El 8 de febrero del 2012 fue publicada en Yahoo noticias, una nota titulada “Crystal Tovar, la diputada con la minifalda más corta”. Las fotos que encabezaban dicha nota comenzaron a circular en las redes sociales y el tema se volvió trending topic en Twitter. El centro de la polémica era que una diputada se atreviera a portar una falda muy corta en un recinto como la Cámara de Diputados, al mismo tiempo que se abrían los cuestionamientos sobre la legitimidad de la diputada, dado que “no tiene una carrera terminada y tiene tan sólo 23 años” “¿Qué habrá hecho para llegar ahí si no tiene los conocimientos que requiere el cargo?”
Ya hace unos meses vivimos una situación similar cuando el IFE osó contratar a una “voluptuosa” edecán ataviada en un vestido blanco, súper entallado y con un escote, dicen muchos, “tan pronunciado que ofendía a los ciudadanos que atendían el debate por televisión”. En aquélla ocasión las redes sociales se saturaron de chistes, condenas, golpes de pecho y debates sobre la doble moral de nuestra sociedad mexicana y los derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
En ambos escenarios mi pregunta va en el mismo sentido: ¿Qué es lo que sucede culturalmente para que una sociedad se ofenda tan profundamente porque una mujer porte determinada ropa?
Si yo viniera de otro planeta supongo que una de las primeras cosas que me saltaría a la vista sería la forma en que los humanos cubren sus cuerpos. Vestidos, faldas, capas, sombreros, pantalones, lencería, túnicas, un sinfín de posibilidades que cambian de acuerdo con el contexto en el que cada sociedad se configura (clima, historia, actividades económicas, entre otros elementos). Así hay lugares donde los hombres usan faldas, y las mujeres, pantalones. Existen las burkas. Hay personajes que usan capas sobre capas con hilados de oros y pedrería (léase el Papa) y personas que sin importar el género andan desnudas en sus comunidades. Hay personas que un día visten de hombre y otro de mujer, otras que combinan los códigos asignados cultural y tradicionalmente a cada género. Y cada contexto permite de maneras distintas y en mayor o menor grado que se rompan las reglas y las personas se expresen por medio del vestido como mejor les acomode. Parece que México y ciertos contextos específicos como el recinto legislativo, no están muy abiertos a que se rompa el protocolo en la forma de vestir de las personas. Pero ¿acaso es igual para hombres y mujeres? Me es difícil pensar siquiera en una situación donde el linchamiento a algún diputado radique en la forma de vestir y “mostrarse” en la Cámara. ¿Si alguno se apareciera en shorts cuestionarían su capacidad en el trabajo, o darían por hecho que ha llegado ahí por favores sexuales? Lo dudo.
No en todos los contextos culturales ofende tanto que una mujer utilice una falda corta o un vestido entallado. Algunas sociedades son bastante más abiertas en relación con la desnudez y la estética de los cuerpos que “se atreven a mostrar más.” En otras, si bien no son tan complacientes con el uso de vestimentas con poca tela, les asombra que los debates en nuestro país se enciendan tanto por la ropa de una mujer. ¿Qué pasa en México entonces? Desde mi punto de vista, existe en las opiniones en contra de la diputada, su minifalda y sus torneadas piernas, un conservadurismo camuflajeado por discursos sobre el profesionalismo, el protocolo, el sentido común, y por qué no, la clase y el estilo.
“Si una mujer quiere usar minifalda, está bien, pero en ciertos espacios.”
“No es profesional vestirse de esa manera.”
“La mujer tendrá que enfrentar las consecuencias de romper el protocolo.”
“Es sentido común.”
Estos comentarios trajeron a mi mente la invención del traje sastre como un atuendo que permitía a las mujeres entrar en espacios “de hombres”. No en vano su uso se extendió entre las mujeres profesionistas, tal vez como una estrategia para ganar espacios. Así pues, el protocolo de algunos lugares o círculos sociales, políticos, académicos, sugiere (¿exige?) que la mujer se desexualice. No está bien visto que muestre piel, ya sea en las piernas o en el escote. Y de ahí que se apele al sentido común de la persona que busca pertenecer y encajar en dicho espacio. Sentido común que dicho sea de paso, es construido y compartido con base en subjetividades tan arbitrarias y cambiantes que lo que hoy es admitido, mañana puede no serlo, y lo que para uno es lo más lógico del mundo, para otro es una locura o una aberración. Así que apelar a la construcción cultural que es el sentido común, para que una chica de 23 años no se ponga minifalda, me parece bastante fuera de la realidad.
