La mejoría en la seguridad de Ciudad Juárez cuenta como uno de los grandes logros en años recientes pero, como mencioné en este espacio hace unos años, aún no se han exprimido todas las lecciones posibles de las experiencias en aquella frontera. Es decir, no tenemos una plena comprensión de cómo y por qué se logró la transformación celebrada. Gracias a ello, los éxitos de Juárez no se han podido trasladar a otras ciudades (Torreón, Acapulco) que pasan por momentos muy complicados.
Una de las varias investigaciones que intenta llenar este vacío viene de Steven Dudley, el director del portal InSight Crime1. Según su reporte basado, entre otras cosas, en entrevistas con policías locales y una revisión de informes gubernamentales, el caos singular de Juárez tiene varias explicaciones pero un factor fundamental fue la cantidad de actores diferentes involucrados en el crimen organizado: los dos grandes grupos protagonistas, los Cárteles de Sinaloa y de Juárez; los brazos armados de éstos, como la Línea, la Gente Nueva, los Mexicles, y los Artistas Asesinos; la policía municipal y la estatal; las fuerzas federales, principalmente la Policía Federal y el ejército; y las pandillas callejeras, como Barrio Azteca.
Un número tan grande en sí es peligroso, porque las acciones de cada uno suelen generar reacciones y contragolpes, y es más complicado que se establezca un equilibrio pacífico. Cada uno de estos era capaz de influir sobre la seguridad colectiva, provocando a sus adversarios o ignorando treguas. Para que perdure la paz, todos tienen que estar en la misma sintonía, cosa que resultó casi imposible, sobre todo por la existencia de los dos bloques importantes encerrados en una lucha terrible.
Peor aún, estos grupos no se quedaban alineados en dos bloques, sino se cambiaban de banda. Por ejemplo, varios miembros de la Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, se fueron para trabajar con el Cártel de Sinaloa al principio del pleito. Asimismo, muchos protectores en la policía cambiaron de equipo. Los mismos grupos criminales entraban y desaparecían del escenario con suma frecuencia, alterando o rompiendo las relaciones que existían previamente. En tal entorno, las autoridades quedaron completamente rebasadas, cosa que queda más que demostrada en las cifras de los homicidios.
¿Entonces, cómo llegó a pacificarse la ciudad más violenta del país?
Hay varias explicaciones, desde los programas sociales (llegó un baño de dinero federal gracias a Todos Somos Juárez) y la participación de la comunidad local en las Mesas de Seguridad hasta la recuperación económica global (muy importante en una ciudad como Juárez, que depende de las exportaciones y, por tanto, está muy expuesta al ciclo económico mundial). Éstas son versiones optimistas, ya que demuestran que un estado innovador y determinado puede imponerse rápidamente a través de medidas legitimas.
Pero hay otras explicaciones que son más inquietantes. Por ejemplo, Dudley argumenta que el Cártel de Sinaloa venció a su adversario y, además, que el papel del gobierno fue principalmente inclinar el terreno hacia el ganador. Como se mencionó arriba, muy temprano en el conflicto, una gran parte de agentes policiales con los cuales el Cártel de Juárez previamente había gozado de un monopolio de lealtad, empezaron a favorecer a los de Sinaloa. Mientras muchos políticos y comandantes de alto nivel siguieron colaborando con el Cártel de Juárez los policías que operan en las calles, en el verdadero frente de esta guerra, fueron cada vez más leales a las fuerzas de Chapo Guzmán. Las elecciones estatales y municipales y los procesos de purificación en las agencias profundizaron el proceso, ya que sacaron del escenario a funcionarios leales a los Carrillo Fuentes, familia que encabeza el Cártel de Juárez.
Las propias acciones de los aliados del Cártel aseguraron que seguiría siendo el villano mayor y, por lo tanto, el enemigo principal del gobierno. A partir del 2010, después de un ataque que acabó con las vidas de 15 jóvenes inocentes en una fiesta de cumpleaños y otro contra los empleados de la embajada estadounidense, los esfuerzos del estado se concentraron contra los adversarios de Sinaloa. (El Barrio Azteca, pandilla alineada con los Carrillo Fuentes, perpetró la primera matanza mencionada, la Línea fue el responsable para la segunda.) Los operativos que vinieron después fueron dirigidos desproporcionadamente hacia los Carrillo Fuentes; el gobierno buscó herirlos y, finalmente, lo consiguió. Es decir, el gobierno eligió al ganador de la disputa, conscientemente o no.
Otro factor polémico en la pacificación fue la policía municipal. El gobierno local no tuvo un papel protagónico en cuanto a la seguridad en los últimos años pero desde la llegada de Julián Leyzaola en 2011, la policía de Juárez se ha convertido en una fuerza cada vez más activa e importante. La gestión de Leyzaola ha coincidido con una gran disminución en la tasa de homicidio pero como en Tijuana, su antiguo hogar, las acusaciones contra sus subordinados por tortura y abuso se han disparado; así como el número de ciudadanos presos, la gran mayoría por crímenes de los más irrelevantes. Sus defensores afirman que es una muestra de la estrategia de los vidrios rotos; sus opositores dicen que es un abusón. Estos dos puntos de vista no son mutuamente exclusivos, y queda claro que, independientemente de los logros de la policía local bajo Leyzaola, el costo de su mayor relevancia no ha sido poco.
Llama la atención que estos dos factores, que desde luego son de los más importantes, no son muy inspiradores. Es decir, no caben en la narrativa del gobierno noble y determinado; un Estado así lucha de la misma forma contra todos los grupos criminales, sin discriminar y sin abusar de su autoridad. Sin embargo, la realidad es que la influencia del estado pesó más cuando tomó la decisión de intervenir en el crimen organizado, de salir, amoralmente o hasta inmoralmente, como un actor más.
Esto nos presenta un dilema, porque está lejos del ideal de un gobierno imparcialmente realizando sus labores a servicio de una ciudadanía leal. No obstante, si aceptamos la hipótesis de Dudley, estas actuaciones moralmente cuestionables fueron innegablemente eficaces. Ahora, la pregunta no es solamente si los métodos que funcionaron en Juárez son transferibles sino también ¿qué tan insegura tiene que estar una ciudad para que estos costos sean justificables?
1 Escribo para InSight Crime pero no colaboré en la investigación mencionada.