Una de las apuestas del PRD contra la reforma energética es una consulta popular. El llamado para una consulta fue lanzado hace unos días por López Obrador (¿quién más?), y ha ganado el apoyo de Marcelo Ebrard, Jesús Zambrano, y unos cuantos más.
Esto no es una sorpresa; desde hace tiempo el PRD depende de la consulta popular como una táctica política, sea para legitimar una posición suya o para perjudicar la de su oposición. El partido recurrió a un referendo en 2008 para mostrar su desaprobación para aquella reforma energética, y otra vez en 2011 para respaldar una alianza electoral con el PAN en los comicios del estado de México. Y ahora sería una buena apuesta; las encuestas le dan una ventaja amplia a los que apoyan la prohibición de capital extranjero en la industria petrolera, así que cualquier apertura de la industria quedaría desprestigiada.
Enrique Peña Nieto ha dicho claramente que no le interesa condicionar su propuesta petrolera a una consulta popular. Por las mismas razones explicadas arriba —bueno, las mismas pero al revés— es una buena apuesta: es una consulta que perdería.
Sería fácil criticar a Peña Nieto por ignorar al público, por cínicamente poner su agenda y sus intereses políticos delante de los deseos de sus votantes. Hay algo de lógica en esto, y no es una crítica completamente injusta.
Sin embargo, mi simpatía está con el presidente en este caso. Cuando se trata de los referendos, es importante reconocer que hay situaciones en que una consulta es válida, y otras en que no. Los casos más aptos para una consulta popular son los que ofrecen una elección binaria entre dos opciones bien definidas. El ejemplo más relevante es el plebiscito chileno de 1988 para ratificar o no a Pinochet en el poder por ocho años más. Los votantes escogieron entre “sí” y “no”; una decisión más clara no puede haber. (Gracias a Dios y a los mismos chilenos, los “no” ganaron.) Más aún, fue una decisión sobre la naturaleza fundamental del país, entre un futuro autoritario o un futuro democrático. Es decir, una decisión en que todo chileno tenía el derecho de participar.
Por más que los de la izquierda mexicana quieren provocar el mismo espíritu de libertad y de defensa del pueblo, la de hoy no es una situación comparable. El sistema mexicano no está en juego, y seguirá siendo una democracia con o sin un mayor papel de Statoil o Petrobras en México. No es una cuestión del espíritu fundamental del país; más bien, es un asunto tecnocrático.
Además, cualquier consulta tendría que simplificar un sinfín de opciones complicadísimas a apenas dos alternativas sencillas. Lo determinante de una política petrolera no cabe en un lema; como dicen en Estados Unidos, el diablo está en los detalles. Como comenté hace unas semanas en este espacio, es un grave error pensar que la elección es entre privatizar o no, y además “privatizar” puede significar 10 mil cosas distintas, dependiendo de quién utiliza la frase. Inevitablemente el debate en una consulta quedaría distorsionado, de tal modo que los votantes en la consulta estarían eligiendo entre opciones que tendrían poco que ver con la realidad.
En cambio, el “sí” y “no” en Chile reflejaban fielmente las opciones reales del electorado chileno. El plebiscito no distorsionó nada.
Aunque haya cierto gusto en darle el poder directamente al pueblo para tomar todas las decisiones que quiera, es impráctico gobernar así. Para confirmarlo, nada más habría que prestar un poco de atención a California, donde la situación fiscal del gobierno estatal es permanentemente brutal. Una gran parte del problema es el sistema de “iniciativas de la boleta”, que ha impuesto niveles mínimos del gasto en algunos ámbitos (como la educación) pero que a la vez complica los esfuerzos para subir los impuestos para pagar lo obligado. Es decir, se ha creado un nudo fiscal mientras se ha limitado las herramientas de los gobernantes para desatarlo. Es un relajo horrible, y gracias a ello, las cuentas del gobierno estatal se escriben con tinta roja.
La idea de otorgar el poder directo al pueblo puede sonar admirable, pero es innecesario. Colectivamente los ciudadanos ya ejercen mucho control sobre las políticas que imponen sus gobiernos, principalmente a través de las elecciones. Los oficiales elegidos bien saben los riesgos de ignorar los deseos del público, y la verdad es que son altamente responsivos a la opinión pública.
En fin, la consulta es una herramienta de utilidad limitada, que es apto solamente en ciertas circunstancias. La reforma petrolera en México no es una de ellas.
Fotografía tomada de http://www.amlo.org.mx/
Hola, les comparto este breve poema sobre lo que está pasando y está por pasar si no nos unimos y hacemos algo. Si resuena en ustedes, por favor, siéntanse con la libertad de usarlo y compartirlo
SANGRE NEGRA
¿Qué hacemos Don Lázaro?
En la tierra,
un tajo recto abrieron
en su pecho pétreo
indefenso
La mano:
la codicia del deseo
La daga:
el beso frio de la vendimia
Y danza,
suave en tu nuevo escrito y nombre
Danza
sobre nuestros rostros
que son piso
Voz tranquila
que susurra y no se alza
nunca contra nada,
pues de la herida
por la daga
brota sangre
Sangre negra
de mi Tierra
si era mía
Sangre negra
que es espesa
me lastima
Manantial de un hedor
que se vende
por Sangre negra que se unta
entre los pobres
Brazo-herida
mortal
que mana de esas venas
Una sangre que era tierra
mala herida
Sangre negra,
es mi tierra,
que se llevan
Sería bueno que le dieras una leidita a la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, especificamente el artículo 35 constitucional. Ahí se establece los términos en que un tema de mucha trascendencia para la vida nacional, puede ser sometido a consulta popular y sus términos que lo facultan. Hay que ser serios en lo que se escribe, Sr. Corcoran, de lo contrario se corre el riesgo de convertirse en matraquero del gobierno peñanietista. Saludos.