Las reacciones ante la nota y las fotos
Crystal Tovar respondió al autor de la nota reclamando respeto y diciendo algo que no me parece menor:
En efecto, soy una diputada federal joven nacida en Chihuahua, entidad federativa en la que han sido asesinadas miles de mujeres tan sólo por su apariencia o su forma de vestir, y que sirvió como referente nacional e internacional para conceptualizar el feminicidio como una forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado.
Parece que quienes critican a la diputada y su microfalda, olvidan ese pequeño detalle: las mujeres desaparecidas, asesinadas, violadas y torturadas, que se han convertido en casos sin resolver, empañados por la violencia simbólica (entre todas las demás formas de violencia) hacia las mujeres. ¿Tiene que ver una cosa con la otra? Desde mi perspectiva tiene todo que ver. Aunque no concuerdo con la simplificación de las causas de dichos feminicidios (“tan sólo por su apariencia o su forma de vestir”) considero que vale la pena reflexionar sobre la misoginia a nivel micro y cotidiano como base cultural de crímenes atroces y de la invisibilización de la relación de una cosa con la otra. De esta manera, la represión de la sexualidad de las mujeres, sigue funcionando como algo natural, necesario y deseable por los miembros de la comunidad. Cualquier forma de odio (homofobia, xenofobia, transfobia, entre muchas otras) parte necesariamente de significados y discursos compartidos por miembros del grupo.
Algunos dirán que exagero, que el desaprobar un determinado atuendo en un recinto cerrado y exclusivo para gente que pertenece y que por tanto debe continuamente mostrar sus credenciales de miembro, no es misoginia. Sin embargo, al explorar con mayor cuidado las notas y publicaciones en las redes sociales y los comentarios al pie de las mismas, encontramos interesantes elementos discursivos que nos dan material para pensar sobre las formas cotidianas e invisibilizadas de misoginia en nuestra sociedad.
Uno de los discursos más arraigados en nuestra cultura es la dicotomía entre mujer-santa y mujer-puta. No se puede estar en medio. Y para que las santas tengan el poder, deben calumniar y humillar a las mujeres indignas.
¿Qué y quienes opinaron? La mayoría de los comentaristas de las notas y publicaciones en redes sociales fueron varones. Si bien los comentarios eran diversos, la tendencia era desplegar una serie de adjetivos referentes al cuerpo de Crystal: las cinco palabras más repetidas, “zorra”, “sabrosa”, “bizcocho”, “muñeca”, “diPUTAda”.
Los comentarios de las mujeres, estaban divididos en dos tendencias: las que defendían el derecho de la diputada para vestir como deseara y las que se sentían ofendidas porque la diputada había hecho uso de su cuerpo para llegar a donde estaba. Las cinco palabras más usadas por las mujeres: “gata”, “nalguipronta”, “porquería”, “estúpida”, “prostituta”. ¿Qué es lo que ofende tanto a otras mujeres cuando una se pone una falda corta? ¿Por qué se asume que una mujer atractiva necesariamente carece de capacidades para desenvolverse en el ámbito profesional? ¿Por qué son las mujeres las que dan por hecho que está ahí por favores sexuales, cuando no tienen evidencia de eso? Uno de los discursos más arraigados en nuestra cultura es la dicotomía entre mujer-santa y mujer-puta. No se puede estar en medio. Y para que las santas tengan el poder, deben calumniar y humillar a las mujeres indignas. Y el concepto de dignidad se complejiza dependiendo del momento socio-histórico que se viva. Una mujer digna puede ser la que tiene para pagarse una minifalda carísima, en cuyo caso tal vez no se le condene, o puede ser una mujer que aparenta castidad, o una mujer que tiene un marido que provee sus necesidades básicas y no tan básicas, o una feminista que se opone a cualquier forma de sexualización del cuerpo femenino y de la mente de las mujeres. Dogmas hay en todas partes.
Así, los rincones de la misoginia muchas veces parecen estar construidos y protegidos por nosotras las mujeres que sostenemos el sistema patriarcal del que amargamente nos quejamos a diario. El hashtag que acompañaba muchos de los twitts era #TREMENDAPINCHEPUTA. Tristemente encontré que la mayoría de ellos eran de mujeres que ofendían a “mujeres indignas” en oposición a ellas, “merecedoras” del título de Santa (Santa Esposa, Santa Feminista, Santa Académica, Santa Altruista).
