace unos meses.
Hablando (muy) generalmente, hay dos opciones básicas para el futuro del movimiento. Por un lado, el modelo de Javier Sicilia y su Movimiento por la Paz. Él se ha enfocado como láser exclusivamente en la inseguridad, organizando marchas y llamando al gobierno a rendir cuentas. A la vez, ha resistido los llamados para integrar su movimiento a una oposición más comprensiva a las políticas de Calderón.
Por el otro lado, se encuentra un camino más ambicioso, en que #YoSoy132 busque una relación más íntima con varias fuerzas de oposición, que aborde una lista de temas mucho más larga que los problemas que le motivaban en la elección pasada. Este parece ser el camino elegido por el grupo. Por eso los líderes han concretado alianzas con grupos como el Sindicato Mexicano de Electricistas y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, y avalaron seis prioridades en su declaración del 27 de julio, las cuales van mucho más allá que sus intereses iniciales. Surgieron como simples héroes cívicos, pero ahora se han convertido en actores amplia y abiertamente políticos, con toda la carga que eso implica.
Por supuesto, esta decisión ha inspirado reacciones muy fuertes (véase la emoción de John Ackerman aquí), pero visto objetivamente, un camino no es mejor que el otro, sino presentan riesgos y ventajas distintas. Lo positivo es que vincularse a las demás fuerzas de oposición les amplía el terreno político y les da más posibilidades de influir en otros aspectos del debate público a los líderes de #YoSoy132. El cambio en las políticas públicas se logra a través de la política, por más sucia o desagradable que sea, y los grupos que buscan mantenerse fuera del ring se imponen a sí mismos límites muy fuertes a sus logros. De cierta forma, #YoSoy132 está cambiando el uniforme del árbitro para el del jugador, lo cual le ofrece más oportunidad de influir el resultado del juego.
Al mismo tiempo, dentro de este camino más ambicioso se encuentra, en las palabras de Denise Dresser, “el riesgo de la radicalización”. Aliarse con grupos como el SME implica un respaldo tácito para su agenda y, más aún, sus prácticas políticas. Para #YoSoy132, eso implica el fin de su pureza inicial y de su identidad como héroes cívicos. Finalmente, esa identidad tenía que acabar manchado, así que en sí no es un gran sacrificio. Pero más importante, su elección de aliados polémicos les pone al lado contrario de las opiniones de muchos mexicanos.
Además, los nuevos objetivos de #YoSoy132 presentan problemas mucho más complicados que el que motivó su formación. El asunto de la elección —un candidato de peso ligero del cual se había exigido muy poco, y un duopolio televisivo con cobertura sesgada— representaba un escándalo obvio, y tenía una solución relativamente sencilla.
En cambio, como mejorar el modelo económico es todo lo contrario. Su oposición al neoliberalismo, cuyas diversas recetas se encuentran en todo el mundo bajo todo tipo de ideología política, se manifiesta en el rechazo a varias propuestas peñistas (la reforma laboral, la apertura a Pemex), pero nos dice muy poco sobre sus alternativas propuestas. ¿#YoSoy132 tiene preferencia en las políticas monetarias? Supongo que quieren más gasto público, ¿pero financiado con deuda o con impuestos? ¿Proponen sacar a México del TLCAN? ¿Cuál sería su plan para reducir la informalidad? ¿Tienen idea? Declararse opositor al neoliberalismo es la cosa más fácil del mundo, pero en sí nos dice muy poco, y no han dado muchas indicaciones de las conclusiones que salen de su rechazo.
En fin, volverse más ambiciosos les abre el campo, eso sí, pero también complica los éxitos futuros.
Regresando a Sicilia, él ha sacrificado las posibilidades de extender su influencia a todos los temas de la izquierda, cosa que ha provocado críticas duras entre los opositores al calderonismo, pero en cambio se ha convertido en un personaje de altísima credibilidad en el asunto que más le motiva. Si se hubiera convertido en un aliado estrecho con grupos como el SME o la CNTE, esto hubiera sido difícil por dos razones: 1) Sería mucho más fácil descalificarlo como otro adversario implacable y oportunista de Calderón, y 2) Entre más se enfoca en temas alternativos, más se diluye la intensidad de su mensaje sobre la inseguridad.
Gracias a su persistencia, Sicilia ha asegurado que la violencia no desaparezca del debate público ni de la conciencia nacional, y ha convertido la violencia en sí (y no el debilitamiento de las pandillas) en la prioridad más importante de la estrategia anticrimen. Es un logro nada despreciable. #YoSoy132 ha elegido un camino muy distinto, y por tanto lo veo difícil que iguale su impacto.