El tono lo impuso la propia guerra contra el narcotráfico y la oleada de muertes. Los medios de comunicación nacionales y extranjeros, sin embargo, lo reprodujeron de forma indiscriminada, a veces incluso sin justificación, mientras otros aspectos de la realidad nacional, sin duda alentadores, quedaban opacados.
Cuarenta y nueve cuerpos fueron
abandonados en una carretera del norte de México. Para cuando el mundo despierte el lunes en la mañana, la desgarradora imagen ya habrá dado la vuelta al planeta.1
Sara Miller Llana,
Christian Science Monitor
I
Los estadounidenses somos un pueblo famosamente insular. Como dice el viejo chiste: si hablas dos idiomas, eres bilingüe; si hablas tres, entonces trilingüe; pero si hablas nada más un idioma, eres gringo.
Desde luego, esa misma insularidad figura entre las ideas populares que se tienen de México en Estados Unidos, donde típicamente han prevalecido ideas simplistas y estereotipadas sobre el vecino del sur. Durante el último medio siglo, en la imaginación estadounidense México ha sido reducido a paraíso playero, edén del mercado libre, especie contemporánea del viejo oeste, bastión anticomunista y sitio para el libertinaje del spring break. Tales etiquetas han servido para describir una parte del país en algún momento, pero su aplicación de forma monomaniaca —como lo hacen muchos medios de comunicación, en pos de narrativas fáciles— genera una imagen distorsionada. Es decir, lo que México no ha logrado ser, por lo menos para la mayoría de los estadounidenses, es un país real y pleno.
Actualmente, al norte del río Bravo, el estereotipo más común de México es el de un país sitiado por narcos. Debo dejar en claro que este artículo parte de la premisa de que México no es tan inseguro como se describe en los medios internacionales. Sí, ha habido un aumento bastante alarmante en las tasas de homicidio y otros crímenes violentos durante los cinco años pasados, cosa que no quisiera minimizar, pero México es más seguro y está mejor gobernado que muchos países que no sufren la misma imagen anárquica (Gráfica 1).
Como sucede con cualquier estereotipo, hay algo de cierto en esta concepción de un México en llamas, pero lamentablemente se exagera, y la obsesión con la inseguridad ha desplazado cualquier otra idea del México actual. Igual que con los demás estereotipos mencionados, los medios de comunicación con más presencia juegan un papel muy importante en la difusión de este simplismo. Para el estadounidense que sigue esos medios, los demás desafíos que México enfrenta son apenas detallitos.
Por ejemplo, hace unas semanas busqué el término Chapo Guzmán en el sitio washingtonpost.com, y encontré 333 resultados. Una búsqueda de Elba Esther Gordillo arrojó apenas 19. Agustín Carstens, pese a haber sido candidato a uno de los puestos más importantes del mundo en 2011, salió solo 96 veces. Manlio Fabio Beltrones apareció en tan solo siete artículos, mientras que Emilio Azcárraga Jean figuró solamente en 10. No hay ningún criterio de relevancia o influencia o importancia que pueda justificar tal distribución de cobertura. El adjetivo para describir lo anterior es sesgado.
Estudios mucho más científicos que el mío llegan a la misma conclusión. Por ejemplo, en una investigación para el Wilson Center, Roberto Newell leyó unos 4 mil artículos sobre México en el Wall Street Journal y el New York Times, publicados entre enero de 1987 y diciembre de 2010. Newell demuestra que desde su acmé en los últimos años del sexenio salinista, la cobertura de México ha bajado muchísimo en los dos periódicos. Además, se ha concentrado de manera casi increíble en asuntos relacionados con el crimen organizado, la frontera y la corrupción. En 1993, apenas 13% de los artículos identificados en el Times tenían que ver con tales temas, mientras que en el Journal la cifra fue menor a 10%. En cambio, en 2010 la cifra fue de 67% en el Journal y 84% en el Times. ¡Casi nueve de cada diez artículos!
El Journal y el Times están entre los medios más responsables y menos sensacionalistas de Estados Unidos, pero como bien demuestra el estudio de Newell, ambos tratan a México no como un país propiamente sino una arena donde se libra la guerra entre los narcos. Según la narrativa que ellos presentan, México no es solamente el sitio de este conflicto: el país en su totalidad es poco más que una extensión de la guerra.