Yo me sigo preguntando, a todo esto, ¿quién sacó las fotos? Un fotógrafo profesional de la agencia Claroscuro. Puede ser que en su afán de retratar su entorno se topó accidentalmente con la atractiva diputada. Nadie cuestiona ni al fotógrafo, ni al autor de la nota. Esto también me parece significativo para entender las formas en que se tejen los significados de los cuerpos, de lo femenino, de lo prohibido y lo permitido en el campo del género y las sexualidades. Parece entonces que en esta sociedad se puede irrumpir en el espacio personal de una mujer desde diferentes frentes, se puede juzgar su vestimenta, y a partir de ahí sacar conclusiones sobre su desempeño profesional y su moralidad, pero una mujer no puede de ninguna manera, moverse libremente en los espacios que siguen siendo considerados masculinos.
Estamos buscando apoyo, para que los diseñadores, y las casas de moda promuevan y saquen al mercado faldas, y vestidos con falda diseñados para varones; pues la incomodidad del pantalón siempre ha sido insoportable, solo que a la mayoría de congéneres les daba temor hablar de sus incomodidades y NECESIDADES. Algunos pensaban que se reirían o se los ridiculizaran si manifestaban sus insatisfacciones e incomodidades; y han preferido vivir con las molestias mas grandes.
El Overol o pantalón fue proclamado para labores especificas, pero ahora nos han impuesto esta tortura a tal punto que sin temor a equivocarme esta afectando la salud, y la calidad de vida de los hombres y sus familias.
El pantalón es la prenda menos adecuada para un hombre; el calzoncillo bóxer, hace las veces de férula en los genitales, (propiciando disfuncion y discapacidades), la costura central del pantalón maltrata, magulla e incomoda todo el tiempo los genitales; la correa o cinturón hace las veces de torniquete, y obliga al corazón a bombear la sangre con mayor esfuerzo, (para vencer la contracción que hace el torniquete), y por mala irrigacion sanguínea afecta: el aparato digestivo, el sistema urinario, el aparato reproductor. Ademas con el uso del pantalón el hombre ha terminado orinando de pie lo cual es totalmente antinatural. Las Faldas y los vestidos con faldas para los hombres son suprema-mente SALUDABLES, CÓMODOS Y CONFORTABLES. El pantalón, el calzoncillo ajustado, la costura central del pantalón, y la correa o cinturón, están promoviendo las enfermedades modernas de los hombres: IMPOTENCIA, ESTERILIDAD, PROBLEMAS DE LA PRÓSTATA Y POSIBLEMENTE CÁNCER DEL TESTÍCULO.
Ninguna parte del cuerpo del varón se maltrata mas que los genitales.
Por salud y comodidad mejor usar FALDAS O VESTIDOS CON FALDA
Chapeau para la demoledora, exhaustiva y, por ello, irrebatible exposición de la sra Dulce Salazar.
Elocuente y brillantísimamente argumentado. Mis felicitaciones.
Añadir que malos tiempos corren cuando hay que explicar lo evidente, esto es, que en el trabajo uno/ a no puede ir como le dé la gana, la vestimenta ha de ser formal. Que haya obstusas/os que a estas alturas de la vida nos llamen ´retrógrados, ultraconservadores y enemigos de la libertad por señalar algo tan palmario es, sin duda, terriblemente demostrativo de cómo están las cabezas, del nivel de estulticia que impera por tantos pagos, del serrín en cantidades industriales que tienen bajo la calavera. Lamentable.
Les habla un gran partidario de las minifaldas y del lucimiento voluntario de su cuerpo por parte de las mujeres. Y en suma, de la libertad lógica en estos temas: que cad auna/o vaya como le pete, que decimos en España.
Ahora bien, lo anteriormente dicho no obsta para resaltar que una cosa es ir en minifalda por la calle, o d efiesta, o en un ámbito, en suma, extralaboral o extraacadémico, y otra muy diferente vestirla en esos ámbitos formales, porque esa es la consideración del lugar de trabajo o de estudio( colegio, universidad, academia, etc).
