¿Cómo saber si una persona forma parte de algún pueblo indígena? Es una pregunta compleja en el que el factor lingüístico parece jugar un papel importante. ¿Cómo se puede demostrar la pertenencia de una persona a una comunidad indígena? En un contexto actual en el que existen cada vez más ofertas exclusivas para indígenas, esta pregunta cobra un sentido particular. El criterio de la autoadscripción ha sido la respuesta políticamente correcta y, desde los criterios oficiales, la más válida. Declararse como indígena es un criterio suficiente para ser considerado como tal. Sin embargo, en los espacios en los que es necesario determinar, por ejemplo, si una persona puede o no solicitar una beca de estudios para indígenas, la situación se vuelve un tanto más complicada y el tema se vuelve algo incómodo, por decirlo de alguna manera.
El criterio de autoadscripción conlleva ciertas consideraciones. Es posible que debido a los efectos de la discriminación, una persona niegue su pertenencia a un pueblo indígena, sin embargo, puede suceder lo contrario. Así, aunque el criterio de autoadscripción me parece el más adecuado, y es de hecho el criterio oficial, no se puede negar que actualmente juegan distintos factores para determinar la pertenencia a un pueblo indígena. El INEGI, por ejemplo, utiliza este criterio para los censos y los conteos de población pero necesariamente se apoya también en criterios lingüísticos. Así que, me atrevería a decir que es incluso necesario demostrar en ciertos espacios, la pertenencia a una comunidad lingüística, lo cual implica siempre una carga impresionante de prejuicios que tratan de ser matizados.
Por un lado, aún cuando se prefiera no hablar mucho del asunto, las características físicas y toda la carga de racismo asociada a ellas siguen siendo determinantes. Es común escuchar decir que alguien “parece” “indio” o “indígena” o, por el contrario, que no “parece” ser maya o purépecha porque, dicen, “tiene la piel más clarita” o “los rasgos más finos”. Este criterio para determinar la pertenencia es, lamentablemente, uno de los más comunes en la interacciones cotidianas. Existen muchos otros criterios para determinar la pertenencia a un pueblo indígena de los cuáles no me voy a ocupar aquí a detalle, aunque, entre estos, hay que decir que pertenecer a una comunidad y que la comunidad reconozca que perteneces es otro de los criterios importantes.
Por otro lado, retomando la relación entre pertenencia y lenguas, los criterios lingüísticos suelen tener más peso del que se quisiera reconocer. Aunque no es posible sostener que todos los indígenas hablan una lengua indígena ni que todos los que hablan una lengua indígena sean indígenas, en muchos casos este criterio se sigue aplicando para “probar” la adscripción a un pueblo originario. En cierta ocasión, me pidieron expresamente que hablara en mi lengua materna para estar seguros de que yo era indígena— afortunadamente, en la mayoría de los casos no tengo que probarlo. En algunas convocatorias, se pide a los solicitantes indígenas que no hablan la lengua de su pueblo que justifiquen por qué no la adquirieron y que indiquen si sus padres o abuelos sí la hablaban. Para efectos de conteo poblacional, pareciera que para determinar un número confiable sobre la cantidad de indígenas en el país el criterio lingüístico es el preferido; el número de indígenas que no hablan una lengua indígena parece difuso e inasible.
En los procesos de reivindicación de los pueblos indígenas, el papel que se le confiere a la lengua también es, por lo menos, contradictorio. Aún cuando se dice que la lengua no es un factor determinante, los indígenas que tienen como lengua materna el español sufren una especie de discriminación velada. Varios jóvenes indígenas me contaban que sienten una especie de culpa porque su lengua materna es el español y tienen que justificarse siempre; incluso me han contado que su activismo ha sido descalificado por no tener una lengua indígena como lengua materna: “si no hablas mixe como primera lengua es como si fueras menos mixe”.
No podemos negar la importancia de las lenguas indígenas para los pueblos que las hablan pero tampoco creo que debamos reproducir el ejemplo que nos dieron con la imposición del español como única lengua válida y discriminar a las personas por criterios lingüísticos. No podemos reproducir ese patrón, sería una de las mayores contradicciones. Trabajar por el fortalecimiento de las lenguas no debe estar peleado con respetar los derechos lingüísticos de las personas que ya no hablan estas lenguas. Ningún proceso de reivindicación justifica discriminar a una persona por la lengua que habla. Las lenguas no se revitalizan imponiéndolas, se revitalizan disfrutándolas.
Sin embargo, las preguntas de fondo a todo este asunto, me parece, siguen siendo las mismas: ¿qué es ser indígena? ¿por qué hay que demostrarlo?¿por qué promover espacios exclusivos para indígenas en lugar de espacios multiculturales y multilingües?
Por parte de mi familia materna, desciendo de indígenas, tengo los pelos necios (con perdón de los que tienen los pelos necios) y soy moreno, simpatizo con los indígenas y algunas de sus maneras de ser y vivir. Pero nací en el DF y no hablo una lengua indígena. ¿Qué soy?
El ser lo Indígena una noción colonial, esté seguirá siendo refuncionalizado por las instancias coloniales que ostentan el poder, el pensamiento antropológico, determinó nuestra exclusión, y sólo se superara hasta que se extermine el uso de ese concepto, que lo que logra es profundizar la discriminación
Creo que es más fácil decir soy Mixe, purépecha, triqui, o decir nací o soy de tal lugar geográfico que decir soy indígena.
Queda claro por ejemplo saber si uno es Mixe o no, lo difícil es demostrar si uno es o no indígena. Si uno dice soy de tal comunidad, eso ya te da pertencia ¿no?…lo que no queda claro entonces qué es ser indígena así con ese término. Sé de muchos que no dudarían en declararse orgullosamente mixes pero que negarían rotundamente ser indios o indígenas.