El proceso que genera esta distorsión podría calificarse como obsesión colectiva, y tiene mucho que ver con la llamada tragedia de los comunes. Es decir, cualquier corresponsal responsable desplegado en México debe escribir de la inseguridad. Desde luego, es uno de los temas más importantes hoy en día. Individualmente, la publicación de cada uno de los 333 artículos que mencionan al Chapo en el Washington Post era justificada. Individualmente, ningún periodista merece reproche por investigar sobre el narcotráfico.
Sin embargo, lo que es loable individualmente se vuelve absurdo colectivamente. Si bien hay una justificación para cualquier artículo específico sobre el Chapo Guzmán, es una estupidez dedicarle a él tres veces más atención que a Carstens, o darle 30 veces más cobertura que a Azcárraga. Hay varios corresponsales estadounidenses que hacen un gran trabajo en México, pero en su conjunto han fallado a sus lectores, y han perjudicado a México.
Además, cabe destacar el hábito de algunos reporteros (o de sus editores) de meter forzosamente el asunto del narcotráfico en cualquier artículo sobre cualquier tema, siempre y cuando tenga que ver con México. Tales casos son distintos, ya que no es el efecto colectivo de cientos de reportajes responsables el que pesa, sino la mala actuación de un solo periodista. Pero el resultado es igual: México sale pintado como una Somalia mesoamericana.
Por ejemplo, en marzo de 2011 un artículo del New York Times habló de las expresiones públicas de amor en el DF (por cierto, un tema extraño), incluyendo el siguiente párrafo: “Otras parejas describen los cariños públicos en términos más siniestros. Actualmente México es en efecto Jekyll y Hyde: crecimiento económico positivo junto con una guerra descontrolada contra el narco que ha acabado con 34 mil vidas desde 2006”.
Sobran ejemplos similares de intentos raros de conectar el narco con temas muy diversos. Un mes antes de la nota del Times, el Washington Post publicó un artículo sobre la falta de influencia del narco en el ámbito de la lucha libre. Típicamente, la ausencia de la conexión buscada significa que no hay noticia, porque en tal situación no hay de qué escribir, pero evidentemente las normas periodísticas son diferentes cuando se trata del narco en México. Tanto The Economist como el Houston Chronicle han publicado artículos sobre cómo la mariposa monarca lucha contra la inseguridad en Michoacán.
En un artículo sobre el alza en el precio de limones, el Christian Science Monitor atribuyó el fenómeno a las cuotas de los narcotraficantes, pese a que el precio de productos básicos como el limón subía en todos los rincones del mundo, opere o no el narco en ellos.
¿Hay realmente una conexión importante entre la inseguridad y las mariposas monarca?, ¿entre el tráfico de cocaína y cualquier par de enamorados en el DF? Por supuesto que no. Pero lo que es obvio para los que conocemos el país no lo es para los demás, y como dije al principio, los gabachos tenemos fama de ser insulares. Para el lector de Seattle o Pittsburgh que no haya estado en México ni lo conozca indirectamente, si cada palabra sobre el país se vincula con el narcotráfico, sería lógico llegar a la conclusión, consciente o inconsciente, de que el narcotráfico se extiende a cada rincón de la vida nacional. Es una conclusión natural, pero equivocada.
II
¿Y a qué se debe esta obsesión colectiva de los periodistas extranjeros? Durante su presidencia, Felipe Calderón decía que la mala imagen de México en el extranjero se debía a que los mexicanos suelen hablar en términos exageradamente drásticos sobre su país. Según el expresidente, “[…] los mexicanos juzgamos nuestro país con la mayor severidad que podemos, incluso por encima de la severidad respecto de otros temas […]. Yo nunca he escuchado a un brasileño hablar mal de Brasil y sí he escuchado a muchos mexicanos hablar mal de México en el mundo”.