Así pues, me parece perfecto que la diputada Tovar se ponga una minifalda tan sexy y ajustada ensu vida privada, pero no me parece que sea la vestimenta adecuada en el lugar de trabajo, en este caso, la Cámara legislativa.
He tenido novias que han llevado minifaldas de impresión, y me encanta, lo apoyo, aplaudo y promuevo. Pero dentro de unos límites en cuanto a lugares y contextos. En el trabajo no me parece apropiado ir así. En todo caso, nunca me opondré ni lo criticaré excesivamente( solo lo haré muy matizadamente…) porque por principios no puedo jamás objetar que ninguna chica luzca sus encantos. Pero estoy de acuerdo con los que opinan que está fuera de lugar en esas situaciones.
Por supuesto, las especialistas en machismo y demás zarandajas alegarán que la srta Tovar va así solo porque le gusta y se siente bien, pero que no para llamar la atención. Pues no, sras y srtas: lo hace por ambas cosas, y al menos podían reconocer qu ele gusta sentirse objeto de atención, lo cual no quiere decir que su cuerpo sea su única arma, cuando además de ve que laa muchaha redacta muy bien.
Seguuuro que yendo así se va a quedar sorprendida de que la miren. Es lógico que a una mujer guapa le guste gustar, que sea coqueta. Y por supuesto, si la miras con gusto te conviertes automáticamente, según estas petardas críticas, en un obseso. No sean ridículas, es que no ven que no somos de piedra? Es decir, que pretenden que veamos una figura hermosa y apetecible y miremos al tendido, a la pared de enfrente.
En fin…
La mujer siempre ha sido vista y tratada de manera distinta al hombre. La mayoría de las culturas la tienen por debajo del hombre, sin que demerite el término que empleo: debajo de.
1)Hay grupos humanos que viven en las selvas, que aún sobreviven en el mundo, y en algunos de esos grupos la mujer se muestra desnuda totalmente, mientras que el hombre cubre sus genitales, hasta exóticamente.
2)Medios publicitarios y culturales hacen de la mujer lo que les viene bien en su provecho. Me parece que muchas veces se le llama, por ejemplo, al cine: cine de arte, y lo único que muestran son desnudos femeninos que pueden ser totales, de frente, de lado, por detrás, como sea, y los del hombre, si los hay siempre cubren sus genitales. Estoy hablando del cine en México. No así el cine francés, húngaro o danés, por señalar otros.
3)Cuando uno se presenta a solicitar un trabajo en una agencia, se nos pide llenar ciertos requisitos, no solo en cuanto a conocimientos y experiencia laboral, sino también en cuanto a nuestra presencia tanto física como de presencia; cómo viste uno, cómo luce uno. Si uno va vestido (a) de cierta manera que pueda ser considerada provocatica, sensual, alocada, descuidada, que le da a uno una mala apariencia (según el criterio del juzgador), etc., lo más probable es que uno esté en el final de la fila de aceptación, si es que no le dicen adiós desde el primer instante de plantarse en la agencia o ante el empleador.
4)Si la diputada es de Chihuahua y conoce la problemática realmente, sabe que desaparecen mujeres de cualquier apariencia en cuanto a vestimenta, de cierto rango de edad preferentemente, con vicios o sin ellos. En la capital del Estado, las chicas viven una juventud alocada, donde los padres casi ni se ven ni se oyen en sus vidas de adolescentes y jóvenes; son como chamacos y chamacas jugando a ser adultos con el permiso de los padres, pues les prestan los carros y los llenan de licor, cerveza y hasta drogas y en montón, tanto de chicos y chicas como de vehículos que andan de locuaces por la ciudad, sin que nadie les diga nada y hasta tempranas horas cercanas al amanecer.
La diputada, es representante de la sociedad chihuahuense (no sé si sea diputada por el Estado) pero una sociedad con problemas como los de ese Estado hay muchos en el país. Me pregunto si esas estampas que provocó su presencia con su minifalda sean un buen mensaje a nuestra sociedad con los problemas descritos (poco descritos, solo es una idea, porque la problemática es mayor).
5)El hombre en nuestra sociedad está acostumbrado a dominar, y tanto se manifiesta el dominio por la propia naturaleza de ser el macho, como por la educación que lo forja machista, formado así según los estudiosos, por la misma mujer.
