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Las mujeres de Joy Laville a veces gustan de ponerse prendas, por un rato, pero casi siempre prefieren estar desnudas. Mujeres mayores, maduras, jóvenes. Así —parece— lo hizo la generación anterior, y la anterior. En ese linaje leve, la desnudez ha sido siempre lo normal. Una se sienta a ver el mar, desvestida, llevando acaso un lindo collar. Otra, sin ropa también, mira un florero, y en el florero, pétalos de amable tonalidad, ramillos. No cultivan el pudor; más aún, no lo conocen. Todo es natural porque nada, nunca, se ha tenido que ocultar. Lo demás, suponen ellas, es asunto de otras partes, otra gente, de los que, intrigados, miramos desde fuera.
E incluso cuando hay ropa, la feminidad en tanto gracia, en tanto delicadeza, está ahí. Los cuerpos se traslucen, el vello se adivina, los senos aparecen claramente indicados. Son visibles, pero no llaman la atención sobre sí. No son puntos focales, no son objeto ni denotan sexo: existen como un aspecto de la mujer, de lo exclusivamente femenino.
Sociedad de atavíos, de atuendos, de indumentaria, cuando nos asomamos a un primer cuadro de Laville advertimos ese manejo etéreo de la desnudez. Pero al paso de las obras, de la contemplación que puede llevarnos a ocupar la habitación, el jardín, la playa y el cielo abierto de la artista, no tardamos en considerar natural, también nosotros, esa serenidad del cuerpo sin cubrir. Y una vez habituados, vemos más.
Vemos representadas y conciliadas las edades; vemos la virginidad del encuentro erótico; vemos —en un cuadro de gran belleza que contrasta por su naturaleza crepuscular—, la muerte o su anuncio, en condiciones siempre de poético reposo; vemos varias mujeres retratadas que, así, posando sencillamente, dialogan con la pintora, madre, amiga, creadora atenta de esos personajes y de los universos que los circundan, con frecuencia espacios infinitos, horizontes inabarcables de plenitud que rebasan los límites del cuadro e irradian al mundo su sosiego.
Británica de origen y nuestra por adopción, Joy Laville es una de las representantes más notables de la pintura mexicana de buena parte del siglo XX y este despuntar del XXI. Para EstePaís | cultura es un privilegio acoger su obra reciente con motivo del 22 aniversario de la revista.