A mí no me convence ese argumento, por varias razones. Para empezar, no cuadra con lo que he visto. Actualmente vivo y trabajo en Washington, DC, un lugar donde convergen muchísimas nacionalidades diferentes. Si me permiten generalizar a partir de mi experiencia personal, diría que desde luego el tema de violencia está más presente en las conversaciones con los mexicanos que con, por ejemplo, hondureños o brasileños. Pero no es cierto, por lo menos hasta donde yo he advertido, que todos los mexicanos se lamentan de la violencia cuando están con extranjeros. Algunos sí, pero sucede lo mismo con los ciudadanos de otros países, porque siempre habrá quien quiera quejarse de su Gobierno. También son muchos los mexicanos que buscan evitar el tema, o que matizan los reportes sensacionalistas. La idea de que los mexicanos, como grupo completo, se quejan de la violencia como adolescentes de sus papás es incorrecta, más aún, ofensiva.
Algo parecido sucede con las expresiones culturales, que tendrían más posibilidades de moldear la imagen de México en Estados Unidos o cualquier otro país extranjero. Algunas telenovelas tratan sobre el crimen organizado (La reina del sur es la más famosa), pero son pocas. Las películas muestran la misma tendencia; Miss Bala ganó tanta fama precisamente por la escasez de cintas que retratan el narcotráfico. Los directores mexicanos más famosos —Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro— hacen películas de cualquier cosa menos del crimen organizado.
Además, si los mexicanos suelen hablar mucho de la inseguridad, y si los artistas hacen obras que hablan de violencia —es decir, si aceptamos la premisa de la queja de Calderón—, pues finalmente es porque se ha convertido en un asunto de importancia nacional y de interés mundial. Tales temas suelen provocar conversación, no importa el país. Por lo mismo, si Calderón quiere declarar culpables por la atención dada a la inseguridad y la mala imagen de México, debería verse en el espejo. Calderón es quien más hizo para convertir el tema en un asunto de interés global. Es el mismo Calderón que fijaba la agenda sexenal, y que apostó su reputación y la de su Gobierno al combate contra la inseguridad. Buscaba el perfil del presidente duro, cosa que necesariamente implicaba más atención a los asuntos en cuestión. Es gracias a esa apuesta de Calderón que México ahora lucha contra una serie de estereotipos injustos.
Aunque no se culpe exclusivamente a las políticas de Calderón por la ola de violencia de los últimos cinco años —y la verdad es que me identifico con esta posición, aunque sea minoritaria—, él tiene una gran responsabilidad por el deterioro de la imagen del país, tanto en Estados Unidos como en todos los rincones del mundo.
III
Sin embargo, no toda la atención hacia México es de corte catastrófico. De hecho, en el ámbito económico, las sondas de muchos analistas estadounidenses son muy positivas. Lejos de ser el centro de operaciones de narcos poderosísimos y desalmados, entre los académicos y expertos financieros, México se considera la nueva estrella del hemisferio occidental. Como escribió hace unos meses Adam Thompson, corresponsal del Financial Times en México, “Olvídense de los bric, incluyendo Brasil —favorito de los inversionistas mundiales desde hace unos años. Ahora todo se trata de México”. Otros reconocidos autores, desde Shannon O’Neil, experta del Council on Foreign Relations, hasta Tyler Cowen, de George Mason University, comparten el mismo punto de vista.
Este entusiasmo sobre México se debe a varias cosas. Una razón práctica pero importante es que, en su mayoría, los optimistas no son periodistas, lo cual implica que no se tienen que preocupar por vender la mayor cantidad de ejemplares posible. Por lo mismo, no tienen la presión de escribir artículos sensacionalistas que aparecen tras portadas explosivas con tal de atraer más miradas en las tiendas.
Específicamente, después de años de rezago, México ha empezado a crecer a la par de sus competidores. De 2001 a 2009, México creció a un ritmo de apenas 1.4% anual, uno de los peores desempeños en el hemisferio. En 2010 y 2011, en cambio, el promedio fue de 4.7% (Gráfica 2).
Más aún, de todas las economías latinoamericanas importantes, México es la que menos depende de China. Sudamérica dispone de cantidades enormes de las materias primas que más necesita China, como soya, cobre y hierro. Con una población de mil 300 millones de personas y un crecimiento anual superior a 10% durante la década pasada, la demanda insaciable de los chinos ha sido un motor importantísimo para varios países sudamericanos, entre ellos Brasil, Chile y Argentina.
