Las relaciones entre Estados Unidos y México son para los latinoamericanistas lo que es el amor entre los jóvenes para los guionistas de Hollywood: un tema de interés eterno. Igual que en las películas, este interés ha dado a luz un género entero de obras, que no es la comedia romántica sino la radiografía de la relación bilateral.
Este género, que ha producido libros importantes de Jorge Castañeda, Abelardo Rodríguez Sumano, Alan Riding, y Jeffrey Davidow, ahora tiene un nuevo aporte:Two Nations Indivisible (Dos Naciones Indivisibles), de Shannon K. O’Neil.
El libro de O’Neil, analista del Council on Foreign Relations en Nueva York y exresidente de México, viene en un momento idóneo. Coincide con el arranque del sexenio peñista, cuando la curiosidad mundial hacia México se encuentra en un punto alto. Además, la flamante administración tiene decidido cambiar la página de los últimos seis años: México ya no se verá como un simple paraíso de los narcos. En eso también, O’Neil está sintonizada con el afán del momento; una manera de interpretar su obra es como un intento comprensivo de revertir los estereotipos fáciles—en pocas palabras, que México vive un estado de guerra y/o anarquía—de la época calderonista. Hay quienes rechazan este cambio de énfasis, pero no soy uno de ellos. Como yo he comentado en varias ocasiones en este espacio, el hincapié mediático colectivo en la inseguridad y la labor está muy atrasado.
Pero la utilidad de Two Nations Indivisible va más allá que su buen sentido de timing. El libro alcanza apenas 175 páginas, pero logra abarcar bastantes temas: la inmigración, el comercio, la clase media en México, la relación diplomática y sus raíces históricas, y, claro, la inseguridad, entre otras cosas. Su análisis incluye varias observaciones que, más que perceptivas, son raramente hechas. Algunos ejemplos:
- Por más desafíos que le quedan por delante, México ha avanzado un montón en las últimas décadas. Como dice la autora, hace tres generaciones, los caciques regionales manejaban un país en un estado casi feudal; hace dos, el gobierno estaba masacrando a los estudiantes en la capital. Pese a sus problemas actuales, México se encuentra mucho mejor hoy que en el pasado reciente.
- Independiente de los antecedentes de antagonismo, México y Estados Unidos también tienen una gran historia de llevarse bien, desde el apoyo de Lincoln para Juárez hace 150 años, hasta sus posiciones compartidas en foros multilaterales hoy en día.
- El pobre mercado crediticio en México, mucho más chico no solamente que el de los de países desarrollados, sino también que el de países más pobres como China, es un freno gravísimo para el desarrollo del país. Gracias a ello, el desempeño de las empresas medianas y pequeñas, que deberían ser los motores del crecimiento, está limitado.
Quizá el cumplido mayor que se puede dar a Two Nations Indivisible es que ha logrado despertar un debate férreo entre los cuantiosos analistas de asuntos mexicanos en Estados Unidos. Sobre todo, sus meditaciones sobre la inseguridad y la clase media en México han inspirado un sinfín de respuestas mediáticas.
Hay otro debate que quisiera ver en el próximo libro de este género, que lamentablemente no aparece en casi ni uno de los libros mencionados: hasta qué punto es loable la cooperación bilateral, y cuando entra en una fase de rendimiento decreciente. Es decir, obviamente conviene que los dos gobiernos se lleven bien y colaboren en unas cuantas funciones básicas, como el patrullaje marítimo o el flujo del comercio fronterizo. Pero las ambiciones para la cooperación entre los dos gobiernos ahora van mucho más allá que lo esencial y lo básico. La filosofía que predomina hoy en día es la de impulsar cualquier esfuerzo de trabajar en conjunto, en cualquier ámbito. Tal creencia se nota más que nada en temas de seguridad, y fue la filosofía que dio lugar a la Iniciativa Mérida.
Sin embargo, no queda claro si el saldo de esta cooperación es positivo. Como nos recordó la captura de Miguel Ángel Treviño y la muerte de Arturo Beltrán Leyva, la inteligencia estadounidense sirve para ubicar a los capos más buscados. También ha resultado en agencias mexicanas mejor equipadas y mejor capacitadas. Al mismo tiempo, la época actual de colaboración ha dejado lugar para los ataques contra agentes gabachos en territorio mexicano, cosa que inevitablemente causa revuelo en los dos países. Las polémicas no quedan ahí: gracias al afán de cooperar, hay aviones no tripulados realizando sobrevuelos en México, y parece que, con la aprobación del gobierno mexicano, Estados Unidos ha llevado a cabo operaciones de interceptar comunicaciones en el territorio mexicano.
Además, llama la atención que la Iniciativa Mérida ha coincidido con una crisis grave de seguridad pública en México. Es difícil determinar qué tanto se puede culpar al pacto por los incrementos en la violencia, ya que hay una larga lista de factores tras la violencia. No obstante, si el objetivo final de cualquier política de seguridad es hacerles la vida más tranquila a los ciudadanos, la Iniciativa Mérida ha fracasado contundentemente en este rubro.
En todo caso, vale la pena debatir el punto, y me gustaría escuchar más de autores como O’Neil sobre los límites de la cooperación. Desafortunadamente, los únicos que abordan el tema suelen ser comentaristas nacionalistas en México, quienes tienden hacia una perspectiva sesgada y suelen usar la colaboración bilateral para etiquetar a los gobiernos mexicanos como vendepatria.
Pero en fin, es un punto menor. Finalmente, la creencia entusiasta de O’Neil en el potencial de la cooperación bilateral ha hecho de su obra un éxito.