6)Qué se puede esperar entonces que ocurra en un recinto como el Congreso, en donde se supone nos representan, a toda la sociedad mexicana hombres y mujeres adultos, seres bien cuerdos, seguros de sí, pero también sabedores de su responsabilidad ante quienes los eligieron y esperan un trabajo arduo, concienzudo, eficiente, honesto, et. Cómo pensar que pueden sacar el trabajo bien, por un lado, una joven de 23 años, que dicen ustedes, no lo digo yo, no tiene la preparación adecuada aún y al parecer tampoco emocionalmente sabe discernir, pues no supo elegir su vestimenta de manera más propia para un trabajo de tan altos vuelos, de los mejores pagados por nuestra sociedad, conociendo la problemática de un Estado donde el feminicidio es altísimo. Claro que debió considerar lo que provocaría. Eso esperaría yo, al menos, porque no se trata de mostrarse según su gusto ni capricho; se trata de mostrarse como una mujer centrada con una gran responsabilidad social y jurídica ante la Nación. Nadie le impide que use minifalda, pantalones cortitos, transparencias, que use túnicas, lo que quiera, pero todo en su sitio y en el momento adecuado. Ella está trabajando para la Nación Mexicana, no para ella misma. Seguramente a quien escribe este artículo, su jefe le permitiría llegar a su lugar de trabajo de una manera que el considere indebida, por imagen, para su empresa. Quiero verlo. Bueno me conformaría con saberlo!
No se trata de desgarrarnos las vestiduras. Simplemente cabe hacer las cosas de manera adecuada.
Independientemente de lo expresado antes, es un hecho que los especialistas en psicología y conducta humana dicen que los hombres si se ven afectados por esos cuerpos bien formados y que se muestran demás, aunque sea en dónde no se deben mostrar demás. ¡Caray! Es una grave distracción en las labores cotidianas. ¿Acaso no queremos empleados eficientes y productivos? Se les paga un titipuchal de dinero para que lo usen en comprar esos distractores para ese «Sagrado Recinto». ¡Qué gasten el dinero que tan generosamente les paga la Nación Mexicana en minifaldas o trajes de casimires caros! ¡Qué más da! (Tal vez querrían donar el 50% de su entrada libre de impuestos para subsanar el hambre de tantos compatriotas y que no existan las cifras de muertos por hambre que hace unos días señaló EPN; aunque me gustaría saber más específicamente las cifras Estado por Estado, sobre todo en el Edo. de México)¡Qué gasten, decía, pero que usen sus garritas de precio estratosférico o no, en el lugar adecuado para la reunión adecuada. No se trata de diferenciar entre los géneros, sino se trata de sentido común y responsabilidad ante quienes son los empleadores de esa diputada.
Y a la reportera que escribió este artículo, creo que exagera para lograr hacer ruido con eso de vestirse como uno quiera cuando quiera, que al fin y al cabo se debe aceptar todo sin más. No creo que sea el caso. Y sobre todo por lo mismo que señala de los feminicidios y que esa diputada procede de ese Estado conflictivo.
No tratemos de ocultar lo que puede ser un simple error de apreciación de una muchachita descocada en un instante de no pensar con la responsabilidad que le impone su empleo, con una enorme problemática entre los géneros que hasta ahora se sigue discutiendo, y que afortunadamente se están tomando decisiones y legalizando situaciones en nuestro País.
Sin duda alguna, gran artículo he leído. Yo me desenvuelvo en estos ambientes y la verdad, lo que se publicó sobre de ella se queda muy corto a lo que se vive en la realidad. Ojalá y sinceramente haya personas que fuéramos más críticos y con más «Sentido Común», que hoy en día le hace falta a este país. Felicitaciones a la autora del artículo. Y un aplauso y me quito el sombrero por ustedes las mujeres que sin duda alguna tienen valentía y coraje ante cualquier adversidad.
De lo único que sí etoy seguro, es que todas las mujeres que se ofenden de que otras mujeres se vistan con faldes muy cortas es porque le naturaleza no les dió a ellas ese cuerpo que desearían tener y el único recurso que tienen para sentirse mejor, es así, criticando a quien sí lo tiene.
pues que vivimos en una país en donde no existe el pleno derecho A LA LIBERTAD DE SER Y EXPRESARNOS COMO SOMOS. acá en Tula, andar en minifalda es una invitación a que te violen. que le esperaba a la pobre diputada? que país tan machista y cerrado de cerebro.