Pero ahora, el crecimiento acelerado en China se ha acabado, y lo más probable es que no regrese a los niveles de la década pasada. Según el Banco Mundial, el PIB de China crecerá 7.7% este año y 8.1% el siguiente, el peor desempeño desde 1998 y 1999.3 Ya no tendrán tanto apetito de soya y cobre. Además, esta caída en la demanda puede afectar los precios de estas materias primas (y otras), que tanto importan a los países sudamericanos, aplicando otro freno a su desarrollo.
México, en cambio, no vende materia primas sino autos (ya es el cuarto exportador mundial) y otras manufacturas (por sí solo, exporta más manufacturas que el resto de América Latina en su conjunto).4 Esto conlleva varias ventajas: los precios de sus productos son más estables, sus clientes no están tan concentrados en un país en desaceleración, y tales productos requieren mayores niveles de tecnología, lo que a largo plazo implica más innovación y mejores trabajos.
Cierto, es importante no minimizar los desafíos que México enfrenta. Es una buena señal que el país está creciendo de nuevo, pero está lejos de lo que necesita. Según la Economist Intelligence Unit, entre 2011 y 2015 la actividad económica aumentará 3.5% cada año; México debería aspirar a una cifra de entre 6 y 7%.5 Para crecer más, se necesita una serie de reformas económicas, que en su mayoría urgen desde hace 15 años; sin embargo, siguen sin concretarse. Pese a todas las buenas intenciones planteadas en el Pacto por México, la clase política no inspira mucha confianza en este asunto.
Pero finalmente, todo lo anterior representa un contrapunto importante a las evidentes exageraciones de la mayoría del periodismo sobre México. Si un mayor número de corresponsales se enfocaran en el progreso económico, México no sufriría una imagen tan distorsionada. Ojalá las conclusiones de analistas como O’Neil sean difundidas cada vez más. Si no, la imagen de México va a seguir en el hoyo, injustamente.
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1 Adam Thompson, “Mexico: Numero uno in LatAm?”, Financial Times, Beyond Brics blog, , 11 de julio de 2012.
2 Banco Mundial, Base de datos, “GDP Growth (annual %)”, .
3 Banco Mundial, Base de datos, “GDP Growth (annual %)”, .
4 Adam Thompson, “Mexico: China’s Unlikely Challenger”, Financial Times, 19 de septiembre de 2012.
Nicholas Casey, “In Mexico, Auto Plants Hit the Gas”, Wall Street Journal, 19 de noviembre 2012.
5 Clarion Partners, “Mexico Market Update: Q4 2011”, , enero de 2012.
Sin autor, “Mexico Can Grow at 6-7 Percent: Central Bank Governor”, Reuters, , 26 de julio de 2012.
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PATRICK CORCORAN es periodista. Se especializa en asuntos mexicanos. Ha escrito sobre seguridad pública, crimen organizado, elecciones y política. Vivió en México hasta 2010. Actualmente radica en Washington, DC. Escribe el blog Norteando en archivo.estepais.com
Considero que el señor Patrick es de los pocos periodistas que ven más allá de el velo del narcotráfico en el que a través de el ven otros periodistas a México, esto es importante para la percepción que tienen del país a nivel mundial hablando de la gente común, de los ciudadanos; afortunadamente para los inversionistas, empresarios, comunidad cultural- esto es para gente mejor enterada y no solo por lo que dicen los periódicos- México es otro que está más cercano a lo que nosotros como ciudadanos de este país tenemos la percepción, hay que ser realistas, existen problemas, si, pero están focalizados, son regionales, no es todo el país, no por eso deja de ser importante el resolverlo pero tampoco el país está en llamas,ojala la difusión de este tipo de artículos sea mayor.
[…] el narrativo del México en llamas, con relativamente poca cobertura de las fuentes de optimismo. (Escribí sobre este fenómeno hace unos meses en Este País.) Así pues, uno se puede quejar con toda razón de que los análisis de Friedman y los demás […]